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Un Gobierno de intersección

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias

Javier Aroca

A estas horas, durante todo fin de semana, artificieros de PSOE y Podemos se afanan en recoger metralla, curar heridos, desactivar explosivos, minas personales y anticarros y avisar a los descontrolados. Son las cosas de las guerras locas. Por fin, después de aburrir hasta a las ovejas, parece que se ha encontrado una vía de solución. Sin duda el movimiento inteligente de Pablo Iglesias ha ayudado lo suyo. Pedro Sánchez también ha respirado aliviado.

Habrá Gobierno salvo imponderables de los que se llaman a sí mismos ponderados, siempre detrás de la mata. El Gobierno no será monocolor, ni de cooperación; será de coalición, pero permítanme que teorice: será de coalición limitada, o lo que es lo mismo -inspirado en la Teoría de Conjuntos- será un Gobierno de intersección.

Gobernarán juntos en lo que les une, mucho. Donde coinciden ambos conjuntos, las políticas sociales, Podemos será leal y no vocinglero en las políticas de Estado que no comparta; Pablo Iglesias se reserva para sí la capacidad moderada de discrepar y reafirmar, desde fuera del Gobierno, la identidad  ideológica de su partido en asuntos en los que PSOE y Podemos tienen visiones  distintas. Pero la voz del Gobierno será una y , en caso necesario, su presidente conserva y ejercerá todas sus prerrogativas. Un buen acuerdo, fino, muy en la cultura de las coaliciones gubernamentales, ajenas hasta ahora al pensamiento estepario español.

Pedro Sánchez será el presidente del Gobierno de coalición, Pablo Iglesias mejorará su tratamiento, su consideración protocolaria, como patrón del Gobierno de intersección; Pablo Casado será el jefe de la oposición y para Albert Rivera queda el puesto de Manolo el del Bombo, por España, en dura competencia con Inés Arrimadas.

Habíamos llegado a una fase prosopopéyica de la negociación. Ya estábamos con “España pa arriba y España pa abajo”, sin que se dieran cuenta de que España, la de verdad, los ciudadanos, estaba hasta el moño de que no supieran qué hacer con los sufragios que habían depositado muy conscientemente en las urnas con más  inteligencia que la que demostraban los atontados beneficiarios de sus votos.

Este  fin de semana se afinan los flecos, están casi de paella. Sánchez ya se ve de presidente; sus ministros en funciones, unos se ven de ministros y otros de lo que sea, pero de algo. La verdad es que han tenido, tanto ministros como ministrables, sus minutos de oro. Las palabras, como diría George Orwell, se tensaban, a veces imprecisas, resbalaban cercanas al insulto. Un barullo chismoso, en definitiva.

Por fin, como dije más arriba, turno para los artificieros. Pedro se pondrá a marcar unas canastas, y Pablo podrá leer los dominicales y ver cómo uno de sus rivales más entusiastas se anda en enseñar tendencias de moda y riesgos para la masculinidad amenazada. Un puro relajo, incluso orgánico, muy orgánico. Pero ojo, la unanimidad socialista en la resistencia contra Podemos es falsa. Procede, en parte, de donde más sufrió Pedro Sánchez en su agitada vida política. Ya veremos. Las discrepancias contra Iglesias son verdaderas, pero el poder del BOE hará milagros.

Dos programas de televisión

Al final , a pesar de los reclamos de acuerdo, manifiestos y llamados a la seriedad y  transparencia, el conflicto se ha arreglado con dos programas de televisión; bueno, uno en dos capítulos. Al Rojo Vivo desde el Congreso y, quién sabe, como respuesta exigida, otro desde La Moncloa. Es la espectacularización de la política, la política televisada. Parece como si sin televisión no fuera posible hablar. Ya lo advirtió McLuhan: la “Mass Age”, la “Era de las masas”, que, divertido, don Marshall confundía intencionadamente en inglés con la Era del masaje, “massage”, masaje al que acuden los políticos hasta que se rinden, incapaces de trabajar sin luz que los propague. Una preocupación más para la reiterada poca reputación de la políticos y un punto para la televisación de la política. Se puede criticar, claro, pero la televisión ha formado parte esta vez de la solución. 

Esto no ha acabado, y no lo digo porque no vaya a haber Gobierno, sino porque será una legislatura dura. A estas horas, mientras los dos veces costados artificieros desactivan minas y explosivos, otros minan el terreno para el próximo Gobierno. Ya navegan las flotas corruptas y prohibidas calando redes de volanta, soltando volantas a la deriva, saliendo de arrastre a pescar lo que sea, pero sargazos contra el Gobierno. Artes de pesca ilegales cloaqueras, o malas artes, mejor dicho.

Al final no ha hecho falta que los líderes se embarquen en el Melillero. Quiero pensar que he influido con la idea . No sé pero el Melillero intimida. No hubiera sido lo peor. Ya me imaginaba sin Gobierno, otra vez resistiendo el empuje de los añorantes de tiempos pasados, de los profesionales de la Transición, el grupo de Casa Lucio constituido en gabinete de crisis. Lo peor, que me veía venir al Señor Lobo.

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