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Oficina del Demócrata

Pablo Casado, durante su intervención en el Congreso de los Diputados el pasado miércoles.

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Imaginen una sesión en el Bundestag, el Parlamento federal alemán. El líder de la oposición, de izquierda o derecha, toma la palabra y se deja caer con que Adolf Hitler tenía sus motivos, que el nazismo está al mismo nivel que una Constitución democrática, un poner, la de Weimar. Lo podría decir, rige la libertad de expresión, pero su carrera en la política alemana se habría acabado y su destino físico sería, como mínimo, selvático.

Eso ha pasado en la sede de la soberanía nacional en España. El líder de la oposición ha situado al golpismo fascista que acabó con la Constitución republicana de 1931 y nos llevó a una guerra civil en el mismo plano de igualdad. Es decir, el líder de la derecha española ha hecho claramente, sin complejos, apología del fascismo. Y su partido, al menos los partidarios de la direccional actual y los presentes en el Congreso de los Diputados, le ha ovacionado.

Podría ser fruto de la demostrable y demostrada deficiencia formativa de Pablo Casado, su desconocimiento de la Historia, su nula pertinencia en Derecho, podría, pero hay algo más.

Mientras que en toda Europa los demócratas pelean contra la extrema derecha, se conjuran para cortarle el paso, se alían para combatirla, la derecha española se confunde, se mimetiza con ella, hasta tal punto que hoy los discursos son indiferenciables

Mientras que en toda Europa los demócratas pelean contra la extrema derecha, se conjuran para cortarle el paso, se alían para combatirla, la derecha española se confunde, se mimetiza con ella, hasta tal punto que hoy los discursos son indiferenciables. No solo el discurso de la derecha del de la extrema derecha: en la práctica, donde es necesario el concurso de la extrema derecha, el Partido Popular no le hace ascos.

Qué ha ocurrido entonces en la Carrera de San Jerónimo. Pablo Casado no hablaba para el Gobierno, competía con la extrema derecha. En la arena política, parlamentaria o no, Casado tiene dos tareas: una, hacerse con el liderazgo interno en dura competencia con Isabel Díaz Ayuso, su valor extremo más apreciado por la carcunda; otra, competir con Santiago Abascal para ser el referente de la derecha más extrema española y europea, esta última aliada con las expresiones más fascistas en la UE.

Entonces, tenemos un serio problema: España se ha quedado sin derecha. Sin una derecha demócrata y antifascista. Un déficit democrático notable en un momento a escala global en el que nuestras sociedades se expresan en términos de resistencia política global, ante el auge populista de las extremas derechas.

Es un retroceso notorio y un fracaso colectivo porque es tanto como afirmar que el franquismo no es una experiencia cruel del pasado de la que conviene aprender sino una condición vital oculta, en el tuétano de la derecha española. La intervención aplaudida de Pablo Casado sitúa a la derecha representada en el Congreso en el mismo anaquel de las extremas derechas de la UE –y del derrotado trumpismo–. Es triste contemplar cómo el PP no está con la vanguardia de las derechas europeas democráticas y antifascistas, no es una derecha homologable.

Es triste contemplar cómo el PP no está con la vanguardia de las derechas europeas democráticas y antifascistas, no es una derecha homologable

Pero no es solo este dislate parlamentario. En la práctica cotidiana, el intento deslegitimador constante del Gobierno de coalición progresista, la acción desleal en sus giras por la UE, la resistencia atrincherada en instituciones constitucionales, su filibusterismo negando el cumplimiento de la Constitución, por ejemplo en el CGPJ, su desconsideración de instrumentos constitucionales como la moción de censura, su jaleo a la guerra judicial contra el Gobierno, ponen a la derecha española más cerca de la brasileña de Bolsonaro o de Viktor Orban que de la europea democrática de Merkel o Macron.

En esto, se empeña, a escala regional, en mamarrachos institucionales como la Oficina del Español cuando más útil pareciera una Oficina del Demócrata, con una sección urgente de Historia y Derecho.

Y mis amigos se preguntan ¿dónde están los liberales? Se pueden encontrar sus valores en las playas de Almería, en los cementerios del exilio, en todas las salidas de urgencia de España. También en la ley de la gracia del indulto, de 1870, cuya autoría corresponde al gran liberal Eugenio Montero Ríos.

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