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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

Menos derechos laborales y menos sindicatos: menos ciudadanos

Ignacio Urquizu

Como ya argumentase T. H. Marshall en su ensayo Ciudadanía y Clase Social, ser ciudadano sólo es posible si reunimos tres tipos de derechos: civiles, políticos y socioeconómicos. Cada sociedad ha seguido trayectorias distintas en su camino hacia la ciudadanía. En España, por ejemplo, no sería hasta los años 80 cuando logramos ser ciudadanos de pleno derecho, mientras que en muchos países de nuestro entorno lo lograron tras la II Guerra Mundial.

Considerar que los requisitos de ciudadanía se circunscriben a estos tres tipos de derecho tiene dos implicaciones relevantes. Por un lado, bajo este prisma, el Estado del bienestar se aproxima más a una concepción liberal que a una marxista o socialista. Los individuos no tienen derecho a la educación o la sanidad por pertenecer a una clase social determinada, sino por el mero hecho de ser personas, ciudadanos. Por otro, la pérdida de derechos sociales y económicos no sólo aumenta las desigualdades, sino que además nos hace menos ciudadanos.

En la Fundación Alternativas acabamos de publicar nuestro Informe sobre la Democracia en España 2013. Es un anuario político que cumple ya con su séptima edición. En él, año a año analizamos la calidad de nuestra democracia. Para ello, junto a una serie de capítulos analíticos, también incluimos una encuesta a expertos. Durante el 2012, uno de los mayores deterioros que observan los analistas consultados es la pérdida de derechos por parte de los trabajadores, así como de su libertad sindical. ¿Por qué ha sucedido esto? El Informe apunta a dos direcciones: “Por un lado, la precarización de los derechos de los trabajadores y, por otro, la ofensiva contra los sindicatos realizadas desde diversas instancias” (IDE 2013, Fundación Alternativas, p. 231).

Si seguimos los argumentos de Marshall, un ataque al sindicalismo es una forma de reducir nuestros derechos de ciudadanía. Por lo que indican los datos, eso es lo que ha sucedido en España durante el último año.

Una parte de este ataque se explica por prejuicios ideológicos. Los conservadores han aprovechado la crisis económica para realizar una ofensiva contra los representantes de los trabajadores. La imagen que se viene trasladando de los sindicalistas desde los medios de comunicación conservadores responde a esta estrategia ideológica.

Junto a esta ofensiva, también encontramos argumentos algo más “técnicos”. Una parte de los economistas también parecen molestos con el sindicalismo. Para ellos es una cuestión de rigidez del mercado laboral. Argumentan que si queremos caminar hacia una mayor flexibilidad, es necesario reducir el poder de los sindicatos. Pero como nos recordaba José Ignacio Torreblanca en su blog: “los economistas tienden a ignorar las consecuencias políticas de sus decisiones”.

Es cierto que los sindicatos no pasan por su mejor momento. El gráfico 1 muestra el porcentaje de personas afiliadas a los sindicatos en la OCDE[i] y en España. Tres son las conclusiones relevantes. En primer lugar, la evolución en los países desarrollados ha pasado de un aumento de la afiliación entre los años 60 y 80, donde la media alcanzó casi el 45 por ciento, a encontrarse en estos momentos ligeramente por encima del 25 por ciento. En segundo lugar, en España ha sucedido algo parecido, sólo que en momentos distintos del tiempo y con cifras muy distintas. Así, mientras que en los años 80 la afiliación a los sindicatos aumentó notablemente, desde principios de los 90 no ha hecho más que disminuir. Y, en tercer lugar, la pertenencia sindical española se encuentra notablemente por debajo de la media de la OCDE. En España, en el mejor de los momentos se situó en el 18 por ciento, estando esta cifra en la actualidad en el 16. Los datos españoles contrastan mucho con los países nórdicos donde, por ejemplo, en Suecia la afiliación sindical se ha situado entre el 66 por ciento (1966) y el 84 por ciento (1993). En Noruega, la pertenencia a sindicatos nunca ha bajado del 50 por ciento. De hecho, España tiene una de las medias más bajas junto con Estonia, Korea y Turquía. En cambio, las cifras más altas de afiliación sindical las encontramos en los países más igualitarios: Islandia, Suecia, Dinamarca y Noruega.

Pero, ¿cuál es la consecuencia de una mayor afiliación sindical? El Gráfico 2 muestra la relación por países entre el porcentaje de personas que están afiliados a un sindicatos y el grado de desigualdad[ii]. Cada uno de los puntos representa un país de la muestra en un momento distinto del tiempo[iii] y la recta nos permite adivinar la tendencia que sigue la asociación entre estas dos variables. La conclusión es evidente: cuanto mayor es la afiliación a los sindicatos en una sociedad, mayor es su grado de igualdad.

Seguramente, algún lector más experto me diga que correlación no es causalidad. Por ello, he realizado diferentes regresiones[iv] y en todas ellas la capacidad explicativa del sindicalismo sobre la desigualdad es muy significativa, teniendo un gran impacto. De hecho, los datos estadísticos muestran que es mucho más relevante la fuerza del sindicato que la ideología del gobierno a la hora de explicar la desigualdad.

En definitiva, el ataque que viene sufriendo el sindicalismo en nuestro país no sólo está reduciendo nuestros derechos de ciudadanía. Además, sus consecuencias pueden ser nefastas en el corto y medio plazo. Si ya la crisis está teniendo efectos devastadores al aumentar la pobreza y al incrementarse las diferencias entre ricos y pobres, además nos va a dejar una sociedad donde los ciudadanos van a tener menos instrumentos para defenderse.

[i] Los países utilizados en la muestra son: Alemania, Australia, Canadá, Dinamarca, EEUU, España, Finlandia, Francia, Holanda, Irlanda, Italia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Portugal, Reino Unido, Suecia y Suiza.

Utilizando los datos suministrados por la OCDE, se ha estimado la tendencia que siguen los porcentajes de afiliación desde 1960 en estos 18 países.

[ii] La desigualdad se mide como el porcentaje de la renta nacional que tiene el 10 por ciento más rico de la sociedad en cada momento del tiempo.

[iii] Se ha utilizado la misma muestra que aparece en la nota 1.

[iv] Se han realizado regresiones lineales simples y panel. Dentro del panel, se han hecho diferentes modelos donde se asumían efectos fijos, efectos aleatorios y también se han incluido retardos.

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