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Dos millones de españoles emigrados: los que se ven y los que no se ven

Beatriz decidió irse de España porque no encontraba trabajo y lleva viviendo en Ámsterdam casi tres años

Marta Borraz

Beatriz decidió dejar España porque no encontraba trabajo. A esta licenciada en Publicidad de 29 años solo le ofrecían prácticas sin remunerar o cobrando 150 euros mensuales. Después de intentarlo durante ocho meses, cogió las maletas rumbo a Amsterdam, donde lleva viviendo casi tres años. “Me era imposible aceptar esas condiciones porque además eran contratos a jornada completa, lo que me imposibilitaba poder buscar otro trabajo para pagar mis facturas”, sostiene.

Al principio no le fue fácil encontrar empleo porque muchas compañías le pedían hablar holandés o eran reacias a contratar a alguien que no hubiera trabajado antes en el país. Sin embargo, al final entró a formar parte de una pequeña empresa como diseñadora visual, donde estuvo un año y medio.

Esta leonesa es uno de los 2,1 millones de españoles que, según los datos difundidos este miércoles por el Instituto Nacional de Estadística, residen en el extranjero a fecha 1 de enero de 2015. Una cifra que se ha incrementado un 6,1% con respecto al año 2014 y que es un 48% más alta que los 1,4 millones que vivían fuera de nuestro país en 2009. En el último año, casi 125.000 españoles han engrosado el flujo de emigración. Sin embargo, en estos datos no están reflejados todos los que son.

Las estadísticas oficiales sobre emigración española se basan exclusivamente en las bajas padronales, que se registran si los emigrados se dan de alta en los consulados de España en el exterior. Es el caso de Beatriz, que ha decidido empadronarse en Amsterdam porque se plantea quedarse varios años más a vivir allí. Actualmente se encuentra desempleada, pero está haciendo los trámites necesarios para convertirse en autónoma, pues, según afirma, le facilitará encontrar más oportunidades laborales. “Aquí ser autónomo no tiene las dificultades que tiene España, las tasas que pagas dependen de lo que hayas cobrado en trabajos anteriores”, comenta.

Tras estudiar un curso de Formación Profesional en diseño gráfico y la carrera de Publicidad en A Coruña, decidió especializarse y realizó un máster de Creatividad Publicitaria en Valencia. A pesar de su alto nivel de formación y de su experiencia en el sector –había realizado prácticas en reconocidos estudios de publicidad– ninguna empresa afincada en España quería apostar por ella. Ante la falta de horizontes decidió poner rumbo a Holanda para comenzar allí una nueva vida. “Al principio fue un poco duro”, apunta, pero tuvo la suerte de coincidir con compañeros de piso que le ayudaron a abrirse un hueco en la ciudad.

Lo que esconden los datos

Los datos facilitados por el Instituto Nacional de Estadística evidencian que de 2008 a 2012 225.000 españoles como Beatriz abandonaron el país para residir en el extranjero. Sin embargo, algunos expertos reconocen que estas estadísticas son muy poco precisas. Según el estudio La nueva emigración española, elaborado por la Fundación Alternativas, la cifra alcanzaría las 700.000 personas.

Una diferencia muy elevada que Amparo González-Ferrer, investigadora del Instituto de Economía Geografía y Demografía del CSIC y autora del informe, justifica por el hecho de que “no hay prácticamente nada que te impida llevar una vida normal y plena en el extranjero aunque no te inscribas en el consulado”. Entre 2012 y 2015, el INE contabiliza que la emigración española se ha situado en 480.000 personas. A pesar de que no hay datos elaborados por organismos independientes para este periodo, cabe pensar que son muchas más. “Si no puedes o no quieres inscribirte como residente en el país de destino puedes hacerlo como no residente, con lo que evitas que te den de baja en España”, comenta González-Ferrer.

Es el caso de Paloma, una de las emigrantes que no existen en las cifras oficiales difundidas por el INE. Ella, que está graduada en Periodismo, decidió dejar España en 2013 después de realizar prácticas en tres medios de comunicación diferentes. La falta de oportunidades laborales y también las ganas de aprender inglés empujaron a esta madrileña de 24 años a irse a vivir a Manchester aprovechando que una amiga de la universidad había emprendido el viaje unos meses antes. Al llegar comenzó a trabajar de camarera en una cadena de cafés, pero su objetivo era encontrar un empleo relacionado con su sector. “Durante los primeros meses tuve algunos bajones, siempre fue por echar de menos a mi familia y amigos y además porque te das cuenta que cuando te vas fuera, te vas con todo, con lo bueno y lo malo”, relata.

Tras varios meses estudiando inglés en una academia y varios intentos de conseguir el nivel mínimo que le exigían para comenzar un máster, finalmente consiguió entrar en la Universidad de Cardiff para especializarse en la rama de comunicación política. Actualmente no está trabajando, pero al finalizar sus estudios comenzará a buscar: “He visto ofertas en las que puedes llegar a cobrar hasta 40.000 libras anuales en un puesto elevado, algo que es alcanzable porque aquí las empresas funcionan por méritos”.

A Paloma las estadísticas del INE no la cuentan porque ha decidido no realizar los trámites necesarios para inscribirse en el consulado. Según González-Ferrer esto ocurre porque apenas conlleva beneficios, “ni siquiera te asegura poder ejercer el voto por correo, ya que con cierta frecuencia la papeleta no llega a tiempo”, dice. En segundo lugar, la inscripción como residente en el extranjero conlleva la baja en el padrón de España, por lo que, entre otras cosas, no se podrá disponer de médico de cabecera cada vez que la persona regrese. Esta es la razón que ofrece Paloma: “Es un lío burocrático porque me quitan la Seguridad Social en España”, comenta.

Falta de oportunidades laborales

La pregunta del millón es si los emigrantes volverán algún día. Según el informe elaborado por la Fundación Alternativas “lo habitual es que la aventura migratoria se prolongue por varios años, solo entre un 20% y un 50% volverían en los cinco años siguientes a su marcha”. Es el caso de Beatriz, que ya lleva tres años viviendo en Holanda y que de momento no se plantea volver a España. “Estoy muy enamorada de Amsterdam, es una ciudad preciosa, pequeña e internacional donde hay muchas oportunidades profesionales”, dice ilusionada. Por otro lado, “el escenario laboral en España no ha cambiado mucho desde que yo me fui”, remarca.

Beatriz y Paloma son ejemplos de emigrantes que podrían englobarse en la llamada “fuga de cerebros”, pues no se habrían ido si en el momento de terminar sus carreras hubieran podido disfrutar de oportunidades laborales en España. Una situación que también afecta a los españoles nacidos en otros países. De hecho, de los 2,18 millones de emigrados que hay registrados en 2015, un 59,7% ha regresado a su país de origen. Los mayores incrementos de españoles residentes en el extranjero se han producido en Ecuador –un 27,6% más–, Bolivia –23,4%– y Colombia –20,9%–, países de los que precisamente procedían muchos de los residentes en España que llegaron durante los años de bonanza.

A pesar de que el Gobierno haya intentado en algunas ocasiones minimizar el impacto de la emigración de españoles, incluso hablando de “movilidad exterior” o “impulso aventurero” de los jóvenes, el fenómeno no ha dejado de aumentar desde 2009. Para González-Ferrer, si de algo sirven las estadísticas oficiales es para arrojar luz sobre las variaciones anuales: en 2012 había 1,8 millones de españoles viviendo en el extranjero; en 2013 eran 1,9 y en 2014, algo más de dos millones.

No obstante, la “inutilidad” de los datos oficiales podría darse la vuelta. “El Gobierno debería mejorar la medición de este fenómeno, que se ha mostrado creciente”, comenta la investigadora. Reino Unido, por ejemplo, ha diseñado un sistema de encuestas que cuantifica las entradas y salidas del país en el momento en que se producen. De esta forma, y aunque solo sea estadísticamente, los datos oficiales dejarían de ser una forma de subestimar la emigración española.

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