Los jóvenes que imaginaron el día después del fin del mundo
Desde principios de año, unos 200 chavales de entre 12 y 16 años han estado pensando en el fin del mundo. ¿Qué harían si un día se despertaran y vieran por la ventana que ya nada es igual? ¿Qué echarían de menos? ¿Y qué harían entonces? Sin malos rollos y, más bien como ejercicio de valoración de lo que tienen ahora, este jueves han puesto en común algunas respuestas en Mollina (Málaga), donde se ha celebrado un encuentro de los chicos y chicas que han participado en Acciones posteriores al fin del mundo, un programa artístico-educativo coordinado por el poeta y dramaturgo Cristian Alcaraz e impulsado por PLANEA Red de arte y escuela, junto a la Consejería de Desarrollo Educativo.
La primera intervención, del Instituto IES La Orden de Huelva, daba el tono: “Lo que más voy a extrañar es ver atardecer en mi pueblo, PERO”. “Voy a echar de menos las películas con mis amigos, PERO”. “Voy a echar de menos la fiesta, PERO…”. Hasta que alguien decía: “Pero no voy a echar de menos la fiesta y el baile, y el encuentro con los demás”, porque lo que se han imaginado estos jóvenes es que el fin del mundo les encontrará bailando, y que entonces construirán uno nuevo diverso, igualitario, sin fronteras y basado en el apoyo mutuo.
“Si ocurre, estoy aquí contigo”
El punto de partida es tan catastrofista como sugestivo: los jóvenes y profesores de nueve institutos andaluces son los únicos supervivientes de un mundo que se ha extinguido. En un contexto post-pandémico, en el que cada vez se perciben con más nitidez los efectos de la emergencia climática, la idea puede generar cierta ansiedad. Más aún en jóvenes como estos, que están atravesando estas crisis sucesivas de final incierto en una edad conflictiva. Sin embargo, “ninguna de las propuestas se ha hecho desde un lugar oscuro, sino que están en vivir el presente”, explica Alcaraz: “Se hace una crítica, pero vamos a bailar”. Y hay otra idea que se repite, dice: “Si ocurre, estoy aquí contigo”.
Alcaraz ya desarrolló una actividad similar en un instituto de Málaga, pero ahora se trataba de llevarla a otro nivel: el de la experiencia en común, tanto en el tema de fondo como en el desarrollo del programa. A través de diferentes formatos artísticos, de la poesía a la performance, pasando por el teatro y la danza, los chicos y chicas muestran sus posibles reacciones.
En el IES Arboleda (Cádiz) han imaginado a los clásicos de la Filosofía y la Literatura, de los hedonistas a Juan Tenorio, dando consejos para el fin del mundo, y en el IES Sabinar (Almería) han concluido que el arte es la salvación, porque tiene el poder creador. En el IES El Zoco (Córdoba) se han imaginado en las ruinas de las termas romanas que aloja un sótano del Bershka, desde donde han asomado a un mundo exterior dominado por unicornios de colores.
Durante los meses en que han desarrollado el programa, los supervivientes se han enviado cartas (de las de verdad, no correos electrónicos) en las que planteaban cómo gestionar la vida juntos; han volcado sus gustos y aficiones en un collage común; han escrito poemas sobre el fin del mundo para canalizar el sentimiento de dejar algo atrás; y con estos materiales, han elaborado una puesta en escena con temas y personajes, que han expuesto este jueves ante sus compañeros de distopía.
El arte como herramienta de transformación social
“Este es un programa que entiende el arte como herramienta de transformación social. Si aplicamos el arte transversal en la escuela, podemos generar cosas diferentes”, explica Pedro Jiménez, de PLANEA y ZEMOS98, que se encarga del diseño y mediación de la red en Andalucía. “No planteamos proyectos académicos al uso, sino que creemos que el arte también implica conocer gente, y comprobar que a cada pregunta cada uno plantea respuestas de distinta forma”. Desde la dramaturgia y una reflexión distópica y, a la vez, utópica, surgen ideas como el respeto, los cuidados o la igualdad de manera natural. En realidad, la catástrofe es un elemento narrativo que permite trasladar la voz a los jóvenes: “¿Qué quieren decir?”.
Hoy es el día grande: es el encuentro el que da sentido a la actividad. Por eso, les pide que cierren los ojos e imaginen que hay alguien, entre los doscientos que hay en la sala, que quiere dar un abrazo, o que tampoco entiende nada o que, en definitiva, se siente igual que ellos. Siempre hay alguien.
“Con que una persona encuentre algo aquí me vale. Y me encantaría que dentro de diez años, dos personas se acordasen de esto y se reconociesen: ”Yo era aquel unicornio“. Porque va a ocurrir”, dice Alcaraz, que recuerda que al principio se presentaba en los institutos y les ponía un vídeo en el que se les pedía que bailaran. Ninguno lo hacía. Por vergüenza, porque no sabían si aquello iba en serio. Este jueves, todos bailaban en la fiesta del fin del mundo.
0