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Max y Sergio García: convertir un museo en cómic

Ilustración de Max y Sergio García: "Viñetas desbordadas"

José Antonio Barrionuevo

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Para quien no lo conozca, el Centro José Guerrero se encuentra en pleno centro de Granada, en una estrecha calle que conecta culturas, conecta la Catedral y la Capilla Real con las aún más estrechas calles de la Alcaicería. Entre tanta historia, un edificio moderno, que ahora encierra muchas historias. En sus paredes, en sus salas, los dibujantes Max y Sergio García han desparramado sus trazos, sus líneas, sus personajes y su narración. Han dado vida, junto a Ana Merino y sus poemas, a la exposición 'Viñetas desbordadas', que se puede visitar hasta el 24 de marzo de 2019.

En el Centro hay una primera sala en la que podemos disfrutar de los trabajos previos de estos artistas, el camino que han recorrido hasta llegar aquí. En esa sala hacemos un corro, al que se suma también Paco Baena, comisario de la exposición. “Nos hemos entregado en cuerpo y alma”, asegura Max. “Lo que yo he hecho en particular es como un destilado de todo lo que vengo haciendo desde hace un montón de años. He estado muchos años dando pasos en muchas direcciones, y este es un paso más, más bien una zancada grande en mi dirección”. “Ha sido desarrollar todo lo que venía haciendo ya para el mercado americano, pero en un formato que nos ha permitido realmente desarrollarlo” continúa Sergio García. “En el periódico The New York Times) estamos constreñidos al formato de la página, pero aquí, de golpe, tener 36 metros lineales, da mucho morbo, y haces algo expandido. Aquí soy, igual que Max, yo mismo, pero a la enésima potencia”.

Ana Merino es la tercera parte de esta exposición. Ella hace una interpretación teórica y poética de este proyecto. “En mi caso es el disfrute de la oportunidad maravillosa de verles crear. Ver a dos grandes creadores enfrentarse al espacio del museo, y construir su universo desbordándose. Ha sido una experiencia maravillosa. Y luego sedimentar eso que he observado, tan magnífico, de la voz de los creadores, y transmitir pequeñas iluminaciones a través de poemas. Yo he sido esa espectadora silenciosa que luego ha evocado la maravilla de verles en ese proceso”.

“Lo que estábamos buscando era otra forma de entender el espacio, no era convertirlo en un espacio expositivo de cómics, de obra hecha, sino cómo interpretan ese nuevo espacio -comenta Ana-. Yo creo que el cómic tiene una textura maravillosa sobre las paredes, va encontrando nuevas historias”. Allá por 2016, Paco Baena ya andaba con esta idea en la cabeza: “Yo he sido lector de cómics desde niño, he mantenido la afición, y echaba en falta así como otras artes se habían apropiado del museo, o de los centros de arte contemporáneo, el mundo del cómic no. Y entonces sentía ese déficit y siempre he tenido esa idea”.

Max presenta 'La línea', un proyecto compuesto por tres historias, dos de ellas se desarrollan en las paredes del Centro. 'Vida de Ubrut, encargado de mantenimiento' es la primera historia. Ubrut es el responsable de mantener la línea, que parte de la planta baja y sube por las escaleras hasta la primera sala del museo, donde esta primera historia dialoga con la segunda: 'Vladimir & Estragón'. “He trabajado en la distancia, sí, pero la distancia de hoy en día no es la de antes. Estábamos comunicados por mail, y no te puedes ni imaginar la cantidad de correos que nos hemos estado cruzando para esto, es una cosa abrumadora. Este contacto permanente ha permitido que hubiera un toma y daca, que hubiera un diálogo muy fértil entre los cuatro, y ha permitido también hacer cosas como, por ejemplo, la conexión que hay en el momento en el que termina mi historia y empieza la de Sergio. Ha permitido que cada uno trabajara sabiendo lo que estaba haciendo el otro, lo cual convierte la lectura conjunta en un juego muy especial y muy complementario”.

La línea de Max sube el segundo tramo de escaleras del museo, y a la mitad, llega a una parada del metro de Nueva York, donde un músico está sentado. Es el primer personaje de las historias de Sergio García para esta exposición. Aquí arranca su narración multilineal, que discurre por la cotidianidad de sus seis protagonistas, dividida en doce paneles murales que se corresponden con las doce horas del día. Con el Libro del Amduat del Valle de los Reyes como referente, Sergio construye un plano de ciudad continuo del que surgen todas las tramas urbanas, a modo de mapa.

“Yo conocía el trabajo de Max. Me gustaba especialmente el Tríptico de los encantados, una obra suya que me dejó completamente 'flasheado', y entonces desde el principio sabíamos que iba a usar esa estrategia de la línea, que era una línea recorrida, era algo más teatral -comenta Sergio-. Entonces decidí yo también asumir ese discurso, que no tiene nada que ver, por ejemplo, con lo que hago para el mercado americano”.

“Hay un elenco de personajes aquí que están contando cosas, que nos están transmitiendo sensaciones, emociones, problemáticas, y de pronto el visitante se va a volver a casa con los bolsillos llenos de historias y va a estar paseando y va a ir descubriendo que se están comunicando los personajes a uno y otro lado de la sala”, señala Ana Merino.

El reto

Sergio García: “El mayor reto en mi caso ha sido trabajar con los formatos, porque yo lo he hecho todo en un formato, en el iPad. Claro, si tú lo haces todo en papel, lo puedes ir posicionando y te haces una idea de cómo va a ir quedando. Pero en realidad era todo un poco abstracto. Yo trabajaba sabiendo que cada formato tenía al menos dos metros ochenta, dos metros noventa, por un metro y medio, pero al final nunca sabes cómo va a quedar en sala. Incluso si luego va a encajar. Ha habido ajustes de última hora, porque las dimensiones son muy grandes para un dibujante de cómic. Los dos partimos de formatos que son A4, como mucho A3, y de pronto enfrentarnos a 36 metros, así de golpe, es raro”.

Max: “En mi caso la dificultad era pasar del 2D, que yo he practicado siempre, es decir, pasar del papel al espacio. Yo no quería pasar del papel a la pared, simplemente, sino del papel al espacio. Yo creo que ese era el reto, al volumen que hay. Y andaba perdido hasta que me di cuenta de que no hacía falta que fuera el dibujo, que podía ser el guión el que cruzara el espacio”.

Los primeros visitantes

Por supuesto los primeros visitantes de esta muestra fueron sus protagonistas. “Yo me he emocionado, porque de pronto les he visto aquí, les he reconocido”, asegura Ana Merino. “Hemos estado hablando de ellos, hemos estado viendo pequeños bocetos, pero la obra terminada está aquí. A mí me ha desbordado la emoción, estoy enamorada de toda la exposición. Es emoción, una profunda emoción”. Para Paco, “al ser una obra proyectada para esto, teníamos siempre la duda de si saldría. Y realmente la producción de todo ese universo que han estado creando, la traslación a la sala, ha sido perfecta”.

“Al verlo montado comprendes que sólo se puede ver ahí, en sala -toma la palabra Sergio-. Lo que te da pena ahora es que dentro de poco se quite. Se podrá hacer después alguna pequeña recreación, pero no es lo mismo. Hay que verlo en la sala. Y es eso, esa sensación envolvente, que entras y te encuentras rodeado de dibujos que te están contando cosas. Es como estar en un útero gráfico, es una cosa extrañísima, a mí no me había pasado nunca, la verdad, y me ha pasado con esta exposición”. “Nosotros estamos acostumbrados a trabajar en pequeños formatos, porque es para imprimir, en periódicos, revistas, libros... -relata ahora Max-. Entonces trabajamos a un formato ligeramente mayor, pero solo ligeramente mayor que el producto impreso. El miedo es, cuando agigantas una obra, que pierda sentido, que flojee, que haga aguas por todas partes, y entonces ese era mi miedo también. Curiosamente, mi primer pensamiento cuando lo vi fue: ¡qué barbaridad! Y es la misma palabra que se me ha ocurrido esta mañana visitando la Alhambra. Vamos de barbaridades...”. Todos ríen.

¿La primera vez?

“Yo he investigado y no he encontrado exactamente esto. Ha habido algunos pasos en esta dirección, se ha invitado a algunos dibujantes a que intervengan, por ejemplo, en la colección de un determinado museo. Pero son eso, comentarios, acentos, viñetas, siempre normalmente en función de... Esto de, de repente, dejarles el museo a ellos para que desplieguen ahí su mundo, a los dibujantes de cómic, yo no lo conozco”, nos comenta Paco Baena al preguntarle por la singularidad de esta exposición.

Entonces Sergio puntualiza: “Los egipcios ya lo hacían”. Y Ana responde: “Sí, pero marcados por una fe, aquí es la fe del artista, y eso es importante, que el artista sea el pequeño dios”. Y Max remata: “El dios es el lenguaje del cómic. Nosotros somos sus siervos”. Todos, volvemos a reír, antes de comprobar, en persona, todo lo que nos han contado que vamos a encontrar en las paredes del Centro José Guerrero, en Granada.

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