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El eterno retorno de John Hughes

La chica de rosa

Lucía Lijtmaer / Lucia Lijtmaer

Y la chica del otro lado de la vía del tren llega al baile sola, humillada, y suena una canción con sintetizadores y el chico del lado bueno de la vía del tren la mira desde el otro extremo de la pista y la canción crece y las miradas finalmente se cruzan y se alcanza el clímax.

He aquí, destilado, el momento culminante de la comedia romántica para adolescentes de los años ochenta. El momento que se perfeccionó durante años años para convertirse en la escena-arquetipo -junto con el ansiado beso, metáfora del coito entre los protagonistas-. Su principal responsable es, sin duda, el director y guionista John Hughes.

En los últimos días se ha anunciado la puesta a la venta de entradas para conmemorar el 30 aniversario de “La chica de rosa”, una de las películas integrantes del santo grial para adolescentes de los ochenta guionizadas, producidas o dirigidas por Hughes. Coincidiendo también con el aniversario se publica el libro del periodista Gerardo Santos Bocero “John Hughes, el eterno adolescente”, que recupera toda la trayectoria del cineasta, en homenaje. Santos Bocero ha dicho de Hughes que es el creador de películas adolescentes que “te marcan necesariamente -tanto como cinéfilo como individuo-”, algo compartido por más de una generación.

Pese a que John Hughes realizó todo tipo de películas -infantiles como Solo en Casa, disparatadas como “Mejor solo que mal acompañado”, románticas como “Sucedió en Manhattan” -, ha quedado en el inconsciente colectivo como el creador de un imaginario adolescente que se revisita incesantemente, arquetipo tras arquetipo. La académica Frances K. Gateward , que ha tratado el cine de Hughes en varios libros, se sorprendía ante la permanencia de su cine entre las adolescentes de diversas generaciones, entendiendo que se habían convertido en clásicos contemporáneos más allá de lo que ella denominaba “un cierto acercamiento desde el amor por lo retro”.

En las reiteradas proyecciones, homenajes y libros a su cine, destacamos sus características principales:

-El instituto es un sistema feudal del que no puedes escapar

Si alguien entiende de castas son los protagonistas de las comedias románticas de Hughes. Nadie puede escapar a su clase ni a su subcultura, y las reglas son férreas. Los siervos sólo pueden relacionarse con alguien afín, a las élites sólo se les permite interactuar con perdedores en escarceos sexuales que queden ocultos para sistema y cualquier transgresión será penalizada.  

La comedia romántica adolescente, no por casualidad, vive una etapa dorada en los años ochenta durante la era Reagan, y se convierte en una franquicia por sí misma en los noventa. Este género,serializa y ritualiza unas prácticas en las que el capital es protagonista, y dónde los símbolos clásicos de la American Way of Life vuelven a ocupar un primer plano.

-El/la protagonista mola, pero sólo para el espectador y algún otro pardillo. Y es pobre.

Así, en la definición de perdedor podemos tener a Andrew MacCarthy en “La chica de rosa” o al inestimable Eric Stolz de “Una maravilla con clase”. ¿Feos? En absoluto, más bien frágiles. Todos cumplen cierto precepto de belleza casi femenina, para apelar a la audiencia de chicas, y son caracterizados en las antípodas del guapo deportista insulso con mechas rubias que gusta a todas las chicas. Lo que realmente le ocurre es que es un inadaptado social -le gusta el arte, los cómics o bailar a escondidas- y es pobre. Algunos son pobres como ratas, otros son medianamente pobres, pero ninguno de ellos pertenece, ni por asomo, al círculo privilegiado de los antagonistas ricos. En una  situación de aislamiento, pocos amigos y la perpetua sensación de no pertenecer, el deporte se  convierte en un espacio de identificación y posible gloria. El protagonista pobre solamente escapará a su clase a través del triunfo: ligarse a la chica que está un punto por encima en el insalvable sistema social.

-El pardillo mola más que el pijo, pero es un pagafantas clásico

 

El tercer comparsa en la comedia romántica teen de los años ochenta suele ser un nerd básico de gafas, cuerpo enclenque poco apto para los deportes, aficiones raras y gusto por las chicas demasiado guapas, como podemos comprobar en “La mujer explosiva”, “La chica de rosa” o “El club de los cinco”, pero también se amplía para incluir  básicamente a cualquier chaval considerado no molón, o rarete. En ese caso, ver punto anterior.  Por supuesto, cuando este personaje no es el protagonista de la película desarrolla muchísima más torpeza y sus cualidades de nerd se magnifican, resultando inversamente  proporcionales al atractivo para las mujeres. Pese a todo, suele tener grandes frases y algún que otro momento de gloria. Judd Apatow recupera a esta figura en su cine para vengarse, y crea situaciones de ciencia ficción como Lío Embarazoso, dónde un perdedor que se dedica el día a ver porno y fumar porros milagrosamente logra que Katherine Heigl se enamore de él.

-Si la chica es la protagonista, trascenderá a un mundo mejor

John Hughes nos ofrece a protagonistas femeninas brillantes, incomprendidas, algo cínicas, siempre vírgenes y con algún complejo físico o de clase (es guapa pero extrañamente invisible en el sistema de castas del instituto, es bella pero pobre, es mona pero inadaptada) a quien el amor les hará cruzar el foso de los cocodrilos, aunque sea por un rato. Y de ahí, la escena del baile inicial. Atención, la protagonista NO forma parte del sempiterno modelo “la vecinita de al lado” -ese invento de pibón que en algún momento de enajenación mental se lía con el nerd-. La protagonista -enamorada siempre de alguien que no le hace caso- debe encarnar el ejemplo de normalidad externa y joya oculta necesaria para la identificación del público femenino.

Es con esta protagonista que Hughes ha sido leído de manera divergente por varios sectores. En una primera crítica, se entiende que estas adolescentes gestionan su deseo y aman sin tener en cuenta las apariencias. Pero hay quien entiende que la chica de rosa, la protagonista de Dieciséis velas o incluso las muchachas de El club de los cinco siguen reforzando los roles de la chica buena dentro de la familia, que cuida de papá, que visten de rosa, que que no cuestionan ni subvierten nada, sino que se integran en el ecosistema neoconservador del hogar y el colegio que son fruto.

-Pase lo que pase siempre habrá una gran escena con un montaje musical

Las películas de John Hughes encarnan también el momento de explosión de MTV, dónde el diálogo y el desarrollo de los personajes se deja de lado en favor de una postmoderna aproximación a todo lo que esté por venir: ya sea una escena romántica, un cambio de look, o un fiestón en el gimnasio, ahí está la escena musical. Esta pieza, generalmente no tiene sentido ni razón de ser, más allá que dar a entender un esfuerzo importante por parte de el/la protagonista, un momento artísticamente creativo, un cambio de vestuario o simplemente el paso del tiempo en la ficción.

-Si sale John Cusack, mejor para todos.

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