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Asaltos a hospitales en los países afectados por el ébola

Clínica de tratamiento del ébola en Sierra Leona. Youssouf Bah - AP

Alberto Ortiz

Un grupo de médicos vestidos de blanco, con máscaras y sprays, aterriza en una población afectada por el ébola. Después de tomar la temperatura a los habitantes se lleva a un grupo de ellos y les introduce en una tienda de campaña. La mayoría no saldrá con vida. “Muchas veces la población cree que la enfermedad la hemos traído nosotros”, explica Miriam Alía, enfermera de Médicos Sin Fronteras. La desesperación derivada de esta situación ha provocado asaltos a hospitales de campaña, tanto de ONG como públicos, en los países afectados.

Los últimos han ocurrido en Liberia. Varios hospitales del país han sido objeto de ataques por parte de algunos nativos que se ven amenzados con la presencia de las tiendas de campaña de los centros sanitarios donde se intenta dar cura a la enfermedad. Estos hechos se han repetido en Guinea y Sierra Leona y Médicos Sin Fronteras explica que es “algo normal” y frecuente con cada brote epidémico en África.

El último ataque se produjo en un centro de aislamiento de enfermos en Monrovia, donde varios hombres armados desmantelaron el lugar exclamando: “El ébola no existe” o acusaban a la presidenta de Liberia de querer robar el dinero a la población, según ha informado la agencia AFP. El ataque provocó además la huida de los 29 enfermos de ébola que permanecían aislados en el hospital.

Aunque estos últimos ataques no han afectado a centros de Médicos Sin Fronteras, la organización sí ha recibido asaltos similares en otros países como Guinea. Miriam Alía explica a eldiario.es las circunstancias que derivan en estas actuaciones: la desconfianza que generan los hospitales en los países afectados es determinante. A raíz de la alta letalidad de la epidemia -un 90%-, los familiares de los infectados ven que cuando sus seres queridos entran en esos hospitales, la mayoría no vuelve a salir. En algunos casos los asaltos pretenden “rescatar” a esos familiares enfermos, en otros, una suerte de venganza por llevarse su vida.

La enfermera insiste en que este es un fenómeno frecuente que se da en buena parte del continente ante la aparición de un brote epidémico. En este caso, es la primera vez que aparece el ébola en África Occidental y la sociedad tiene que atravesar las tres fases “sociológicas” de una epidemia de un tamaño tan grande: “la primera es el shock”, dice Alías, cuando la gente no entiende que está pasando.

Luego vienen las dos etapas más duras, “la negación” y “el rechazo”. “Primero creen que los hospitales son un tipo de estrategia para robarles o incluso un emplazamiento para el comercio de órganos”, luego admiten que la enfermedad es real y el argumento se transforma en “vale, tenemos la enfermedad pero ya la controlamos nosotros, no necesitamos los hospitales”.

“La cosa cambia muchísimo cuando empiezan a darse los primeros casos de curación”, aclara Alías. Hasta entonces es una tarea “muy frustrante” porque los cooperantes y los médicos ven que los esfuerzos por controlar la epidemia son en vano. “Es muy chocante, para las poblaciones pequeñas sobre todo, que llegue un grupo de extranjeros con trajes blancos y sprays”.

Este tipo de asaltos suponen un gran riesgo para la población puesto que, en la mayoría de las ocasiones, entran en contacto con las sábanas o la ropa de los afectados donde quedan restos de fluídos como orina o sudor altamente contagiosos. Además, el número potencial de afectados se multiplica y el seguimiento de los posibles contagiados se dificulta.

“Es muy necesario poner en marcha equipos de sensibilización con intelocutores” para que la gente entienda que los hospitales no son el peligro, ni el origen de la enfermedad, señala Alías, que estuvo atendiendo a los enfermos de ébola en el brote de 2012 en República del Congo y en esta ocasión ha pasado varias semanas haciendo lo propio en Guinea.

Los últimos ataques a hospitales se han producido en Liberia pero no son los primeros. En Sierra Leona o Guinea se han sucedido las amenazas y las incursiones. En los centros de MSF donde ha estado Alías no se ha dado ninguno de estos asaltos pero sí han recbido amenazas y rumores.

La enfermera explica que, además de los ataques, se producen muchos episodios de hostilidad a la hora de realizar el seguimiento de los posibles afectados. “Cuando tienes un caso confirmado haces una lista de personas con las que el enfermo ha tenido contacto y mantienes un seguimiento y control de ellas durante tres semanas para comprobar si han entrado en un proceso de incubación de la enfermedad”, cuenta. Los problemas llegan a la hora de acceder a las poblaciones para tomar la temperatura y efectuar los controles: “nos encontramos con barreras y barricadas que nos impiden el paso”.

Por otro lado, existe otro problema relacionado con la aceptación de la enfermedad: los funerales. El contacto con los muertos a causa del ébola son una de las principales fuentes de contagio y por eso las ONG prestan mucha atención a prevenir la expansión de la epidemia durante los entierros. “No entienden que no se pueda entrar en contacto con el muerto, ni que haya que tomar tantas medidas de seguridad”.

Liberia y Sierra Leona siguen desbordados

Mientras tanto, desbordados por el rebrote de la enfermedad, en Liberia se han visto obligados a tomar medidas extremas. La presidenta, Johnson Sirleaf, declaró hace unos días el toque de queda nocturno y el pasado lunes el jefe adjunto del Estado Mayor Liberiano dio órdenes a las fuerzas armadas de disparar a todos aquellos que intenten cruzar la frontera durante la noche. Después de que se cerrara la frontera con Sierra Leona para prevenir el contagio, muchos han intentado cruzar ilegalmente el río que separa los dos países para escapar de la enfermedad, la mayoría, sierraloneses hacia Liberia.

En Sierra Leona, aunque con mayor capacidad de respuesta que Liberia, continúan con serias dificultades para detener la infección del virus, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha mostrado moderadamente optimista con la situación en Nigeria. En una posición similar se encuentra Guinea-Conakry, la OMS considera que la situación en el país donde se originó el estallido ha mejorado gracias a “una mayor conciencia pública de los hechos”: 26 poblaciones que se mostraban reacias a recibir ayuda exterior han accedido finalmente a la asistencia.

En todo caso, y pesar de que el riesgo de un rebrote es posible, la organización sanitaria reitera que la detección, control, rastreo y contención de las personas infectadas es la mejor herramienta para prevenir la expansión de la enfermedad. Y lanza un mensaje final: “Un positivo no es una automática sentencia de muerte”.

Según el último recuento la epidemia se ha cobrado la vida de 1.229 personas y ha infectado a 2.240 en África Occidental.

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