Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
No a beber nuestro sudor, no a la mili, no a empeorar. ¡Remontada!
España ardía y aquí, en la cornisa cantábrica a la que vuelvo en verano como biznieta de emigrantes a Andalucía, el cielo estaba nublado, pero no como antaño con nubes de lluvia sino de humo y con un sol rojo apocalíptico de película de catástrofes. Fui a Bilbao temprano para participar como analista en el Sentido Crítico del A Vivir (SER) que estos meses estivales conduce Lourdes Lancho y ahí nos centramos en analizar la España en llamas. Entonces, el catedrático de Ingeniería Forestal y Cambio Global de la Universidad de Lleida, Víctor Resco de Dios, anunció que este presente tremendo es “el tráiler de lo que nos va a venir” y, entre reflexiones y propuestas valiosas, subrayó la necesidad de adaptarnos.
En el regreso a mi aldea, mientras la ceniza volvía gris mi coche blanco, me preguntaba si sería idiota o naif por no querer “adaptarme” a este “cambio” que es “destrucción”. Pero cuando, además, los días siguientes, el presidente Pedro Sánchez planteó su propuesta de pacto de Estado ante la emergencia climática en términos de “adaptación”, y su exvicepresidenta y actual vicepresidenta de la Comisión Europea, Teresa Ribera, publicó una tribuna titulada “España ante la gran Adaptación”, me puse mosca. ¿Por qué tanto empeño con el mantra de “adaptarnos”?
A ver, desde Darwin sabemos que las especies evolucionamos, resistimos y avanzamos adaptándonos, pero: ¿estamos dispuestos a añadir al pack playero de toalla, sombrilla, crema protectora, cubo y pelota, un neopreno para nadar protegidos frente a la profusión de medusas y carabelas? ¿Quizá bloques de hielo si veraneamos en el Mediterráneo, con los que enfriar ese caldo y no hervirnos mientras nos bañamos? ¿Tal vez una pala, no de plástico para hacer castillos, sino profesional, para abrirnos camino despejando la arena de algas invasoras?
Y, cuando el calor siga subiendo más y más, en esta España nuestra en primera línea de desertificación, ¿nos adaptaremos con los destiltrajes que imaginó Frank Herbert en su saga Dune y con los que habréis visto a Timothée Chalamet, Zendaya y Javier Bardem en las adaptaciones a películas? ¿Estamos dispuestos a llegar a un punto de destrucción del clima tal que, para sobrevivir, tengamos que bebernos nuestro sudor, orina, los líquidos de la descomposición de los muertos como en esa ficción que justo va de la epopeya para resucitar un planeta muerto?
¿Adaptarse es resignarse?
El pilar esencial para justificar el mantra de “la adaptación” es que el contexto global no invita a esperanzas ecologistas porque ni el obtuso extractivista que es Trump ni las hordas neofascistas que él lidera, ni las derechas contagiadas por su influjo van a activar medidas para cuidar el planeta.
El auge fascista con las presidencias de Trump y sus secuaces abruma. Pero lejos de asumir “adaptarnos” a la deriva climática, belicista y anti derechos humanos, hay que conjugar el verbo “transformar” como motor de reacción.
Pero, entonces, ¿el hecho de que el poder en manos de estos ultraegoístas destructivos también amenace la pervivencia palestina, los derechos humanos, la legalidad internacional y el sistema democrático, debe hacer que “nos adaptemos” al desastre? ¿Tenemos que consentir el auge belicista que dedica nuestros impuestos a gastos de guerra y asesinatos con los que se lucran desalmados? ¿Aceptar la paulatina vuelta de la mili en nuestro contexto europeo más cercano? ¿Incluso que se reimplante aquí?
Quienes hoy defienden que “es lo que hay”, que “no hay otra”, que ya es “demasiado tarde para frenar la deriva”, que “la historia son ciclos y entramos en uno de oscuridad” son las y los mismos que hace diez años, cuando muchas y muchos avisamos de que venía el neofascismo nos ridiculizaban llamándonos exagerados. Más vale asumir que no podremos contar con ellos para frenar la tiranía y no dejarnos arrastrar por su docilidad.
¿En qué época de la historia la humanidad no ha desafiado adversidades hasta vencerlas? Adaptarse nunca ha implicado pasividad, sino al contrario, ingenio, creatividad, concebir alternativas y trabajar organizadamente en construirlas: ¡Vamos!
Con plena consciencia de que edificar la alternativa no es nada fácil, pero convencida de que cuanto más retroceso consintamos, más difícil será, propongo empezar el curso con el más apasionante espíritu de remontada (yo lo haré, además, leyendo Política del malestar: Por qué no deseamos alternativas al presente de Alicia Valdés, que he descubierto también en el A Vivir). ¿En qué época de la historia la humanidad no ha desafiado adversidades hasta vencerlas? Adaptarse nunca ha implicado pasividad, sino al contrario, ingenio, creatividad, concebir alternativas y trabajar organizadamente en construirlas. Como suelen jalearse los deportistas que nos emocionan: “¡Vamos!”
Soñar y lograr metas concretas
En algún momento de la historia reciente las mayorías sociales occidentales nos hemos dejado convencer de que tener ideología, sueños y aspiraciones de progreso era de ilusos pues el capitalismo era el único destino posible y cierto. Pero, mientras, los ultracapitalistas, insaciables por naturaleza, han profundizado en sus propias ideología y sueños hasta el punto de estar hoy exterminando al pueblo palestino para levantar en Gaza un resort hortera con el que forrarse y de plantearse robar Groenlandia con sus ingentes recursos energéticos.
Si ese es el mundo que queremos, votemos a sus impulsores o bajemos los brazos. Pero no nos hagamos trampas. La gente amante de la libertad, la convivencia y los cuidados también podemos soñar y trabajar, coordinados, para realizar nuestro proyecto colectivo. Inspirémonos en el hermoso bosque que la alcaldesa socialista de París ha creado en la antes árida plaza del Ayuntamiento, en la movilización africana actual para que, al fin, el mapa terráqueo refleje la gran dimensión real de África, paremos el exterminio palestino a manos de Israel y EEUU y tejamos relaciones internacionales con los pueblos y países decididos a colaborar así como con los opositores en los hoy gobernados por fascistas.
Algo que solo lograremos, claro, si cada una y uno en nuestros ámbitos, las asociaciones y colectivos en que nos organizamos, los partidos que nos representan en las instituciones de decisión, priorizamos lo clave y urgente sobre las legítimas diferencias aplazables y sobre las rencillas o rencores tan humanamente comprensibles como triviales frente a la entidad del reto que encaramos. Que la lucidez nos acompañe en el nuevo curso que empezamos.
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