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Javier Domínguez Reguero / Luis Serrano

Utrera (Sevilla) —

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Que si aprender sobre el círculo cromático es aburrido. Que si “maestro, no me entero”. Que si “¿para qué sirve saber qué es un triángulo equilátero?”. “Eso de las láminas, los apuntes y los exámenes no funcionaba aquí”, dice Juan Guerrero mientras recuerda anécdotas de sus primeros meses en el instituto José María Infantes de Utrera (Sevilla).

Este profesor de Artes Plásticas llegó en 1999 a un centro donde “muchos de los chavales no tenían ganas”. La apatía se instalaba en las aulas y los más indiferentes “querían hacer cosas” como pintar su motocicleta, serigrafiar unas camisetas y hacer grafitis. Guerrero aprendió pronto que tenía que buscar un proyecto que conjugara el currículum académico con estos intereses juveniles. “Hay que tomárselo en serio”, advirtió.

Los alumnos poco después comenzaron a arreglar la fachada del gimnasio durante las horas de plástica. Aquellos que ni se molestaban en abrir la mochila eran los más dispuestos a subirse al andamio, a cargar con cubos de pintura, a remachar… La idea de Guerrero prendió y el mural estuvo listo en dos años. Fue el inicio para que el centro escolar utrerano se convirtiera en el primer instituto museo de España.

Al entusiasmo de Guerrero le acompañó la organización del por entonces profesor de Historia del Arte, Manuel Adolfo Jiménez. “Él fue el cerebrito”. El antiguo equipo directivo, con Carmen Gómez y Vicente Ceballos al frente, respaldó un proyecto que ya cumple 20 años y que han hecho del IES José María Infantes un ejemplo de innovación educativa.

De la Prehistoria al Pop Art

Una veintena de aulas, pasillos y otros espacios están destinados a diversos estilos y pintores que comprenden desde la la prehistoria a la actualidad. En el vestíbulo principal, la “Sala del Gran Arte del Renacimiento”, una reproducción de “El Pensador” de Rodin da la bienvenida al visitante. Desde allí, alzando la vista, se puede contemplar un conjunto de paneles pintados que muestran “El Juicio Final” que Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina. 

En el vestíbulo superior se encuentra la “Sala de los Desnudos” en el que se reproducen obras como “Las Tres Gracias” de Rubens, “Almuerzo en la hierba” de Manet, “La Maja Desnuda” de Goya o “Las Señoritas de Avignon” de Picasso. También existe el “Pasillo de las Civilizaciones” que da un repaso pictórico a la cultura japonesa, china, maya o india. Autores como Leonardo da Vinci, El Greco, Caravaggio, Velázquez, Cezanne o Van Gogh cuentan con sus propias aulas.

Las reproducciones de los grandes cuadros de la historia sirven de decorado a un entorno académico que ha terminado por convertirse en una exposición permanente. Además, deja huella: “Es un legado que dejan los alumnos en el centro. Es una pena que este año con la Covid-19 no se haya podido vivir toda la actividad que supone”, dice la directora, Laura Sousa. 

Exposición permanente

La pandemia ha frenado unas visitas que en años anteriores rondaban los 5.000 visitantes entre excursiones de escolares, de residencias de ancianos y de otros grupos y asociaciones. La metamorfosis del instituto en museo ha hecho que tanto el alumnado como el claustro de profesores tenga una motivación extra y se fomente el sentimiento de pertenencia.

“Nos da una responsabilidad y nos hace sentir importantes. Además nos ayuda para nuestra vida cotidiana y aprendemos cultura general”, cuenta la alumna Sheila Arévalo. Ella, junto a sus compañeros está ultimando los ensayos de unas escenas teatralizadas que acompañarán una próxima visita guiada por las instalaciones del centro. Jesús Benítez hace de Marcel Duchamp y presenta “la mejor exposición del mundo” donde “Velázquez es el puto amo”. José Luis Blanco, en el papel de Piet Mondrian, le acompaña. “[Con el proyecto] me he sentido grande porque he hecho muchas cosas”, señala.

Las visitas guiadas, que varían en duración, itinerario y temáticas, crea una “sinergia” entre todos los componentes humanos del instituto, según Guerrero. El profesor, junto con su legión de alumnos, ha aprovechado la crisis sanitaria para remozar muchos de los espacios. Los cuadros se mueven de sitio, se pintan más paredes o surgen nuevas ideas de los propios alumnos. “Ellos me pidieron hacer esto”, señala Guerrero con el pulgar levantado hacia la reproducción de la cúpula de San Antonio de la Florida de Francisco de Goya. El instituto museo no es un proyecto estanco sino que está vivo.

En el mismo carro

“Es una forma de motivación que se traspasa a otras asignaturas. Todo el profesorado que llega se incorpora al proyecto”, dice Sousa. Una vez se consiguió la aprobación de los inspectores de Educación en 2006, el claustro de profesores se adaptó para cubrir las inquietudes de los alumnos e incorporaron todo lo que salía del taller de artes plásticas a sus enseñanzas. Eso llevó a que el trabajo “Creación de una escuela museo” se llevase una mención especial en la XX edición del concurso para el fomento de la investigación e innovación educativa.

El instituto está volcado en una iniciativa que poco a poco suma adeptos. Los profesores de Geografía e Historia apostaron por crear un cine fórum y además produjeron cortometrajes guionizados y protagonizados por los propios alumnos. La implicación de los departamentos de Lengua y Literatura, Inglés y Francés favoreció la creación de textos que ayudaron a comprender la época acorde a cada espacio. Así, por ejemplo, en el aula del Barroco se exhiben unos versos de Luis de Góngora. También se optó por montar piezas teatralizadas que ligaban con la época de un autor o movimiento artístico. Y se impulsaron las visitas guiadas para desarrollar las competencias lingüísticas orales, hecho que en la actualidad sirve de práctica a los estudiantes del ciclo formativo de Grado Superior de Hostelería y Turismo.

“Aquí se trabaja la educación plástica de manera transversal”, cuenta Virginia Arguijo, profesora de Pedagogía Terapéutica, que resalta cómo los estudiantes aprenden sin ser conscientes. “Es un currículum más abierto que ayuda a madurar personal y educativamente. No todo es teoría”, apunta Consolación Sánchez, profesora de Lengua y Literatura. “Cogemos el libro de texto y vamos, por ejemplo, al reinado de Carlos V. Entonces miramos a la pared y la explicación se apoya en las pinturas”, dice el profesor de Historia, Manuel Rodríguez, en la clase destinada al pintor Tiziano.

Toñi García, que apenas lleva un mes en el instituto como refuerzo Covid, se quedó “desubicada” al principio, pero ya se ha impregnado del “respeto por el trabajo y la convivencia con el arte”. Al igual que José Luis Pérez. Este profesor de Tecnología no dudó en “subirse al carro” y ya está acabando una máquina de Control Numérico por Computadora (CNC) destinada a la fabricación de cartelas, bajorrelieves, talla de madera, entre otras funciones que otorgará un “salto de calidad a la escuela museo”.

Los padres y madres del alumnado tuvieron “reticencias en un principio” hasta que vieron la participación de sus pequeños en unas jornadas de puertas abiertas. Esta manera de enseñar ha trascendido y ha hecho que otros institutos andaluces como el IES Carlos III en Prado del Rey, el IES Ciudad de las Cabezas en San Juan, el IES El Convento en Bornos o el IES Maestro José Zamudio en Pruna busquen seguir con el ejemplo. Incluso un centro docente de Berlín, como apunta Sousa, se ha interesado por el proyecto del centro escolar utrerano. “Dejen que los niños se manchen, pinten, corten, se metan en el taller… Hay alumnos que se daban por perdidos y se han salvado. Han acabado sacándose el título”, remata Guerrero.

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