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El Spotify de la España premoderna

Imagen de una pianola reproductora de marca Welte-Mignon-Steinway / Karlkunde

Raúl Minchinela

Aprovechando el tirón del Mundial de Fútbol, la web de la Biblioteca Digital Hispánica ofrece desde su portada un recorrido por su colección de Samba. Esas 211 grabaciones en disco de pizarra que abarcan desde 1940 a 1946 son la punta del iceberg de la colección de registros sonoros que la Biblioteca Nacional ofrece en Internet. Ahora que reflotan los pinchadiscos que recuperan el vinilo y conservan los amplificadores de válvulas, en este almacén online de archivos sonoros aparecen formatos más antiguos y más llamativos: los cilindros de cera, los hilos magnéticos y los discos perforados. En los fondos de la Biblioteca suena el Spotify que no cabe en Spotify, el Deezer de la era premoderna.

Las listas de reproducción de la Biblioteca Nacional no tienen un pinchadiscos detrás. Son en realidad resultados de un motor de búsqueda, que accede a un almacén que ya ronda los 11.000 registros musicales digitalizados. La búsqueda convertida en playlist permite recorrer la trayectoria de Quintero, León y Quiroga en 354 temas, o repasar las grabaciones primigenias de música para cine, y allí escuchar el fox-trot Pupupídú - que “quiere decir / alegría y placer de vivir”- que sonaba en la película El difunto es un vivo (1941), o a Los Xey interpretando El Kurukú para el largometraje Mi enemigo el doctor (1945).

Las grabaciones no musicales también ofrecen curiosidades muy vistosas. Humoristas del año 1900 contando chistes en cilindro de cera, anticipando las futuras casetes de humor que conquistarán las carreteras españolas. Escenas de ventriloquía con acompañamiento de orquesta, discursos políticos y famosos escritores recitando de propia voz sus textos.

La digitalización de obras en la Biblioteca Nacional comenzó en los años noventa pero se limitó a obras impresas. Solo muy recientemente ha comenzado a dedicarse a las obras sonoras. Telefónica financia desde 2008 un convenio para la digitalización masiva. Diez millones de euros que han desembocado en la Biblioteca Digital Hispánica, que ofrece hoy cerca de 200.000 títulos y 25 millones de páginas. La mayor parte libros y revistas, pero también manuscritos, partituras y registros sonoros.

Archivo vs tecnología: los discos perforados de pianola

Algunos de los formatos han requerido mucha iniciativa para resolver su conservación. En particular, los discos perforados, que son música codificada para pianolas y cajas de música. El centenar de que dispone la biblioteca nacional se encuentra en un estado muy delicado, pero hoy suenan en reproducción gracias a una ocurrencia que derivó en innovación. La Biblioteca desarrolló un método para interpretar los discos a partir de una foto, sin necesidad de someterlo al reproductor, convirtiendo con un simple ordenador la codificación física en codificación midi. Quedan ahora 6.000 rollos de pianola aún por codificar. Son piezas que sólo se conservan en ese formato, a veces compuestas exclusivamente para ese soporte.

La Biblioteca Nacional sigue codificando sus fondos. Además de los 11.000 que ofrece en la web tiene digitalizados otros 10.000 más, que esperan su catalogación para aparecer en la web y que completarían así la colección de discos de pizarra.

En la era de las listas de reproducción, la Digital Hispánica tal vez sea la fuente más valiosa y más inesperada. Los propios españoles son malos usuarios de la Biblioteca Nacional. Pocos saben que tiene tal vez la mayor colección de música del país, con 600.000 grabaciones sonoras que provienen del depósito legal y que tiene cada año unas 20.000 incorporaciones más. Lo desconocen incluso los profesionales de la música. El director del Departamento de Música José Carlos Gosálvez sabe de músicos que han buscado en el extranjero y a gran coste materiales que estaban disponibles y catalogados en el centro, a pocos metros de su casa.

Igualmente, los responsables del único programa de radio que pincha hoy discos de pizarra, Melodías Pizarras de Radio 3, confiesan que jamás han acudido al fondo de la Biblioteca, tal vez escarmentados por las trabas para acceder a los archivos de RNE. La Biblioteca se ha autolimitado a grabaciones de dominio público, anteriores a 1956, por prudencia con las entidades de gestión. Pero tiene un océano de vinilo pendiente de digitalizar que enmendaría la escasez de música culta contemporánea española en internet y daría acceso a un fondo que solo se puede consumir presentándose en la capital.

La Bilblioteca Nacional no son solo libros incunables y lomos de tinta. Ahora que se abren las puertas al almacén de todos, tal vez será más normal hojear viejas revistas y repasar viejos diarios mientras suenan viejas canciones en la comodidad de nuestra casa. Un oasis de grabaciones primigenias con crepitar de fondo, a salvo de los pinchadiscos.

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