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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

CARNAVAL
De lo malo, lo peor y lo peor, siempre el carnaval

El líder nacional de Vox, Santiago Abascal, interviene durante el evento organizado por Vox

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Vengo a hacer una reflexión sobre la fiesta en Andalucía. Primero dejar claro otra vez que, aunque de Despeñaperros para arriba les cueste trabajo creerlo, no es un estado natural de la persona andaluza. Ya explicaba hace poco lo de la tergiversación de la alegría de la guitarrita, el cante y la juerga eterna. La fiesta no es nuestra forma de estar en la vida aunque aquí, como se le escuchó cantar a Juan Carlos Aragón, en vez de enseñarnos a trabajar, nos enseñaran a vivir. Lo que me pasa es que cada cierto tiempo tengo que venir a recordar que hay comparaciones que son odiosas y que tergiversan y que mandan al bien o al mal cualquier manifestación humana. Y vuelvo a hacerlo: vengo a dar rigor y a recolocar.

La cuestión de las fiestas en Andalucía también tiene su ránking. Las hay mejores, que normalmente tienen una aceptación clara y rotunda por lo más rancio y alto de la sociedad andaluza y española en general; y las hay peores, las que nunca han contado con esta validación. Por supuesto, al final todas son expresión, desahogo y trabajo del pueblo para sí y para el resto, pero hay tratamiento y consideración distinta en función de su origen y desarrollo a través de la historia. El tratamiento que hemos asumido alrededor de ellas también nos clasifica diferenciándonos, incluso, entre la gente del pueblo de esta enormidad que es Andalucía.

Aquí el emprendedor involucionó, quería ser parte alta del antiguo régimen y la flojera y el hedonismo fueron su forma de hacerse

Aquí lo de la fiestas, en general, pasa por religión o burguesía aunque, como decía antes, al final sea cosa de desahogo y obra del pueblo. Pero, ¿todas las fiestas son concesión de Iglesia y burguesía? ¡No! Hubo una que siempre fue pueblo y reacción a los poderes. En el carnaval, el señorito, el político y el cura nunca han estado del todo cómodos. No así en el Rocío, en Semana Santa, Romerías o en ferias.

Pensemos su origen y desarrollo por separado para intentar comprender lo que es cada una de esas expresiones festivas.

Aquí las ferias empezaron siendo encuentros para el comercio de la ganadería. El desarrollo de estos espacios comerciales fue cambiando como cambió el papel de la burguesía andaluza con respecto a su acción sobre nuestra tierra. El burgués en Andalucía nunca se sintió parte de esta tierra repoblada como colonia. El desarrollo de esa clase social pasó por convertirse en nueva nobleza sin título y, a imagen y semejanza de esa nobleza, quiso poseer tierra sin desarrollar industria. Aquí el emprendedor involucionó, quería ser parte alta del antiguo régimen y la flojera y el hedonismo fueron su forma de hacerse. De ahí, las ferias pasaron a ser eventos para exhibición del señorito a caballo con su mujer a la espalda. Imagen que seguimos viendo en la actualidad y que reafirma, para las altas alcurnias y sus palmeros, que ese espacio de la feria es un espacio bueno porque, además de servir para que la gente descanse y disfrute de la vida fuera de obligaciones, recuerda que hay gente mejor que otra gente y esa gente mejor se muestra con sus mejores galas y sus mejores coches de caballos, cosa que tú, currito de a pie, no tienes.

En cuanto a las relacionadas directamente con la religión, otra cesión, en este caso de la Iglesia. Aquí las opciones son celebrar la resurrección de dios pasado por el tamiz de las flores, los colores y la música, el milagro del santo patrón de turno o celebrar la maternidad pura y la imagen de la mujer sometida perfecta. Pienso en la Semana Santa y en el Rocío aunque también puede suceder con cualquier romería. En este último caso de las peregrinaciones concretas, el desenfreno bacanal es patente y el valor popular también es indiscutible, pero siempre también como concesión y velado y hasta negado y con la aceptación de los estamentos tradicionales y el reconocimiento de la madre de dios o el patrón de turno por encima de todo. Aquí les hago recomendación de ver el documental “Rocío” de Fernando Ruiz de Vergara. En esa película, además de toda la historia que tiene por cuestiones formales, de contenido y de censura, se explica todo esto perfectamente. Estas fiestas, por todo esto, también son fiestas bien.

Literatura saltándose esa censura haciendo malabares con las palabras y llevando el lenguaje a su máximo desarrollo expresivo. Advertencia a políticos de derechas y de izquierdas, ojo

Por último, el carnaval. Pueblo puro sin filtro. Ninguna concesión de alta alcurnia. Tanto que curas, políticos y burgueses, como decíamos antes, nunca están del todo cómodos con y en ella. Censura máxima a partir del golpe de estado. Literatura saltándose esa censura haciendo malabares con las palabras y llevando el lenguaje a su máximo desarrollo expresivo. Advertencia a políticos de derechas y de izquierdas, ojo. Tanto es así que en Cádiz, el pasado año y por cuestiones de fecha relacionadas con gestión de la pandemia, hasta se enfrentó al actual Gobierno municipal. Y la Iglesia, siempre lejos. Esta fiesta parte de lo más popular y se hace por y para el pueblo.

Y aquí es donde surge mi mosqueo porque, mire usted qué suerte, el carnaval siempre sirve para describir lo peor. Si en el acto de Vox del 9 de octubre hay una pandilla de disfrazados de personajes históricos para tergiversar y moldear la historia en función de su construcción de una imagen para un nacionalismo español, eso es un carnaval, porque van disfrazados. No son una verbena, ni una feria, que en las ferias o en las verbenas de chotis ya se sabe que la gente va vestida como todos los días y nadie se pone trajes con volantes o con corbatas sin venir a cuento.

Si un grupo o equipo de lo que sea hace una manifestación burda, pésima, en cualquier disciplina (deportiva, artística, política,...) son una chirigota. Pero no son un grupo de castellets, ni cantantes de jota, ni de chotis, ni siquiera un grupo rociero. Creo que esta cuestión no es, en absoluto, gratuita. Miren las crónicas deportivas y verán varios ejemplos de esto. Y lo peor es que esta comparación se utiliza por personas de todo el espectro ideológico. Ahí está el intento de desprestigiar a Vox llamado carnaval a eso que hicieron. Todo el mundo asume que el carnaval es mamarracherío absoluto. Que la cultura del pueblo es lo más malo que hay. Y no puedo evitar mostrar el error que esta consideración supone. Solo tienen que pensar ustedes en las características que apuntaba anteriormente; creo que está bastante claro.

Miren ustedes, hay muchas palabras para calificar el esperpento. No utilicemos las que hacen referencia a una manifestación dignísima, crítica, histórica, talentosa y de raíz exclusivamente popular. Porque si hacemos eso, estamos perpetuando la canción de que “lo más popular es lo más malo”. Démosle la vuelta y démonos un poco de valor.  

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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

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