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Un nuevo DRM para HTML5 pondrá a la web al servicio de la industria

Un nuevo DRM para HTML5. Retorcer el nuevo estandar de la web para favorecer a la industria

Fran Andrades

Si el estándar de la web que conocemos hasta hoy en día se puede definir por algo es precisamente por su apertura y las posibilidades que esta nos ofrece. La idea de establecer un estándar común parte de la concepción inicial de permitir que converjan los desarrollos en un formato compatible y universal. Así el lenguaje HTML se ha convertido en la base que cimenta buena parte de nuestra forma de entender Internet.

Esa idea es la que rige en el consorcio establecido para velar por la mayor compatibilidad posible de este lenguaje, el World Wide Web Consortium (W3C). Este se define en sus principios por su apertura, compatibilidad y la capacidad de mostrar una igualdad en la ejecución de sus contenidos indistintamente de la plataforma que se emplee.

HTML5: Un estándar web en peligro

HTML5: Un estándar web en peligro

La nueva definición de este estándar, una evolución de los precedentes con implementaciones que mejoran sensiblemente sus capacidades generales están siendo descritas en su nueva versión, denominada HTML5. Sin embargo, la industria de la producción y comercialización de contenidos digitales está presionando para que el W3C encargado de definir los parámetros de dicho lenguaje, permita incluir el DRM (Digital Rights Management), una restricción a contenidos mediante pago en su estándar. Ya en anteriores ocasiones hemos señalado cómo éste es un objetivo de control al que nunca han renunciado los sectores mas interesados de conglomerado productor y distribuidor.

En concreto, el nuevo caballo de troya de esta industria se denomina EME (Encrypted Media Extensions) y permitirá restringir el acceso a contenidos desde la raíz misma de la web, para que diversos vídeos solo puedan ser vistos en función a los términos prefijados por sus gestores.

Aplicar restricciones a un estándar para favorecer a una industria inadaptada a la realidad es un concepto defectuoso de partida. Tratar que una entidad que tiene su razón de ser en ofrecer un formato unificado y universal ceda de esta forma a la industria deja en entredicho su labor y pone en cuestión todo el mecanismo de elaboración de este y deja un lastimoso rastro del poder que este lobby es capaz de ejercer.

La jaula dorada de una industria fuera de lugar

La jaula dorada de una industria fuera de lugar

Los tiempos más recientes no han dejado de acumular ejemplos en los que los propietarios de los derechos de contenidos digitales han tratado de imponer restricciones a su acceso que siempre pasaban por el pago previo.

La guerra encabezada primero por Apple contra Flash, directamente erradicado de sus dispositivos sin posibilidad de alternativa sugería que donde no hay negocio no hay identidad. La justificación técnica definía el futuro bajo el estándar HTML5 y su posibilidad de incrustar vídeo directamente sin los problemas de seguridad y carga de procesos de un Flash que aunque obsoleto seguía siendo la base de multitud de contenidos de la web, YouTube entre ellos.

Las acusaciones a los responsables del consorcio W3C se han multiplicado al conocer la forma de plegar un desarrollo universal a unos intereses tan particulares y de un modo tan fuera de lugar. Tras la derrota de SOPA y PIPA, la industria parece querer retorcer la propia raíz de la web en beneficio propio.

Los documentos publicados acerca de cómo se va a estructurar EME dentro de la web, detallan el entramado de conexiones necesarias para que pueda llegar a ser funcional. Dado que el estándar en sí mismo no puede definir la restricción, debe incorporar la manera de llamar a las bases de datos de los que restringen los contenidos y fijar un parámetro de conexión, mediante pluggins de navegador. Toda una sobrecarga de código y conexiones para garantizar que el cierre de contenidos pueda ser llevado a todas partes y no solamente mediante accesos a sitios web concretos. Resumiendo, tendríamos que validarnos para ver contenidos insertados en páginas, como vídeos, desde una conexión externa donde nos autoricen al comprobar nuestro pago. La proliferación de pluggins y de conexiones no necesarias entorpecerán la navegación y ralentizarán el empleo de aplicaciones integradas.

Ciertas voces a favor justifican esto como una manera ampliar los parámetros de la nueva web mediante un conjunto de APIs y componentes JavaScript. Parece que estas actúan en la misma dirección que Netflix, Google y Microsoft, que apuestan abiertamente por los parámetros de EME, una vez dados por sentenciados Flash y Silverlight.

Reconocidos activistas como Cory Doctorow consideran inadmisible esta injerencia de la industria en la base de las comunicaciones en la red. Por su parte, colectivos como la Electronic Forntier Foundation (EFF) y la Free Software Foundation (FSF) , iniciaron una campaña en contra de esta. Su definición como fantasía de control por parte de la industria de contenidos que ya ha fracasado en otros intentos como Flash y Silverlight es esclarecedora. También afirman que se abre una puerta trasera para obligar al empleo de software propietario y que esta inyección del DRM en la raíz del estándar web pone en peligro toda la red.

Se abre las puertas a otro debate. Si esta implementación es propietaria no podrá ejecutarse en navegadores de código abierto, como el caso de Firefox. De lo contrario, difícilmente podrán establecerse restricciones de código que no puedan ser sorteadas mediante sencillos pluggins en el navegador. Conocido el apoyo de google a EME y tras saber que su inicio en los canales de pago en YouTube, será interesante ver la evolución de Chrome y cómo Chromium, su plataforma abierta, puede confrontar con la versión “validada” de dicha compañía.

La peor parte del asunto es que sabemos todos estos movimientos fragmentaran la web en aplicaciones dejando de lado la aspiración de un lenguaje universal adaptable a funciones multidispositivo para satisfacer a una industria de los contenidos que opta por restringir en lugar de adaptarse.

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