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¿Cancelar la cancelación?

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“Esta chirigota... me asusta”, ponderó a gritos jocosos el público del Gran Teatro Falla de Cádiz durante la actuación de una chirigota anti-vacunas y terraplanista. Se ha dicho que por las letras de su, digamos, repertorio. Disparates de toda suerte se han escuchado en la historia del carnaval gaditano y no generaron semejante algarabía: la semana anterior, una agrupación de Rota pidió que un francotirador le acertara en la frente, que no en la oreja, a Pedro Sánchez y el respetable le rió la gracia. Tengo para mí que el estallido popular contra el mamarracho chirigotero no obedeció tanto a sus letras sino a su pobre calidad músico-vocal: “Son negacionistas, pero de los ensayos”, acertó a describir un propio en las plataformas al uso. Ahora, la gente –que es muy hija de puta, como ya nos avisó el Selu-- correrá a verles para reírse de dicha agrupación y no para reírse con ella.

No he visionado 'Emilia Pérez, pinche pereza, pero mis amistades dividen sus opiniones entre las de Arturo Pérez Reverte –“sorprendente y divertida”--, la de Ilya Topper –“un bodrio”-- y la de Carlos Boyero –“a veces tiene cierto encanto”--; no obstante, me resulta sorprendente que su buena o mala suerte en los Goya o en los Oscar pueda cifrarse en unos equis chuflas difundidos por su protagonista, Karla Sofía Gascón, con los que el ideario de Vox parecería de extrema izquierda. Otrosí digo de las apreciaciones sobre el español –sacadas de contexto, afirma él-- del director del filme, Jacques Audiard, que definió a nuestro idioma como una lengua de pobretones: como si el francés siguiera siendo acaso la lingua franca del amor más glamouroso; cuando todos sabemos, desde 'Un pez llamado Wanda', que es el italiano.

El cine es el gran escenario en donde transcurre la llamada cultura de la cancelación, que comprendo en gran medida aunque no termine de compartirla: yo soy más de Concepción Arenal, por lo de odiar al delito y compadecer al delincuente. ¿Puede ser la opinión un crimen? “Mein Kampf”, ¿no fue acaso un aviso a navegantes sobre el holocausto, que la timorata Europa no supo interpretar a tiempo? ¿Cancelamos la cumbre ultra de Madrid, como si no hubiera existido, pero ha exitido? ¿No sería mejor confrontar la idea de la fuerza con la fuerza de otras ideas?

Tampoco es lo mismo elogiar un asesinato que cometerlo. Ni cabe meter en el mismo saco los criterios de la chirigota o de la ya célebre actriz trans con las acusaciones tangibles por acoso sexual contra Plácido Domingo, el maravilloso tenor que --manifiestamente mejorable ser humano--, terminó aceptando toda la responsabilidad por una veintena de acusaciones con tan infausto motivo.

Entiendo que los productores no quieran darle papeles nuevos al magnífico actor y discutible individuo Kevin Spacey, (...) Pero, ¿seguirá ocurriendo eso cuando el paso del tiempo devore a la actualidad y nadie recuerde al protagonista sino que disfrute simplemente de sus personajes?

Suelo aplaudir, con excepciones, la filmografía de Roman Polanski o de Woody Allen pero, sin equiparar sus peripecias judiciales, rechazo de plano sus presumibles usos y abusos carnales, aunque no hayan sido todavía condenados formalmente por ellos y no exista, al respecto, una verdad judicial definitiva.

El “me too” destapó justamente los acosos tanto en ese gremio como en muchos otros espacios culturales o no, en donde, al igual que en otras actividades humanas, se cometían crímenes íntimos, invasiones del espacio físico tan intolerables como las de Ucrania, Gaza o el Sáhara Occidental, contra las que mil voces volverán a alzarse en Sevilla el próximo domingo. Entiendo que los productores no quieran darle papeles nuevos al magnífico actor y discutible individuo Kevin Spacey, porque a mí se me hace bola verle en algunas de sus mejores películas y series de televisión, a sabiendas de que todos los indicios apuntan a que pudiera tratarse de un depredador sexual. Pero, ¿seguirá ocurriendo eso cuando el paso del tiempo devore a la actualidad y nadie recuerde al protagonista sino que disfrute simplemente de sus personajes?

Su freudiana afición por el rifle o al pre-trumpismo, ¿le resta acaso un ápice de magia a Charlton Heston como “Ben Hur” o como el distópico detective de “Soylent Green”? ¿No daba mejor Ronald Reagan en pantalla grande que como inquilino de la Casa Blanca?, me pregunto. Visto de otra forma, si la crítica hubiera sido más benévola con la pintura de Adolf Hitler, quizá la humanidad se hubiera ahorrado sus hornos crematorios. O no. Incluso un Razzie al mejor actor de reparto a Donald Trump, por 'Solo en casa 2', tal vez hubiera evitado que ahora pretenda convertir al mundo entero en un resort de lujo para sus hipermillonarios anti-sistema.   

Kapuscinski --y creo que no tenía razón del todo-- opinaba que para ser un buen periodista había que ser buena persona, pero mucho me temo que si exigiéramos certificados de buena conducta a la historia del arte, del periodismo y de la literatura, apenas nos quedaríamos con Santa Teresa de Jesús, y tampoco estoy completamente seguro de ello. Los mejores poemas de François Villon fueron escritos en la cárcel, donde purgaba en ocasiones consecutivas su implicación en robos y en asesinatos. Si no hubiera sido condenado por ello a la horca: ¿hubiera escrito acaso la inquietante balada de los ahorcados?

¿Deberíamos cancelar la cancelación? Según y cómo. En cualquier Estado de derecho debiera caer todo el peso de la ley contra los delincuentes, sean de cuello negro o de cuello blanco, pero no contra las opiniones, salvo aquellas que supongan un linchamiento contra un particular, que también tiene derecho a defenderse ante los tribunales

El hecho de que Louis Althuser asesinara a su mujer, ¿invalida su pensamiento anterior? Lo invalida a él, en todo caso. De los padres fundadores de Estados Unidos, me atraen las ideas de Thomas Jefferson, a pesar de que nunca liberó a sus esclavos. Arthur Rimbaud, después de pasar su estremecedora temporada en el infierno, traficó con armas y con seres humanos. Salvador Dalí y Manolo Caracol se hicieron franquistas. Jorge Luis Borges, el autor de 'Historia Universal de la Infamia', respaldó a Videla y elogió a Pinochet, pero aún recuerdo que cuando le preguntaron por ello a Gabriel García Márquez, este respondió que mientras la literatura borgiana siguiera contribuyendo al progreso del ser humano, le traían sin cuidado sus opiniones.

¿Quemamos el Guernica por el comportamiento de Pablo Picasso con las mujeres? ¿Debo dejar de emocionarme al leer “emerge tu recuerdo de la noche en que estoy./El río anuda al mar su lamento obstinado./Abandonado como los muelles en el alba”, por el hecho de que Pablo Neruda confesara por escrito una violación?

El claroscuro Caravaggio desangró hasta la muerte a un rival amoroso, Ranuccio Tomassoni, por lo que aseguran que, andando el tiempo, firmó su Decapitación de San Juan Bautista, de 1608, con la frase: “Yo, Caravaggio, hice esto”. A Salieri, todavía hay quien le culpa del presunto asesinato de Mozart sin una puñetera evidencia de tal supuesto. Y solemos olvidar que Cervantes pasó por la trena bajo cargos de lo que hoy sería prevaricación.  

Como en el tango “Cambalache”, solemos entremezclar churras con merinas, y delitos con opiniones que nunca debieran ser delito por mucho que nos subleven. Ni los raperos tendrían que exiliarse por fustigar a los borbones ni estoy dispuesto a renunciar a las canciones de amor de José Manuel Soto por más que se eche al monte como un fraile trabucaire en sus redes sociales; ni a la discografía completa de Lluis Llach, por sus criterios maximalistas sobre la independencia de Catalunya. ¿Voy a dejar de leer “La Fiesta del Chivo” porque me encuentre en las antípodas del neoliberalismo de Vargas Llosa? Por supuesto que no.

El colaboracionista Celine nos convidó a un angustioso y estimulante 'Viaje al final de la noche'. Ezra Pound acabó en el fascismo y en los manicomios. ¿También lo hizo acaso su poesía? Debo confesar que me aburre Ionesco, pero no solo porque preconizara las mismas ideas de Benito Mussolini, a quien también aplaudió Marinetti, al que adoro.

¿Deberíamos cancelar la cancelación? Según y cómo. En cualquier Estado de derecho debiera caer todo el peso de la ley contra los delincuentes, sean de cuello negro o de cuello blanco, pero no contra las opiniones, salvo aquellas que supongan un linchamiento contra un particular, que también tiene derecho a defenderse ante los tribunales. Cosa distinta sería que si la sociedad fuera bien nacida –que tampoco lo es-- tendría que rechazarles y evitar que se convirtieran en un ejemplo cívico, como ocurre ya bastante a menudo, por fortuna, con los viejos chistes de tartamudos o de maricones.

No obstante, las obras de arte cuando se exponen en la plaza pública de la historia, ya no pertenecen a sus autores. Y tenemos que reivindicar, así de simple, nuestro derecho a hacerlas nuestras, también con todas nuestras propias incoherencias y contradicciones. Aunque sea tapándonos la nariz.