El nombre de la cosa

Han llegado a mi ciudad Podemos y el camión del tapicero, aunque en ambos casos la cosa no está muy clara y no sé muy bien qué servicios ofrecen. Y en el caso del partido de Pablo Iglesias el Joven, aún es más confuso, ya que no aterriza en Granada en su misma mismidad, sino a través de Ganemos, candidatura municipal que en esta ocasión está infiltrada por IU, en la creencia -pobre incauta- de que la han convidado a participar en el festín, cuando no es más que el postre.

Y si la ideología del batiburrillo es para mí algo confusa (también es verdad que yo no tengo estudios de Ciencias Políticas), bastante más misteriosa es su denominación, que vaya manía les ha entrado con ponerse nombres con formas verbales, como Podemos y Ganemos, a las que hay que añadir su corriente crítica, Sumando Podemos, y la escisión comunista en Madrid, Somos IU.

Así, ya tenemos un Círculo de Podemos-Ganemos-Sumando (POGASU) que, sin ánimo de comparar, viene a ser como el Círculo Católico o el Círculo Doctrinal José Antonio, organizaciones de las que salieron o bien cajas de ahorros o cajas de pino, o las dos cosas. Vistos los antecedentes del nombre les propondríamos que pasaran a llamarlo Redondel, o siguiendo con la Geometría, Triángulo Isósceles, en el que los doctores en Políticas serían la puntita y los demás seríamos los catetos.

También parece que andan un tanto confusos al explicar su ideología, sobre todo cuando ya han definido los grandes principios, el Derecho a la Felicidad de Todas las Criaturitas y el Anhelo de Paz Mundial, objetivos que compartimos todos, excepto los partidos vulgares que funcionan bajo anodinas siglas, como PSOE, IU y todos aquellos demonios impuros que no sean del POGASU.

Del Círculo al Soviet

Aunque soy sólo un perito en lunas y un humilde junta letras, me atrevería a aconsejarles unas nuevas denominaciones para las gentes sin ilustración. De este modo, los círculos de obreros, campesinos o estudiantes podrían denominarse soviets, que se organizarían en redondeles de distrito, regional y estatal, para así garantizar la participación de las masas en los poderes ejecutivo y legislativo. Los soviets deberían elegir de entre la nomenklatura de Ciencias Políticas un grupo de representantes, que bien podría intitularse Comité Central, que a su vez nombraría al Politburó, que encauzaría los afanes de toda la organización hacia la centralidad que tanto busca ahora el pluscuamperfecto Pablo Iglesias (por emplear otro tiempo verbal). El sistema se llamaría centralismo democrático en una república popular.

Y para que nadie se desmande y empiece a criticar o, lo que es peor, querer apuntarse a la II Internacional, o a la III, o a la IV (corruptos socialistas, malvados comunistas e ineptos troskistas) es mejor cortar por lo sano e impedir las votaciones internas. Además, todo el mundo sabe que la buena es la V Internacional, no en vano fue propuesta en 2009 por el Gran Caudillo del Círculo Bolivariano, Hugo Chávez.

Lo malo de estas nuevas denominaciones que propongo es que no tendrían mucho sentido si empezamos a recular como ya han hecho Iglesias y sus compañeros politólogos, pasando de no pagar la deuda a una quita pactada y del fin de los desahucios a soluciones habitacionales para gente modesta. Que al final no se les va distinguir del PC o del PSOE, eso sí, tras conseguir mantener en el poder al PP durante otros ochos años, y tapizarle la poltrona.

Mucho me temo que vendrá al caso recordar las palabras de don Miguel de Cervantes en su afamado soneto con estrambote: “Y luego, encontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miro al soslayo (eso Iglesias lo hace muy bien), fuese y no hubo nada”. Como el perro del hortelano.