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El problema catalán no existe y los dragones tampoco
“El problema catalán no existe” ha dicho Rajoy en una entrevista en el periódico La Vanguardia esta semana. Y a mí me recuerda al cuento de Andrés Hilarión “Mamá, los dragones no existen”. Esta frase no la pronunciaba un descreído de lo fantástico, ni un realista empedernido. Lo decía seriamente un pequeño dragón tras escucharlo en la televisión una tarde. Y por más que su madre desgranaba argumentos, él siempre encontraba razones para rebatirlos. Ni siquiera mirando su reflejo era capaz de darse cuenta de lo contrario.
En este caso, parece ser Rajoy el que nos lanza el mensaje de que los dragones no existen, empeñado en que lo creamos a pies juntillas, aunque los veamos volar una y otra vez a través de la ventana, y él les dé de comer en los jardines de la Moncloa.
Porque para Rajoy no hay problema catalán y de tanto no existir, la cuestión crece; y así, no se buscan soluciones; y como no existe pero otros creen que sí, no hay que preocuparse, porque llega Mariano con un talón para demostrar que no había tal problema. Que no, que no hay sentimientos independentistas (casi la mitad de la población catalana) ni deseos de opinar sobre el futuro.
Aunque no hay que sorprenderse, esto no es algo novedoso. La técnica de negar la realidad empieza a ser un clásico en la estrategia política mariana. A los hechos me remito.
De hecho, el conflicto con los estibadores no existe. Por eso parece que el problema del mandato europeo de la liberalización del sector ha surgido por generación espontánea y no lleva desde 2011 sobre la mesa.
Tampoco los refugiados existen, ni los inmigrantes. Técnicamente es cierto. Si uno se gira y da la espalda a la valla de Melilla y a las fronteras de Europa, por delante no ve nada.
El trabajo precario no existe. Es más, “estamos mucho mejor”. Las cifras de desempleo mejoran, pero para qué vamos a entrar en detalles menores. Recordar que trabajar ya no es garantía de mantenerse es una frivolidad.
La ley “mordaza” no es tal porque la mordaza tampoco existe. Eso es un invento del enemigo. Lo que hay aquí es una gran voluntad de mantener el orden, que ya está bien de tanto chiste. Ya se sabe que el humor es peligroso y así no hay modo de gobernar, con todo el mundo opinando y, lo que es el colmo, mofándose.
Y por supuesto, la corrupción no existe. Puede que antes, que ya dice Rajoy que “es cosa del pasado”. Pero eso aquí ya no pasa. Lo de las acusaciones contra el presidente de Murcia es un espejismo y las investigaciones por la presunta financiación ilegal del PP en Madrid, un invento.
Así parece funcionar Rajoy y su Gobierno. Las realidades que no le gustan no existen, o al menos niega su existencia. Y si no, lo prohíbe. Al más puro estilo del autobús de Hazte Oír: “que no te engañen”, no hay personas transexuales aunque podamos citarlas con nombre y apellidos.
Lo cierto es que me inquieta pensar que esta táctica dé buenos resultados políticos. Ni la mismísima Escarlata O’Hara de ‘Lo que el viento se llevó’ negaba la realidad, aunque la pospusiese con un despreocupado “Ya lo pensaré mañana”.
Porque lo sabemos. Nosotros sabemos que los dragones están ahí. Aunque puede que, como decía Orwell, no haya nada más difícil que “ver lo que está delante de nuestros ojos”.