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OPINIÓN | 'A paladas', por Antón Losada

Te grabaron cuando cobrabas mordidas, y lo sabes

Alfonso Rus, presidente de la Diputación de Valencia.

Isaac Rosa

Así es: mientras cobrabas una mordida por facilitar una licencia o amañar un concurso público, te grabaron. Se te oye perfectamente, es tu voz. Y si te empeñas en negarlo, que sepas que también hay vídeo. Y eres tú, sin duda.

Eh, tú también. Sí, tú, el que desviaba dinero público y favorecía a empresarios amigos. No te hagas el tonto. Todas tus conversaciones telefónicas se grabaron. Todas.

Y tú, ese otro que se toca nervioso el nudo de la corbata. Sí, tú, el que financiaba al partido y de paso se llevaba un pellizco. Hay un par de vídeos donde cuentas a tu interlocutor cómo funcionaba el tema, con pelos, señales y risas, muchas risas.

Ah, a ti también. Sí, me refiero a ti, la que va de inmaculada y no sabía lo que pasaba a su alrededor. Que sepas que tu tumba política tendrá forma de grabación clandestina.

Así es, corruptas y corruptos de España: todo está grabado. Todo. ¿Qué os esperabais, necios? Es de primero de Corrupción llevar una grabadora o cámara escondida cuando vas a reunirte con un granuja. Es un seguro de vida, a nadie se le ocurre pagar una millonada o participar en un chanchullo sin garantizarse una vía de escape, y ninguna mejor que una pistola humeante. En este negocio todos os tenéis cogidos a todos. La destrucción mutua asegurada. O el chiste del dentista, si prefieres.

Todo está grabado, y todo se difundirá. Una ley tecnológica no escrita asegura que todo lo que se graba acaba por salir a la luz tarde o temprano. Es como hacerte una porno casera con tu pareja, hay que ser imbécil: aunque tú creas que está seguro en tu ordenador, algún día será viral. No digamos ya si compartes una foto comprometedora por teléfono con alguien de confianza. Pues con las grabaciones de corruptos, igual: una vez hechas, se vuelven indestructibles e incontrolables, y tu única esperanza es que salgan más tarde que pronto.

Os imagino nerviosos cada vez que aparece una nueva grabación. La del presidente madrileño chalaneando con dos policías, la del presidente de la Diputación valenciana contando billetes. “La próxima, ¿será la mía?”. Te cuesta dormir. Haces repaso de tus últimos años, recuerdas situaciones de riesgo. ¿En cuál de ellas te grabaron? ¿Quién llevaba el micrófono? ¿En qué manos habrá acabado?

Asúmelo: este año llevas todas las papeletas para que te toque. Es tiempo de puñaladas, de sálvese quien pueda, de soltar lastre y del juego de la silla. Hay muy poco para repartir, y mucho miedo a que otros lleguen y abran cajones y levanten alfombras. Hay quien ya no tiene nada que perder, y quien no está dispuesto a comerse todo el marrón mientras que tú te vas de rositas. Hay cintas que queman en las manos, que piden a gritos llegar en un sobre anónimo a una redacción.

No sabemos si la tuya saldrá mañana mismo, o el mes que viene, o dentro de un año. Lo único seguro es que te grabaron, y que acabará difundiéndose. Y lo sabes.

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