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El 15M en Andalucía y lo que el tsunami dejó en la orilla: “Nuestros hijos beberán de aquello”

Protesta del 15M en Málaga

Néstor Cenizo / Javier Ramajo

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Una década después del 15 de mayo de 2011, su rastro, más que en las instituciones, hay que seguirlo en la conciencia política de quienes le dieron forma. La espontánea rebelión callejera provocó un tsunami cuya onda expansiva ha acabado llegando al presente: en forma de presencia institucional, en la aparición y consolidación de nuevos movimientos sociales, y en la trayectoria de un buen puñado de personas en la vida pública, entendida más allá de los cauces estrechos por los que a veces discurre la política clásica.

Solo el tiempo permite tomar perspectiva. En aquellos días, muchos estaban convencidos de que el mundo cambiaría en las plazas. “Había ingenuidad en cuanto a la fuerza del sistema para doblegar los cambios”, admite Ysabel Torralbo: “Veías que la gente quería que todo cambiase en tres días. Por eso, siempre dije que teníamos que darnos cuenta que íbamos a tener muchos fracasos, porque nuestras aspiraciones eran muy altas, y que había que cuidar lo afectivo”.

Diez años después, puede que el mundo no cambiara del todo, pero sí lo hicieron muchas personas, que descubrieron que era posible sacar la política de los despachos para devolverla a la calle.

Auge y caída de los “ayuntamientos del cambio”

Torralbo representa una de las salidas naturales del activismo del 15M: la política institucional, convertida para el movimiento en un foco de atracción y repulsión al mismo tiempo. De 2015 a 2019 fue una de las cuatro concejalas de Málaga Ahora, un partido asambleario de corte municipalista, inicialmente vinculado a Podemos, que se desvaneció en los siguientes comicios. “Intentamos meter las preocupaciones cotidianas, pero el cuerpo social no está para asimilar eso y la institución no te deja: expulsa a cualquiera que no juegue a las normas que interesan”, opina hoy.

Fue precisamente la falta de encaje con el partido morado la que acabó provocando la pérdida de pie con su base social. Con todo, Torralbo cree que el impulso democrático llegó a los ayuntamientos y a otras instituciones, también de la mano de Podemos, partido del que se desvinculó a mitad de mandato municipal. “Las instituciones ya no son un coto cerrado”, resalta.

También en el Ayuntamiento ha acabado Nicolás Sguiglia, por entonces compañero de Torralbo en Democracia Real Ya y La Casa Invisible, y hoy uno de los tres concejales malagueños de la confluencia de Izquierda Unida y Podemos (de cuya ejecutiva andaluza forma parte). Sguiglia defiende el valor de la representación institucional alcanzada por el movimiento: “Se habla de que era reacio a los liderazgos y a la política institucional, y creo que eso no es cierto del todo. Parte del 15M veía como algo útil o deseable la renovación de los referentes públicos, también en la vía institucional, y Alberto Garzón, Ada Colau o Pablo Iglesias generaron un nivel de apoyo enorme. El ”no nos representan“ no era ”no entremos en la política institucional“”.

El 15M no solo gestó nuevos espacios, sino que también “sacudió” los ya existentes: “Ahí están las primarias como hecho relevante en los partidos y la contribución a un cambio generacional”, destaca Sguiglia, que añade en el plano sociológico la importancia del “proceso de politización” de amplias capas de la sociedad, “con un nivel amplísimo de consenso”. Eran días en los que se publicaban encuestas que reflejaban la simpatía de hasta el 80% de los ciudadanos con el 15M. “El movimiento demostró capacidad de llegar a unas capas sociales que entonces la izquierda no alcanzaba. Abrió muchas vías de desarrollo y expresó un potencial que se podía desplegar a muchos niveles”.

Nuevos movimientos sociales

Más nítida aún es la influencia en los movimientos sociales y en pequeñas iniciativas donde prima lo cotidiano. Como resalta Violeta Cabello (37 años), el 15M fue el estallido de algo más que un “asalto institucional”. Elena Cayero (30 años) cree que muchos movimientos desaparecieron muy rápido tras la vorágine, pero algunos rasgos calaron a fondo en la cultura asociativa: “Han quedado las dinámicas asamblearias, el lenguaje textual...en movimientos de base y horizontales”. Además de una suerte de legado que se transmite a las nuevas generaciones.

De parecida opinión es Leticia González (40 años), que detecta la influencia del 15M en la estructura de los nuevos movimientos asociativos como Fridays for Future: “Hay gente a la que ya no le vale el rollo jerárquico y autoritario, que no quiere liderazgos marcados”. “Esto enseñó a los movimientos sociales a no ser guetos, a no radicalizarse, ser más abiertos”, observa Torralbo.

Como resalta María Lamuedra (45 años), profesora de la Universidad de Sevilla, “el 15M fue una metodología más una búsqueda de resultados”. Feliciana Mora, que entonces tenía 72 años, llegó a las asambleas decepcionada de las formas verticales de los viejos partidos y sindicatos de clase. En el 15M encontró un nuevo impulso para su viejo compromiso político: gente joven y variopinta, tomando decisiones en comandita, y nuevos focos de atención, como los huertos urbanos o los grupos de consumo. Hasta que irrumpió la pandemia, en su casa se repartían cada semana productos de agricultores locales. “A todo eso no se le da apenas voz”, lamenta.

En Málaga, el 15M sirvió de plataforma de lanzamiento de la PAH, que se convirtió desde entonces en un actor omnipresente en los procesos de desahucio en la provincia. “No sé cuántos procesos hemos parado”, responde su portavoz local, Mónica Pérez: “Paramos en las puertas, pero a la mayoría de la gente la desahucian y no te enteras. Todas las semanas paramos tres o cuatro desahucios en los juzgados”. El 15M también está en el origen de los sindicatos de inquilinos, que denuncian que acceder a una vivienda es más difícil que nunca en Andalucía.

Para Leticia González, que ha participado en decenas de esos desahucios, ese es el gran legado: la “acción directa” de vecinos y vecinas ajenos al activismo militante, “diciendo por aquí no pasan”.

“Un movimiento pedagógico”

Las mareas, movimientos antidesahucios, el sindicato de inquilinos, iniciativas municipalistas en pueblos y ciudades, la red malaguita de apoyo mutuo… Son decantaciones más o menos directas del 15M malagueño. Pero por encima de todo, los protagonistas coinciden en resaltar lo “invisible” a los ojos: una especie de vigilia que siguió al despertar de aquellos días. “Fue una especie de movimiento pedagógico que nos enseñó a la juventud que no teníamos participación activa que era importante entender que la política lo es todo, y que no se participa solo cada cuatro años”, resume hoy Rakesh Narwani, autor del documental que condensa lo que ocurrió en aquellos meses: 15M Málaga Despierta.

Hoy, Francis Jurado detecta un cambio de ciclo. “Aquello reordenó el mapa de los antagonismos. El 15M desdibujó el eje izquierda-derecha y permitió la aparición de otros partidos que no lograron el sorpasso (Podemos y Ciudadanos). Con los años se ha vuelto a esas categorías, aunque se ha pasado de dos partidos a los dos bloques”, analiza Jurado, hoy en la ejecutiva de Más País Andalucía.

Otros observan con desencanto la vía posibilista en la que parece haber desembocado el movimiento, frente a la impugnación total al sistema que un día representó. “El ciclo que abrió el 15M finalizó, sin lugar a dudas, con el descalabro generalizado de las candidaturas municipalistas en las elecciones de 2019”, escribía esta semana Santi Fernández Patón en elDiario.es Andalucía.

“Fue la semilla de un jardín que aún está floreciendo”

Pese a todo, 2011 representa un cruce de caminos en el que se eligió una senda. En el tablero aparecieron temas tabú y nuevos partidos, además de una nueva visión política. “Te deja una huella: aunque a veces los cambios no se consiguen, es en esa alegría y forma de vivir en común donde encuentras que la política tiene sentido”, resume Torralbo.

“¿Se ha avanzado algo? No sé. Sí, un poco. En realidad, lo que yo he hecho es reencontrarme a mí como sujeto político”, apunta Mónica Pérez: “No voy a dejar de involucrarme en actividades sociales porque no tenga esperanza en las instituciones. Mientras yo tenga un hueco donde expresarme y realizarme como sujeto político, voy a estar ahí”.

“Muchos dejaron a un lado sus vidas individuales para ponerlas en común. A veces pensamos que no es sostenible y que la gente tiene que continuar con sus vidas. Sí, pero podemos seguir juntándonos”, propone Leticia González, involucrada en muchas de las luchas vivas en Málaga y su provincia. “El espíritu sigue ahí. Caló y se puede volver a reencontrar fácilmente, porque hay una idea muy nítida de lo que significó. Fue tan fuerte que perdura”, señala María Lamuedra.

El 15M fue el comienzo de una historia que, como siempre, está por escribir. “Juntamos fuerzas y nos dimos cuenta de que juntos podíamos mejorar las cosas”, concluye José Cosín, abogado del 15M y activista. “Fue la semilla de un jardín que aún está floreciendo”, apunta Violeta Cabello: “Nuestros hijos también beberán de aquello”.

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