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El creciente rechazo a las macrogranjas provoca la reacción de la industria porcina

Cerdos en una granja propiedad de Icpor

Carmen Bachiller

El debate en torno a la proliferación de macrogranjas porcinas se va extendiendo por diferentes comunidades autónomas. En Castilla-La Mancha, donde se ha producido en los últimos años una escalada de autorizaciones de macrogranjas, sobre todo de cerdos, ha surgido una creciente protesta vecinal a través de plataformas locales que han terminado ‘cuajando’ en un grupo que aspira a ser regional: la Plataforma Stop Macrogranjas Pueblos Vivos.

Esta plataforma surgió en Cuenca, ‘territorio’ de una de las grandes empresas del porcino de esta región. Industrias Cárnicas Loriente Piqueras S.A (Incarlopsa), asentada en el municipio conquense de Tarancón, es bien conocida en la región pero se ha extendido también a Castilla y León, en concreto a Soria, donde está la sede de su empresa integradora, Icpor Soria.

Incarlopsa inauguró en junio de 2017 las nuevas instalaciones de su matadero de porcino en Tarancón. 16.520 metros cuadrados, 40 millones de euros de inversión y 500 nuevos empleos (ya trabajan en el antiguo matadero unas 2.100 personas) son las grandes cifras de un proyecto que apoya la Junta castellano-manchega El presidente regional Emiliano García-Page acudió al acto de inauguración de las nuevas instalaciones para resaltar la trayectoria y el “patriotismo local” de esta empresa. para conseguir, según la empresa “sacrificar en dos turnos a pleno rendimiento, entre 10.500 y 11.000 cerdos al día”. Algo que esperan poder hacer en un plazo máximo de cinco años.

Pero, ¿cómo conseguir abastecer al matadero con esa cantidad de animales? Incarlopsa (o Icpor en este caso) ha diseñado una estrategia global para ese periodo que pasa por abrir una fábrica central de piensos en Montalbo (Cuenca) y establecer en un radio de 180 kilómetros una serie (no especificada) de macrogranjas de crianza y producción de cerdos. Eso implica que su proyecto incluye a las cinco provincias de la región, pero en particular a Cuenca.

Crear macrogranjas, con más de 2.000 cabezas, cercanas al matadero es el objetivo y con ellas, aseguran, 300 empleos, 150.000 toneladas anuales de consumo de cebada y trigo de agricultores de la zona destinados a piensos para dar de comer a 1,5 millones de cerdos en 100 kilómetros a la redonda.

Hoy esas cifras se matizan. Julián Redondo, gerente de Icpor Soria, paraguas para varias empresas incluyendo Incarlopsa, explica que en la actualidad producen medio millón de cerdos al año en Castilla León (Soria principalmente) a los que se sumaran 600.000 cerdos al año que esperan llegar a producir en Castilla-La Mancha.

El ‘efecto Salvados’

El pasado fin de semana, la intención de Incarlopsa de abrir una explotación en Almendros (Cuenca) desató la tensión, con episodios de vandalismo incluidos, entre vecinos a favor y en contra de una macrogranja que incluye una incineradora. Y como viene ocurriendo en otros municipios de la región, se ha iniciado una campaña de recogida de firmas contra el proyecto, que también tiene partidarios. El modelo previsto para este municipio es idéntico al que la empresa posee desde hace dos años en Cubo de La Solana (Soria). Y eso solo un ejemplo. Esta semana, el Diario Oficial de Castilla-La Mancha publicaba una nueva autorización para otro proyecto en Quero (Toledo).

La ‘alarma’ entre la población castellano-manchega por la creciente proliferación de proyectos con miles de cerdos (no solo auspiciados por Incarlopsa) surgió mucho antes de que se emitiese en ‘Salvados’ de La Sexta, que dirige Jordi Évole, un programa dedicado a estas explotaciones ganaderas. Pero el programa ha reavivado la polémica y, también, la preocupación entre grandes empresas cárnicas como Incarlopsa, que le han visto las orejas al lobo, tras la denuncia mediática centrada en El Pozo, que ya ha tenido consecuencias, y da su versión para achacarlos a la “desinformación”, asegura el presidente de Incarlopsa a eldiarioclm.es, Emilio Loriente.

La empresa conquense asegura que no se instalará allí donde no se la quiera pero lo cierto es que sus proyectos están prosperando, poco a poco, a pesar de las alegaciones, desarrollo de ordenanzas municipales que no llegan a tiempo o recursos ante la Consejería de Medio Ambiente (un total de siete ya para 33 macrogranjas previstas solo en la provincia de Cuenca en Pozorrubielos, Villarta, Priego, Torrejoncillo, Cañete y preparan otros para Almendros y Belinchón).Todos ellos a iniciativa de la Plataforma Stop Macrogranjas Pueblos Vivos.

La cárnica rechaza, frente a la preocupación vecinal, que el caso castellano-manchego pueda compararse con otras experiencias como las de Catalunya, Aragón o Murcia (donde opera El Pozo). Julián Redondo sostiene que la densidad de animales en un radio de 180 kilómetros a la redonda en torno a Montalbo (Cuenca), donde se ubicará la fábrica de piensos, es muy inferior porque nunca habría 600.000 cerdos al mismo tiempo. Las granjas, dice, realizan 2,4 rotaciones al año y por eso, insiste, el tope de cerdos a la vez concentrados en esta zona sería de 250.000, repartidos entre las provincias de Albacete, Ciudad Real, Toledo y Cuenca. Aunque no descartan proyectos también en Guadalajara.

El destino de esta intensiva producción de porcino será no solo Mercadona, uno de los “aliados” de la empresa, sino el mercado internacional, de forma creciente en los próximos años: Corea del Sur, Japón, Filipinas o la Unión Europea y esperan llegar a China.

“Ponerse en contra de las cosas por ponerse, no lo entiendo” dice Loriente, porque sus granjas “se están montando con todos los requisitos sanitarios y respetando el medio ambiente para no dar ningún problema”. Sostiene que “es beneficioso para todo el mundo. ¿Acaso no comemos jamón, tocino, panceta…¿Y de dónde sale todo eso?”

El bienestar animal, purines que “no huelen” y ningún “impacto” en el turismo

“Las ganaderías hoy en día más tecnificadas son el porcino y la avicultura. Si quieres conseguir una alta producción tienen que estar en las mejores condiciones de bienestar animal”, señala Julián Redondo, frente a las críticas –y a las imágenes de animales enfermos o con malformaciones“. ”Si las granjas fueran como lo que aparece en el programa de La Sexta ¿dónde estaría el beneficio?“ e ”invitan“ a visitar sus instalaciones.

Sobre el sistema de recogida de purines y los malos olores apelan a la “tecnología”. Emilio Loriente sostiene que “las granjas que se montan ahora no huelen”. Ni en las balsas ni en su posterior aplicación como abono. “El purín se reparte por la noche y una vez que cae en la tierra no huele a nada. Es beneficioso para las tierras. Y el que extiende el purín lleva un GPS para saber de dónde viene el viento para que no le llegue el olor al pueblo”. ¿Y los nitratos? “Lo que está orinando un cerdo es lo mismo que cualquiera en sus casa”, responde.

“En mi pueblo, en Tarancón, montaremos dos o tres granjas ¿Usted cree que yo quiero que huela mal? Es que estamos en contra de todo”, lamenta Loriente, para explicar que en cuanto al agua “se consume lo mínimo posible, porque el agua cuesta mucho dinero y siempre buscamos sitios donde no haya problemas”.

También desmienten que se busquen lugares deshabitados para evitar el rechazo de la población. “¿Tarancón es un pueblo deshabitado? No, y vamos a montar dos o tres granjas. Nosotros vamos a sitios donde nos buscan, no al revés. Ofrecemos un negocio y una rentabilidad. Es un bien rural para todo el mundo”, asegura el presidente de Incarlopsa. Una empresa que tampoco ve ningún problema a las posibilidades del turismo. “No hay impacto, todos los proyectos están estudiados”.

Responden a las críticas de sus detractores sobre la escasa generación de empleo frente al alto coste ambiental que denuncian. “No es lógico que una granja de 2.000 cerdos tenga a diez personas cuando una persona lo puede llevar. Lo que hay que mirar es el proyecto global y estamos hablando de 300 puestos de trabajo en Castilla-La Mancha”.

“¿Antibióticos en los animales sacrificados?: Cero”

Julián Redondo, veterinario de profesión, responde también a las dudas en torno a la presencia de medicamentos en los productos derivados del cerdo. Redondo es tajante: “No, porque todo animal, antes de ser sacrificado, se somete a un periodo de supresión. Le puedo asegurar que no hay ni un solo ganadero que se lo salte porque Sanidad hace tomas constantes de muestras buscando antibióticos. El ganadero que dé positivo, está cometiendo un delito por el que irá a la cárcel directamente”.

Y, por su parte, Emilio Loriente contrapone los beneficios, a su juicio, de la ganadería intensiva frente a la extensiva de la que dice “está muy bien vista pero es una guarrería. Está mucho más controlada la ganadería intensiva. Hemos hecho pruebas de todo tipo. Y del cerdo, lo bueno es lo que come. Si le das un buen pienso hay control y está mejor que en el campo comiendo lo que se pueda: una rata, un pájaro…”. Los piensos que, asegura, proporcionan a sus animales se basan en “cereales en un 70%: maíz, soja, cebada…y luego, proteínas, grasa vegetal y luego otras cosas como guisantes, judías verdes…” cuyos proveedores son los agricultores de la zona.

Ni una sola pega. Y por si queda alguna duda hablan también de las incineradoras que sirven para eliminar a los animales que mueren en estas explotaciones ganaderas. Como la que tendrá la de Almendros. “El horno incinerador es el sistema más seguro y limpio de destrucción de cadáveres dentro de una granja”, sostiene Redondo, frente al vigente sistema de un camión que recoge animales muertos de varias granjas para “destruirlos” en otro lugar. “Es una forma de evitar que nos lleguen enfermedades de otros sitios”, dice.

Icpor niega que exista una alta mortandad de animales y que esa sea la razón de montar una incineradora. “¿Qué piensan, que vamos a incinerar a millones de cerdos? Lo que nos interesa es que estén sanos para que sean rentables”, dice Loriente quien asegura que en una granja de 2.700 animales la mortalidad no supera el 0,03% al año.

“El horno incinerador no se amortiza por los kilos de animales incinerados sino con la seguridad sanitaria que supone para la granja si evito que venga un camión”, añade Julián Redondo quien sentencia: “Y si el problema es el horno incinerador, lo quitamos, pero insisto, es el sistema más seguro”.

Reconocen que la presión mediática y vecinal les hace replantearse la inversión y amenazan con llevarse la industria y los empleos a otra región. “En Soria estarían encantados”, dice Redondo. “Si la agricultura en nuestra región va como va, de turismo poquito, de industrias pichí pichá y ahora ganadería tampoco…No sé de qué vamos a vivir en Castilla-La Mancha. ¿Del aire, del sol o de qué?”. Y advierte que si han de llevarse la industria a Castilla y León o Murcia por falta de abastecimiento de porcino desde granjas cercanas, lo harán.

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