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CRÓNICAS DE UN REENCUENTRO

Lombrices, tela y madera: Economía Circular contra el círculo de la pobreza en la barriada sevillana de Las Tres Mil

Reciclar maderas de desecho en Polígono Sur

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No hay vendedor ambulante en los mercadillos del Polígono Sur que no conozca a Juan Duarte. Llega todas las mañanas muy temprano a Las Tres Mil Viviendas subido en su patinete eléctrico, cuando los batallones de barrenderos de Lipasam toman las calles de la barriada marginal de Sevilla. A las pocas horas todo vuelve a estar tan sucio como antes.

Es difícil imaginar que en una zona tan deprimida puedan emerger empresas que tratan de romper el estigma de drogas y la delincuencia que persigue al vecindario. Esa es la misión de Duarte. Enseña a los vecinos a gestionar sus negocios desde el Centro Andaluz de Emprendimiento, un vivero de prosperidad en un mar de vulnerabilidad social. Los vendedores ambulantes eran los que más se acercaban al centro buscando asistencia antes de la pandemia. La crisis sanitaria hizo aún más grande la brecha social con el resto de la ciudad. Ahora hace germinar empresas que tratan de aprovechar las oportunidades de la economía circular.

Importar conocimiento para emprender

Es el caso de Lombricultura Verde, creada por dos hermanos que escaparon de la represión en Venezuela. Crían lombrices rojas americanas para producir abono sólido y líquido. “Da vigor a las plantas y potencia el efecto de protección de los insecticidas”, explica Enmanuel Álvarez. El ingeniero agrónomo vende a viveros y empresas dedicadas a la agricultura biológica.

“Aporto mi granito a la producción de alimentos sanos y a mejorar el rendimiento de los cultivos”, añade. La nave se le quedó pequeña. Necesita un espacio cuatro veces más grande. Duarte le asesora sobre cómo proteger su conocimiento. “Ten cuidado con la competencia”, le dice mientras cuenta que da vueltas a nuevas ideas.

En su país natal ya utilizaba las lombrices para producir café orgánico. También daba clases en la Universidad. Convertirse en emprendedor por cuenta propia es una vía habitual para que un inmigrante pueda regularizar su situación. Álvarez está ahora con los últimos trámites para ser ciudadano español. “No pienso abandonar este proyecto”, dice, “no pienso trabajar para nadie”.

El nivel de cualificación en el Polígono Sur es escaso. El desempleo afecta a más de la mitad de los adultos y dos tercios de los parados son analfabetos funcionales. Solo el 7% de los residentes tiene algún tipo de titulación profesional o superior. No es el único barrio en una situación así en Sevilla. Seis de los 15 barrios más pobres de España se encuentran en la capital andaluza.

“Se necesita para ayudarles algo más profundo que un plan integral”, opina Isabel Jiménez. La emprendedora está a cargo junto a su marido de Reciclatex, una cooperativa que transforma en trapos las sábanas de algodón que desechan hoteles y hospitales. “Son de muy buena calidad –señala– pero se tiran y se queman. El textil es el segundo mayor contaminante”.

Jiménez se fija en la basura que hay por Las Tres Mil para poner de relieve la falta de conciencia ciudadana. “Les da igual porque Lipasam se lo resuelve”, opina. Ellos viven en El Cerro del Águila. Su proyecto pasa en un futuro por cerrar el círculo reciclando los trapos. “Queremos llegar a tener nuestra planta deshilachadora”, dice Moisés Olmedo mientras explica que él mismo se encarga de readaptar las máquinas que utiliza.

Referentes de barrio

Los vecinos en las zonas más deprimidas de la ciudad necesitan referentes entre sus vecinos. Es el caso de José Manual Nogueras, fundador de Barbería Morgans. Tiene locales por diferentes puntos de la ciudad y enseña a jóvenes en una situación de especial dificultad que hay una alternativa viable a ponerse a vender droga un fin de semana en la puerta de una discoteca.

“Hay un momento en el que los chavales se plantean si trabajar o hacer dinero fácil vendiendo bellotas para cubrir sus necesidades económicas”, comenta Antonio Oteros, uno de los técnicos del centro de emprendedores en Las Tres Mil. La educación a una edad temprana es fundamental para que haya un cambio de cultura. “Y no solo para los niños –comenta– también para los padres”.

Reciclar, como explica Jiménez, tiene un valor. “Si se incentiva –añade– el barrio estaría limpio de botellas vacías que tiran por las ventanas”. Salir de la economía sumergida e integrase en el sistema, añade, “conlleva contraer obligaciones”. Pero la burocracia es una barrera. Juan Duarte trata de explicarles que para que un proyecto empresarial sea exitoso, se necesita un plan de negocio bien ordenado.

Oportunidades en el “consumismo brutal”

El CADE trabaja con organizaciones como la Cruz Roja y la Fundación Don Bosco para ayudar a los jóvenes del barrio a encontrar una salida laboral como emprendedores autónomos. “Para defenderte en la sociedad debes estar informado y poder superar las barreras”, insiste el dueño de Reciclatex, “hay que tener ideas muy claras y rodearte de personas que te den buenos consejos”.

El vivero empresarial de Las Tres Mil funciona como una comunidad. Reciclatex ofrece su camión a Restauraciones y Creaciones El Gramil cuando lo necesita, la empresa de Emilio Becerra quien comenta que le gustaría algún día poder contratar a chavales del barrio para que le ayuden en su negocio.

Becerra se crió en el Polígono de San Pablo y vive en la barriada Juan XXIII. Ha estado metido en mil trabajos antes de decidirse a montar su propia empresa, que emergió a partir de un hobby. “El cambio se hace con cosas pequeñas”, comenta al hablar de su idea de dar utilidad a la madera que encuentra por obras y vertederos.

Su mesa de trabajo está hecha con vigas de madera de un molino antiguo. “La economía actual se basa en un consumismo brutal –explica– dar un nuevo uso a las cosas permite evitar ese consumismo”. Una reflexión sobre las acciones individuales que hace extensible a lo que sucede en el barrio donde tiene la nave. “Al principio te hunde –admite– pero cuando tienes un mínimo trato con la gente ves que hay esperanza”.

Inquietudes y guía

Tomando la lógica de Becerra, se necesitan múltiples soluciones funcionando a la vez para romper con el ciclo perverso de vulnerabilidad que atrapa a los barrios más marginados. Invertir fondos públicos en la rehabilitación de un parque, reformar un edificio de viviendas o inaugurar un centro cultural parece insuficiente por sí solo para que haya una alternativa real a la pobreza estructural.

“El emprendimiento no surge como una chispa –comenta– no es un sueño que tienes durmiendo”. Para que alguien como su hijo, que tiene 18 años, pueda crear su propio negocio necesita una educación que le motive, le cree inquietudes y ambiciones. Y especialmente tener un referente en el que puedan confiar, que les sirvan de guía.

 Lo que más le gustaría a Becerra un día es abrir las puertas de su nave y trabajar con luz natural. Incluso poder tratar con los vendedores ambulantes de chatarra. “Llevo poco tiempo y los vecinos me ven aún raro –comenta– ojalá de aquí a unos meses. Pero es verdad que hay que tener mucho cuidado. Es una lástima. Se necesita algo profundo”.

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