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“Ahora todo el mundo quiere ser escritor, pero sin leer previamente”

El escritor sevillano Luis Manuel Ruiz.

Alejandro Luque

A Luis Manuel Ruiz la noticia del fallecimiento de Rutger Hauer, el actor holandés que pronunció el célebre monólogo de Blade Runner –entre otros papeles memorables– no le ha resultado indiferente: “No como actor, la verdad, sino por el personaje de Roy Batty”, reconoce. “Se ha muerto, además, el mismo año de la película, el 2019. La realidad imita a la ficción, según sabemos”.

El filme de Ridley Scott basado en una novela de Philip K. Dick es, además, una de las influencias más notables de Corazón de marfil (Algaida), la última novela del escritor sevillano. “Está muy presente, sí, tanto por la trama como, sobre todo, por la ambientación. Quería recrear un poco la atmósfera de la película, esa especie de aire gótico-tecnológico donde los personajes se entregan a la melancolía”, comenta. “Y luego, lo de los replicantes, robots biológicos dotados de falsa memoria. En ese sentido, Dick es un referente total. En realidad, he descubierto que Dick es uno de mis referentes con los que no había contado nunca”.

Corazón de marfil gira en torno a la partida de ajedrez que libran un campeón mundial con un moribundo, en unas circunstancias más que misteriosas. Y aunque reconoce que como ajedrecista es “pésimo”, cree que este deporte “tiene ese prestigio intelectual, literario, que quería aprovechar narrativamente. En ese sentido, el ajedrez va muy unido a la filosofía, a la existencia de un posible orden racional tras las apariencias. Y luego, guarda un largo parentesco con la tradición fantástica: las computadoras, Alicia y el País de las Maravillas, Borges y todo lo demás. Por no hablar del autómata ajedrecista de Poe, claro”.

Luis Manuel Ruiz acaba de regresar del festival de terror, fantasía y ciencia-ficción Celsius 232, celebrado en Avilés, donde su obra ha sido uno de los títulos mejor recibidos. Tras una larga trayectoria en la que siempre ha rondado el género fantástico y la aventura, el sevillano, profesor de Filosofía en un centro de Enseñanza Secundaria, vive una etapa en la que se siente especialmente atraído por la ciencia-ficción.

“La salud del género en España es cada vez mejor. El Celsius de este año han tenido una afluencia, tanto de público como de autores, mayor que nunca. Y, la verdad, es el único sitio donde presento libro delante de una carpa llena”, comenta. “Además, hay gente que está haciendo cosas de enorme calidad. Y, aunque peque de optimista, creo que cada vez importa menos si es literatura de gueto o generalista. Es una lucha eterna del fandom, pero tengo la impresión de que cada vez las editoriales mayoritarias se sienten mejor dispuestas. Mira a Mariana Enríquez, por ejemplo”.

Después de embarcarse en la celebrada y trepidante saga del profesor Fo, Ruiz pone su imaginación al servicio de un género que “el cuerpo me ha pedido toda la vida, pero antes no me atrevía, por temor editorial. Ahora me importa menos, aunque mis sudores me cuesta sacar los libros”, asegura.

“En realidad”, prosigue el autor de títulos como El criterio de las moscas, Sólo una cosa no hay, Obertura francesa, La habitación de cristal, El ojo del halcón o Tormenta sobre Alejandría, “no pretendo encasillarme: me interesa la aventura, el thriller, el misterio, el terror, el fantástico, la filosofía, eso que llaman ahora ficción especulativa, y no me apetece cortarme a la hora de escribir. Por ejemplo, lo que estoy escribiendo ahora no tiene nada que ver con la ci-fi, es un libro sobre Spinoza, pero también en mi estilo. Digamos que ha dejado de preocuparme eso del target”.

Cuando se le comenta que un autor tan diferente de su perfil como Pive Amador acaba de publicar un libro precisamente inspirado en la lectura de Spinoza, hace un gesto de divertida sorpresa. “Será que está de moda, pero al mío todavía le queda un rato, ¿eh?”, dice.

Mientras alumbra ese proyecto, la factoría Ruiz tiene un nuevo libro anunciado para septiembre, Hugo Lémur y los ladrones de sueños: “Es un libro que escribí hace mucho tiempo pero para el que no encontraba editor. En principio, iba a ser novela fantástica juvenil, pero hemos convenido presentarla como para todos los públicos”, adelanta. “Tiene que ver con el mundo de los sueños. Hay una cosa llamada Onipol, o Policía Onírica, que vigila que los soñadores no estén en peligro ahí abajo. Hay unos villanos que roban sueños, lo cual es muy peligroso, y un protagonista, el del título, que ha de evitarlo”, resume.

Ni que decir tiene que Borges también asomará por esas páginas. “¡Tela!”, admite riendo. “De hecho, hay un capítulo que se titula ‘El laberinto y la Biblioteca’. Tal cual. La verdad es que un libro que me gusta mucho, porque lo escribí casi sin pensar, con lo que primero que se me iba ocurriendo. Aunque se publica ahora, después de muchos años, fue con el que sacudí un poco el polvo de mis libros más generalistas: donde volqué todo lo fantástico que antes no había podido tocar”.

Una de las características de la literatura de Luis Manuel Ruiz ha sido siempre la negativa a rebajar el nivel para lograr públicos masivos. Él busca a un lector inteligente, receptivo a los desafíos. “Y que conste que últimamente yo he querido relajarme un poco al respecto”, matiza. “Pero finalmente me sale como me sale: si uno no se esmera un poco, escribir pierde interés. De todos modos es cierto que el nivel medio, sobre todo en los libros de consumo masivo (y no hace falta que cite a nadie, creo) es bastante decepcionante”.

¿La culpa? “Pues un poco de todo. Parte de ella es que de pronto, todo el mundo quiere ser escritor, sin leer previamente, claro. La gente tiene como prisa, lee para acabar el libro, no para detenerse: lee novelas, o ensayos, con el mismo talante del WhatsApp. Eso afecta a la escritura”.

Sea como fuere, el escritor cree que a pesar de los buenos vientos que corren para la ci-fi, sigue siendo algo minoritario. “El fandom, el mundo friki, es muy limitado, aunque fiel. Las editoriales saben que tienen un número muy estrecho de ejemplares para colocar en las estanterías. Aunque poco a poco eso se vaya abrirendo, siguen siendo cifras irrisorias para un gran grupo. Por eso sigue siendo coto de editoriales independientes. Hay otras cosas además de vender. Es más, yo creo que las otras cosas lo son todo. Y es lo que nos queda a escritores como nosotros: el prestigio y los lectores fieles”.

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