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Sobre este blog

Este blog pretende ser la primera ventana a la publicación de los futuros periodistas que ahora se están formando en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la UPV/EHU. Son las historias que los propios estudiantes de periodismo proponen a nuestros lectores.

La vida desde un comedor social de Bilbao

Los comedores sociales contribuyen a la cohesión social.

Cristina Valbuena

La calle Manuel Allende tiene muchos rincones. Está en Bilbao, en la zona de Indautxu, tradicional residencia de gente pudiente o al menos desahogada económicamente. Fernando Amo Moreno, de 56 años,  no está entre ellos: frecuenta el número 10 de la calle, Damas Apostólicas, comedor social de hace más de 50 años y también centro de día para los desfavorecidos.

La historia de Fernando, originario de Santurtzi, está marcada por los 13 años que fue consumidor de heroína y cocaína, etapa a la que decidió poner fin con su fuerza de voluntad y sin ayuda, encerrándose en casa hasta disipar el mono del vicio que enterró en 1997. Su orgullo, como relata apoyado en una silla de la sala de actividades del centro, le ha separado de su familia hasta tal punto de encontrarse en una situación que ellos desconocen y que empezó el día que se separó de su mujer, en 2014.

Aparte de un plato de comida para alrededor de 150 personas, el centro Damas Apostólicas, que recibe una subvención anual del Ayuntamiento de Bilbao de 280.000 euros a través de Cáritas Diócesanas,, ofrece una sala de estar con televisión, duchas, lavandería y sala de ordenadores.

Además de la subvención municipal, el centro pervive por las aportaciones de ciudadanos,  de los productos, pinchos y pasteles “de todos los colores”, como los describe Fernando, que aportan supermercados, bares y pastelerías de la zona, el Banco de Alimentos y de la Diputación. Así lo explica Laura Ruiz, de 41 años. Actualmente trabaja de educadora social en el centro de día y en el comedor, cumple este cometido desde hace 15 años, aunque anteriormente hizo labores de voluntariado que le derivaron a su puesto actual. Su labor consiste en realizar tutorías y atender a las demandas de los asistentes. A pesar de que el aumento de comensales haya registrado un crecimiento del 33%, asegura que la demanda se cubre a la perfección.

Aunque el centro sea mixto y atienda a mujeres y hombres, mayoritariamente son hombres los que reciben los servicios. De hecho, la fundación declara que, de las 459 personas que fueron atendidas en el primer semestre del año pasado, el 95% eran hombres, siguiendo la tendencia de años anteriores. En cuanto a la nacionalidad, el 67,1% son extranjeros (marroquíes, argelinos, portugueses, bolivianos, nigerianos y rumanos mayoritariamente).

Voluntarios

Luis Fernando Bernal Medina es un joven boliviano de 36 años que, aunque le falte comida, dinero, trabajo, casa, su tierra y sus hijas, su única preocupación es la enfermedad neurodegenerativa que sufre: esclerosis múltiple. Luis Fernando tiene dificultades para hablar y para moverse. Asimismo, recibe un tratamiento largo y totalmente gratuito en España que de ninguna manera podría recibir en su país de origen, entre otras cosas, porque “el atraso de la medicina en Bolivia permitiría que la enfermedad avanzara demasiado rápido”.

Los voluntarios tienen un papel importante en el centro. Además de comida, aportan esperanza a gente como Fernando Amo y Luis Fernando Bernal.  En la cocina aguarda Nieves Martínez de Falcón, entre otros cuantos, jubilada de 61 años veterana en el voluntariado. Aunque lleva menos de un año en las Damas Apostólicas de Bilbao, esta exfuncionaria del Gobierno vasco participa también en un Centro de Recursos para Personas Mayores de Cruz Roja, bautizado como Pausoka (paso a paso, en euskera). “Mi deseo es devolver a la sociedad la suerte que he tenido de cobrar una buena jubilación y haber vivido cómodamente”, confiesa Nieves.

Ahora Fernando Amo Moreno busca piso en el que alojarse con su novia y sueña con poder pagarlo con los 800 euros mensuales que dispondrá.  “El día 26 de agosto me vuelvo a casar, lo tengo muy claro”, anuncia, con una muesca de felicidad que sale de sus facciones desaliñadas y cansadas.

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