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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

“Hay armas de asalto en las bandas del Estrecho”

Manuel Gutiérrez Luna

Juan José Téllez

“A finales de los 80 o en los años 90, en el Estrecho de Gibraltar, las bandas de narcotraficantes eran de otra forma”, distingue Manuel Gutiérrez Luna, un cordobés recreado en Puebla del Rio y que llegó a Algeciras hace más de treinta años. Ahora preside la sección de la Audiencia Provincial de Cádiz en el Campo de Gibraltar. 

En su día, el magistrado asestó varios golpes a los narcos de aquella época a la que compara con la actualidad: “Ahora el narcotráfico es más sofisticado. En los años 90, no habían llegado a esta zona fórmulas tan inteligentes como el trasiego de cocaína que entra por el puerto. También han cambiado las lanchas. Y, a todo ello, ahora se une el uso de las armas. Estamos encontrando armamentos de asalto en las bandas del Estrecho que operan con droga”.

“Entonces, las organizaciones eran más pequeñas” –rememora--. “Hoy no hay tema que veamos en nuestros juzgados donde haya menos de 12 personas; es lo habitual. En las embarcaciones entra gran cantidad de hachís y vienen dos o tres personas a bordo. Junto con los tripulantes españoles, suele viajar una persona de origen extranjero, árabes sobre todo. Son personas de confianza del que vende la mercancía. Su misión es verificar la entrega y si hay aprehensión confirmar que ésta se produce”.

En otra época, era frecuente que los narcos españoles engañaran a los exportadores de hachís de Marruecos, a quienes aseguraban a veces que se les había intervenido la droga cuando no era así, sino un simple truco para hacerse con el cargamento sin tener que pagarlo.

Rebaja en las penas

Gutiérrez Luna también aprecia otro distingo: “También han cambiado las penas, cuya duración ha sido tirada por los suelos con un Código Penal que se modifica cada dos por tres. En la reforma de junio de 2008, se rebajaron las penas. Por ejemplo, en el caso del hachís, se estableció que entre un cargamento de dos kilos y medio y otro inferior a 2.500 kilos, la pena era la misma, de tres a cuatro años y medio. O sea, si se te va a aplicar el mismo criterio, ¿por qué traficar con pequeñas cantidades? Pienso que no existe ese efecto disuasor que debe contener la pena. En cocaína, en la reforma de 2010, las penas pasaron a situarse entre tres y seis años de prisión, cuando antes oscilaban entre tres y nueve años. Eso supuso una rebaja importante”.

“Otro asunto importante es el de los narcotraficantes extranjeros. Desde el año 2010, se introdujo para los extranjeros la posibilidad de que las personas que cometieran delitos de hasta seis años en prisión se permite su expulsión inmediata, salvo excepciones, sin ni siquiera cumplir prisión en su país de origen pero con la prohibición de no volver a España en un periodo comprendido entre 5 y 10 años”.

Una de las excepciones a esa regla estriba en los delitos cometidos con frecuencia por la misma persona y que suponen una actividad continuada o que el tribunal considere que debe cumplir parte de la pena en España: “Es un efecto llamada para el extranjero que venga a España a cometer delitos. Siempre que cumpla dos tercios de la pena, que haya pasado a tercer grado o que obtenga la libertad condicional, se puede producir la expulsión. Lo que supone no cumplir ni las tres cuartas partes de la pena, teniendo en cuenta además que las penas son bajas”, hace las cuentas el magistrado Gutiérrez Luna.

“Hay cosas curiosas. Cuando se condena a personas por narcotráfico, pero quedan en libertad provisional, mientras se resuelve su caso se quitan de en medio y se van a Marruecos durante un tiempo. Algunos se quedan allí e intentan eludir a la justicia, pero Marruecos suele colaborar y nos los entrega. Cuando ingresan en las prisiones marroquíes, nos exponen que sufren condiciones infrahumanas, que han estado allí durante tres o cuatro meses y piden que se les compute por el doble para aliviar su sufrimiento. No se les computa, claro. Conozco al menos el caso de siete personas condenadas pero en libertad provisional que han ido y vuelto de Marruecos”.

No fue el caso de Abdellah El Haj, alias Messi, que se dio a la fuga en mayo de 2017 y en diciembre se entregó a cambio de no se sabe qué: “No llegó su caso a este juzgado. Parece que fue un acuerdo con la fiscalía”, observa Gutiérrez Luna.

Lavando en el lavadero

“Otro aspecto importante es el tema del blanqueo” –remarca--. “Haría falta que se investigara el patrimonio. En la mayoría de los casos, por falta de medios, no se hace. Junto con la represión, sería importante investigar el blanqueo porque ahí no acaba el tema. Me acuerdo de hace tres años cuando investigamos a un narcotraficante con un gran tren de vida que contrastaba con sus ingresos derivados de un lavadero de coches y de un restaurante que no vendía nada. Entre sus coches, figuraban las mejores marcas. Fue una investigación que permitió averiguar los bienes reales de la banda. Entre las fuerzas de seguridad y Hacienda debería haber una unión indispensable en este tema”.

El asunto se saldó entonces con una condena a siete acusados por blanqueo de capitales con la circunstancia atenuante muy cualificada de dilaciones indebidas por el retraso sufrido en la fase de instrucción, al estar paralizadas las actuaciones sin justificación entre febrero y noviembre de 2017. Y es que la falta de medios también alcanza a la administración de justicia. El caso es que a Nimar H.M., se impone una pena de dos años y nueve meses de prisión y multa de 600.000 euros, además de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena. Para los otros seis condenados, las penas de prisión para cada uno son de un año y nueve meses de prisión. La suma total de las condenas dieron como resultado catorce años de cárcel, bienes que deben entregar por valor de 517.000 euros y multas por 930.000.

La ostentación del principal acusado fue lo que les llevó hasta el banquillo. Viviendas repartidas entre Algeciras y Marbella, un local comercial y varios vehículos de alta gama: un Mercedes, un BMW, dos Audi y un Mini Cooper, por ejemplo: “Lo importante que es reforzar la investigación en los casos de narcotráfico, ir más allá de las detenciones, investigar en profundidad para llegar hasta la condena por blanqueo”, repitió entonces Gutiérrez Luna, ponente del caso. 

Narcos jóvenes y rebeldes

“Lo que estamos viendo” –reflexiona ahora— “es que ya no se trafica, como antiguamente, con medio kilo o dos, el clásico cochecito con veinte kilos. Ahora, el modus operandi suele ser el mismo, una embarcación rápida con gente a bordo cada uno con esta misión, todo terreno robados fuera de la provincia a los que le quitan toda la parte de atrás para cargar más, gente que carga y descarta, lo llevan a las guarderías. Se están incautando armas de asalto, de las que utiliza el ejército. Antes, la mayoría de las personas detenidas, nunca hemos visto que hicieran frente. Hoy hay bastantes personas, quizá gente joven, que suelen hacer frente a las fuerzas de seguridad y tenemos pendiente algunos asuntos como el accidente en que hubo varios narcotraficantes muertos al chocar su lancha contra la de vigilancia aduanera”.

Ocurrió en noviembre de 2016, en el transcurso de una persecución que se inició en el Estrecho que concluyó a doce millas al sur de la localidad malagueña de Estepona, en una tocata y fuga con fardos de hachís, en una lancha de doce metros de eslora y a cien kilómetros por hora. En otra acción parecida, llegaron a producirse disparos contra Vigilancia Aduanera y la policía de Gibraltar: “Hay armas en las bandas de narcotraficantes de la zona. Son armas sofisticadas, de asalto, perfectamente listas y aptas para disparar. No se saben de dónde vienen pero seguramente del mercado negro”. 

“Los narcotraficantes de antes aceptaban el hecho de ser detenidos. Los de ahora, que suelen ser más jóvenes, deciden a veces hacer frente a la situación”.

Pero la artillería es utilizada fundamentalmente por las bandas para ahuyentar a los “paleros”, que llegan a disfrazarse con uniformes de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado para arrebatarles el cargamento a las bandas rivales: “Son personas que vienen de otro tipo de organizaciones de fuera, que tienen noticia entre ellos de donde están la droga y se aprestan a robarla. Hace unas semanas, se produjo un altercado de este tipo, en Algeciras, que fue muy difundido. Llegó la policía a donde guardaban la droga y pensaron que eran gente que venía a robarla. Los que se dedican a vigilar la mercancía constituyen el último escalón en el escalafón de las bandas”.

Cocaína en contenedores

Más allá del hachís, que suele llegar al Campo de Gibraltar en las narcolanchas que vienen de Marruecos, la cocaína llega por otra vía, la de los buques portacontenedores que operan en el puerto de Algeciras: “La cocaína, en los años 90, venían a través de los envíos de correos o de las empresas de mensajería, cositas pequeñas, uno o dos kilos, camufladas en una cafetera o con la pasta simulando los marcos de un cuadro. La primera aprehensión de cocaína que yo recuerde venía en el doble fondo de una maleta. Ahora ha pasado a ser una cosa importante. Antes de ayer, se aprehendieron cien kilos de cocaína, algo que empieza a ser habitual. No se si antes no se cogía este tipo de sustancias porque no tenían el sistema de detección que tiene ahora”.

Gutiérrez Luna dibuja las dos vías habituales para camuflar la coca en el bosque de contenedores y buques que vienen y van a través de las terminales Algeciras: “Uno de los sistemas es el del gancho perdido. Hay una organización que tiene noticias de que en tal contenedor de tal empresa viene una cantidad concreta de kilos. Así que para hacerse con la droga, se sirven de personas que tienen acceso al recinto, ya que hasta allí no puede entrar cualquiera si no se sirve de una tarjeta. Lo habitual es que los cómplices que trabajen en el puerto, de madrugada, cuando no hay mucha gente, quiten el precinto del contenedor y justo en ese momento aparecen las bolsas de deportes con cocaína, que casi se les vienen encima cuando lo abren. Las bolsas se las dan al del coche que espera la mercancía para llevársela y ya está. Vuelven a precintarlo con un segundo precinto a fin de no levantar sospechas”.

Otro sistema es el del contenedor cargado con plátanos, piñas o cualquiera otra fruta: “La mayoría de esta droga va a Mercamadrid y otros grandes mercas. La carga va dirigida a gente que se dedica al por mayor de frutas. Suele investigarse a esta empresas y las transacciones internacionales. A veces hemos comprobado que la empresa carece de actividad pero que sus representantes han hecho muchos viajes a Colombia”. 

Se habla a menudo de las conexiones de los viejos narcos gallegos con el Estrecho de Gibraltar. En los años 90, sí hubo, como pudo comprobarse a raíz de la detención de algunos capos de las rías del norte que mantenían contactos con la provincia de Cádiz y con el viejo centro off shore de Gibraltar que ahora parece fuera del trasiego del narcotráfico.

“Gallegos, últimamente, no han detenido a ninguno, salvo a Sito Miñanco, pero porque estaba en la prisión de Algeciras y trabajaba en un parking, aquí. Colombianos, si recuerdo algunos, pero suele ser gente que viene de Madrid, que llegan a efectuar alguna operación pero no están establecidos aquí. Ellos controlan desde fuera. La mayoría de las redes de cocaína son colombianas pero utilizan como pantallas a empresas que ellos ven que tienen operatividad y no despiertan sospechas”.

Corrupción policial

En 1991, Manuel Gutiérrez Luna instruyó dos casos que destaparon redes de corrupción en la comisaría de Algeciras, tanto en relación con el trasiego de hachís como con el visado falso de pasaportes de prostitutas marroquíes con un tampón robado en la aduana algecireña. Ambas instrucciones, sin embargo, no llegaron a buen puerto al considerar las instancias superiores que había existido defectos de forma en la solicitud legal de las escuchas practicadas por la Brigada de Régimen Interior de la policía. Ahora, ya no es posible hablar de un número tan alto de agentes sospechosos pero, de tarde en tarde, surgen asuntos tan peculiares como el que se destapó años atrás con la detención de un policía y de un guardia civil en el puerto algecireño. 

El hilo que llevó al ovillo de la trama fue la interceptación, por parte de la Guardia Civil, de dos Toyota Land Cruiser, cerca de San Roque. Aunque los ocupantes de ambos vehículos se dieron a la fuga, dentro de la droga dejaron 57 fardos de hachís. Años después, el Supremo ratificó la condena en primera instancia de seis personas en relación al caso. Entre los condenados, figuraban un guardia civil y un policía, que colaboraban con los narcos para que pudieran pasar los controles del puerto con la droga oculta en dobles fondos. 

Tanto el guardia Javier M. Á., como el policía Rafael J. M., fueron condenados a tres años y nueve meses de prisión por un delito contra la salud pública, y al pago de una multa de 750.000 euros. La principal pista que permitió desenmascararles fue el hallazgo de una nota manuscrita con una nomenclatura para la configuración de los turnos de trabajo de la Benemérita en las instalaciones portuarias de Algeciras.

“El coche con la droga venía en el último barco procedente de Tánger, el de madrugada –rememora Gutiérrez Luna--. El policía le indicó que se echara un lado a fin de que pasara desapercibido antes de que atravesara los controles. El policía constató con la guardia civil que habían sido retirados ya los perros que olfatean los alijos. Cuando se había marchado todo el mundo, él se marchó con el guardia detenido y fue entonces cuando paso el coche. Lo que ocurre es que el policía llevaba anotada la matrícula del coche en un papelito que tiró en la cafetería del puerto. De hecho, él mismo declaró que lo había tirado en una papelera donde se localizó”. 

Tiroteos en la Costa del Sol

Gutiérrez Luna no considera que Gibraltar forme parte de la geografía de la droga del Estrecho en los momentos actuales: “Ahora mismo no veo relación de Gibraltar con el narcotráfico”, precisa. Cerca de allí, en La Línea, no hace mucho que fue localizado en unos edificios del Paseo Marítimo, un sofisticado equipo de antenas para controlar el sistema de salida o entrada de la Guardia Civil. Y es que, a veces, los narcos tienen más medios que quienes le persiguen: “Las lanchas son impresionantes. Hace tres o cuatro semanas, Vigilancia Aduanera presentó otras lanchas para luchar mejor contra los narcos e intentaron prenderle fuego unos enmascarados con botes de gasolina”. 

Ha habido episodios chuscos en relación a los narcos del Campo de Gibraltar, pero también sucesos graves, desde la liberación de un detenido por una horda encapuchada que penetró como pedro por su casa en el hospital de La Línea. O el acoso a guardias civiles, en Algeciras, tras una comunión. Por no hablar de Manuel, el niño muerto al ser prácticamente aplastado por una lancha, en el contexto de una discusión cuyo origen todavía está por esclarecer. Sin embargo, frente a todo ello y en el último mes, la Costa del Sol ha vivido varios tiroteos, tres muertes y un secuestro exprés. Curiosamente, el impacto mediático ha sido muy inferior: “Yo pienso en que no hay mucha relación entre las bandas que operan en el Campo de Gibraltar y las de la Costa del Sol. Es más grave lo que ocurre allí. Y más peligroso. Sin embargo, los medios le dedican mucha menos atención”.

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