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“Hay que dejar patente que la prevención es una inversión, no un gasto”

Antonio González Marín

Olga Granado

El secretario general de Empleo de la Consejería de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo de la Junta de Andalucía, Antonio Gónzález Marín, asegura estar empeñado en propiciar “un cambio de paradigma”, el salto de la reducción de la sinisetralidad laboral a la “cultura preventiva”, entendida como “via de promoción de la salud de las personas”.

Enuméreme las prioridades de su departamento en materia de salud y seguridad laboral.

Las marca la Estrategia Andaluza de Seguridad y Salud en el Trabajo 2010-2014 y los planes de actuación, en este caso el que desarrollaremos en el periodo 2013-2014. Dichas prioridades son disminuir la siniestralidad y mejorar las condiciones de trabajo. Dicho así, parece fácil, pero en las circunstancias actuales mantener una estrategia ideada en 2009 y comprometerse a 132 acciones no es cuestión baladí. Pero estamos comprometidos con la prevención y vamos a sacar adelante lo programado.

¿Cómo se evalúa el nivel de ejecución y la eficacia de estas medidas?

Es bueno que seamos capaces de evaluar lo que hacemos, de demostrar que es útil, pero también es una forma de liderar un cambio de paradigma. Si lo que hacemos es útil y podemos mostrarlo y demostrarlo, las empresas nos seguirán. La inmensa mayoría del programa de gobierno en esta materia es de carácter voluntario, si no somos buenos, muy buenos, en lo que hacemos, no seremos capaces de inducir cambios en las empresas.

¿Qué papel juega la cultura preventiva en la lucha contra la siniestralidad laboral?

Para propiciar, no solo la reducción de la siniestralidad, sino las mejores condiciones de seguridad y salud en los lugares de trabajo, es fundamental la consolidación de una cultura preventiva que vincule la actividad laboral también como una vía de promoción de la salud de las personas. De hecho, este es el primer objetivo que consensuamos los agentes sociales y económicos y la Junta de Andalucía en la elaboración de la Estrategia Andaluza de Seguridad y Salud en el Trabajo 2010-2014. La cultura de la prevención es una forma sostenida y estable de ejercer la gestión y supervisión de la empresa, acorde con los valores de la salud y seguridad, que genera un clima favorecedor del comportamiento preventivo de todos los individuos de la organización, reconociendo los éxitos y aprendiendo de los errores.

¿Se puede mejorar esa cultura preventiva?

Una clave es su consideración como práctica colectiva más que como un conjunto de valores individuales. Ello refuerza su noción como característica específica de un grupo cuyas prácticas serán orientadas y modificadas mediante medidas de gestión organizativa en el ejercicio del liderazgo. En este sentido, se considera una parte de la cultura de la empresa, capaz de configurar actitudes y comportamientos individuales favorables al desarrollo de la salud y seguridad.

Tienen previsto mejorar la eficacia de las actuaciones de la Junta de Andalucía en la lucha contra la siniestralidad, ¿cómo lo van a hacer?

Durante esta legislatura nos proponemos poner a disposición de empresarios y trabajadores todas las herramientas, el asesoramiento y la ayuda que precisen para mejorar el cumplimiento de sus obligaciones respectivas. Queremos dirigir, convencer y ayudarles a tener, e implantar, las mejores prácticas disponibles. Nuestra orientación es fiel reflejo del ciclo de mejora continua o, en nuestra terminología, de los principios preventivos. Dicho ciclo consta de las siguientes fases: una primera de diagnóstico de situación de un sector, ocupación o riesgo específico; la segunda de análisis de las buenas prácticas; una tercera centrada en la difusión y demostración, con el asesoramiento a las empresas de cómo aplicarlas; y una última de evaluación de los resultados y, en su caso, control del cumplimiento.

¿Ha supuesto la crisis una relajación por parte de las empresas a la hora de destinar recursos a estos servicios?

No, no lo creo. El tema no es de relajación, sino de cuestionamiento por los gestores de las empresas de cada euro que se gasta, también en prevención. Por eso es más importante ser capaces de demostrar la eficacia de las medidas, el valor aportado por la prevención a la organización, y dejar patente que es una inversión, no un gasto. Esa labor didáctica también la tenemos que asumir desde los poderes públicos. Por ejemplo, en algunas de nuestras intervenciones estamos empezando a hablar de costes evitados en vez de reducción de accidentes laborales. Hay que hablar un lenguaje y usar unos argumentos que los directivos entiendan e interioricen.

Si me lo permite, y aunque no es la parte de nuestras actividades que suela destacar, en materia de control y exigencia de responsabilidades podemos asegurar que no hay relajación alguna. Muy al contrario, se podría criticar, quizás con razón, que ni la Inspección de Trabajo y Seguridad Social, ni la fiscalía ni los técnicos de la Junta de Andalucía, por citar algunos instrumentos de control, han relajado su actividad. De hecho, cada vez se desarrollan campañas más específicas y exigentes con una eficaz aplicación de la normativa.

Precisamente, en un contexto de crisis se han hecho más presentes enfermedades mentales de origen laboral, ¿hace esto más necesaria ahora la prevención de los riesgos psicosociales en los centros de trabajo?

Sin duda estamos ante uno de los principales riesgos laborales. Los riesgos psicosociales y los daños importantes que pueden llegar a generar son una fuente de creciente preocupación. El laboratorio/observatorio creado para este tema respondía a esta inquietud. Sin embargo, no existen datos fiables de este tema, primero por el carácter inespecífico de los daños, y segundo, por la no inclusión en España de estos daños como declarables como enfermedad profesional. Los instrumentos de encuestas de condiciones de trabajo son actualmente nuestra única fuente de información al respecto. En la época del auge de la construcción la siniestralidad laboral era especialmente llamativa en este sector, dejando de lado quizá la situación en otro terreno, el agrario, donde puede ser igualmente elevada.

¿Ha variado algo el último año?

En siniestralidad agregada, un año no es suficiente para poder extraer conclusiones, máxime con la temporalidad del sector. De lo que sí somos todos conscientes es de que los modelos y actuaciones que ha recibido el sector de la construcción deben llegar al sector agrario. Me refiero concretamente al enorme avance de la negociación colectiva definiendo unos criterios de formación mínimos de los oficios, unos criterios de vigilancia de la salud e instrumentos de acreditación ágiles como la tarjeta laboral de la construcción y a una normativa tan potente como la acreditación de contratistas del sector de la construcción. Las administraciones debemos trabajar con el sector y sus representantes empresariales y sindicales en esta línea.

Los profesionales de la medicina del trabajo han alertado en repetidas ocasiones, a nivel europeo, de las dificultades para desarrollar su tarea en un sistema que obedece a las reglas del mercado (reducción de horas, disminución de la ratio…) ¿Cómo valora esta situación en Andalucía?

Lo primero que debemos tener en cuenta en relación a esta cuestión es que las ratios se definen a nivel estatal, en un intento de fijar unas mínimas reglas comunes de mercado, de modo que nuestro papel aquí es de mero control. Lo segundo que debe tenerse en cuenta es que las ratios son mínimas a los efectos de acreditación pero nada impide que sean mejoradas. En el fondo, si lo meditamos, estamos ante la necesidad de aportar valor con las actividades de vigilancia de la salud por una parte y de saber convencer a los que contratan los servicios de ese valor. Por eso decía anteriormente que era clave la cultura preventiva, si creemos en la mejora de la empresa a través de la seguridad y salud, la ratio debería dejar de ser un criterio único en el mercado.

¿Qué papel desempeñan las cátedras de prevención de riesgos laborales?

Cuando en la pasada legislatura se definió el proyecto de cátedra y los criterios para su creación, existía una preocupación por un cierto déficit de transferencia de conocimiento desde los grupos de investigación y los docentes de las universidades por una parte, y los prevencionistas, empresarios y trabajadores por otra. Las cátedras vienen a cubrir un espacio de debate, comunicación y transferencia en prevención. Los profesionales ejercientes no suelen participar de cursos de medio recorrido y demandan actividades específicas, de calidad y de horarios y duración adaptadas a sus necesidades. Es en este hueco en el que me atrevería a decir que las cátedras han sido más eficaces y estamos ya trabajando en un modelo a proponer al resto de universidades que aún no las han creado.

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