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El héroe que venció al 'comecocos' ahora se dedica a vender salsas

Billy Mitchell, a la derecha, junto a dos de sus fans

José Manuel Blanco

Esta es una historia de perseverancia. La perseverancia que llevó a Billy Mitchell a conseguir la mayor puntuación posible jugando al Pac-Man y la misma con la que ahora, retirado de las competiciones, aconseja a los que quieren seguir su estela y romper récords en el mundo de los videojuegos. Pero los 'comecocos' no son los únicos protagonistas de este relato: también hacen su aparición estelar Donkey Kong y un puñado de salsas.

Década de los 80 del siglo XX. Las máquinas de 'arcade' comienzan a triunfar en todo el mundo. El escritor británico Martin Amis, que se rindió a ellas hasta convertirse en un adicto, hace un retrato descarnado y lleno de matices de aquella época. Los videojuegos tenían que compartir espacio con las máquinas de ‘pinball’. Billy Mitchell era un forofo absoluto: “Cuando empezaron a volverse sumamente populares, yo seguí jugando al 'pinball' y, básicamente, los ignoré”, explica a HojaDeRouter.com

Sin embargo, era imposible zafarse de aquella influencia (“estaban llevando a más y más gente a los salones recreativos”), y pronto empezó a competir y a obtener sus primeros récords. Durante más de 20 años, sus logros fueron muchos y siempre destacables. En 1984 obtuvo la asombrosa cifra de 7.881.050 puntos en BurgerTime, el juego de un cocinero que intenta preparar hamburguesas en el orden correcto: el pan, la lechuga, la carne… No sería el único en el que triunfara: con Centipede, disparando a unos gusanos que se trasladaban por toda la pantalla para aniquilarlos, consiguió más de diez millones de puntos.

“El primer juego al que jugué fue Donkey Kong”, recuerda ahora. Las aventuras del fontanero Mario al rescate de la princesa le llevarían a establecer su primer récord de puntuación en 1982, y una rivalidad con el jugador Steve Wiebe que se recogió en el documental 'The King of Kong: A Fistful of Quarters', de 2007.

Analizando a los fantasmas

El episodio en que Billy alcazó fama mundial se produjo en 1999. Hacía ya tiempo que se había rendido a la simplicidad de un círculo amarillo que comía bolas mientras unos fantasmas lo seguían para devorarlo: Pac-Man, todo un icono de la cultura pop y de las máquinas recreativas, lo había cautivado. Tantas horas pasaba jugando que llegó a entender que el juego no era nada aleatorio y que incluso los fantasmas, que podían parecer simples líneas de código, tenían su propia personalidad.

De acuerdo con sus conclusiones, el rojo, el que se encuentra fuera del rectángulo central cuando comienza el juego, está pendiente de tu posición todo el rato, mientras que el azul se mueve fijándose en tu posición y en la del rojo. Cuando llegó a todas estas conclusiones “fue un momento raro”, reflexiona. “Reconocer esas reacciones” significaba “controlar esas reacciones, más control del juego”, y por lo tanto mayor habilidad para obtener puntos. “Cada desplazamiento y cada pantalla tenían un ritmo diferente”. Todo ese conocimiento fue esencial.

Regresamos a 1999. Concretamente al 3 de julio. Ese día, con 33 años y tras seis horas de juego en New Hampshire, Billy consigue terminar la partida perfecta de Pac-Man: obtuvo los 3.333.360 puntos que solo se pueden sumar tras comerse todas las bolas, frutas y fantasmas de los 256 niveles del juego. Tal hazaña sucedía en el viente aniversario del juego, y Billy, mientras tanto, regentaba los negocios familiares en Florida.

Lo entrevistaron de todos los rincones del mundo (“países de los que nunca había oído hablar”) e incluso viajó a Tokio, donde conoció a los gerifaltes de la industria del videojuego y lo nombraron el mejor jugador de videojuegos del siglo. Hubo tiempo incluso para conocer a los creadores de Pac-Man. La visita fue una sorpresa para todos.

Entre fogones y salsas

Billy se reunió con Toru Iwatani, el padre de Pac-Man, y el resto del equipo creativo. Según ha contado el propio jugador, Iwatani no sabía que era posible alcanzar una puntuación de 3.333.360 puntos ni que los fantasmas tenían una personalidad propia. “Ellos simplemente ejecutaban programas, y no siempre sabían cómo iban a funcionar juntos”. Por no saber, no sabían ni por qué se estaba produciendo el famoso 'glitch' de la pantalla final, de la que solo se veía una mitad. “Les conté mi teoría de que el juego se quedaba sin memoria en ese momento. Se encogieron de hombros”.

Desde aquella inolvidable experiencia han pasado 16 años. ¿Sigue siendo un hacha de los videojuegos? Ya no. Entrando en la cincuentena, Billy se dedica en exclusiva a gestionar los negocios familiares: una empresa de salsas y varios restaurantes en Florida. La juventud quedó atrás (“cuando tenía 17 o 18 años, no tenía de qué preocuparme en el mundo”) y dedicarse a jugar no es una opción para un “adulto responsable”, que tiene que sacar adelante su negocio con menos tiempo para cultivar las aficiones.

Esto no le impide dar su opinión sobre la industria: “Los juegos de hoy son completamente diferentes a los de ayer. Los juegos de hoy no son ni de lejos más difíciles que los de ayer. Los juegos de hoy cuentan una historia, juegas en tu casa durante mucho tiempo. Los juegos de los 80 simplemente querían llevarse tu dinero. No te quedaba otra elección”.

También tiene un consjeo para los que juegan actualmente y quieren destacar en los campeonatos. Volvemos al comienzo de esta historia: “La verdad es que la perseverancia es el principal componente”. Recomienda, para motivarse, crear una gráfica en la que anotar las puntuaciones alcanzadas cada semana. Tras un tiempo, “mira cómo tu puntuación crece”: el camino al éxito ya está sembrado.

Y no, su juego favorito no es Pac-Man. Es Donkey Kong. ¿Por qué? “Por la calidad” de su planteamiento. Lo sentimos, viejo y querido 'comecocos'.

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Las imágenes que aparecen en este artículo son propiedad de Florence Ivy (1 y 2)

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