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“¿Por qué ellas juegan menos al ajedrez?”: dos campeonas españolas abordan una pregunta sin respuesta

Tablero de ajedrez.

Néstor Cenizo

Málaga —

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El periodista y divulgador del ajedrez Leontxo García cuenta de vez en cuando una anécdota: durante una jornada del Torneo de Linares, que durante años reunió a los grandes maestros internacionales de este deporte en la ciudad jiennense, Judit Polgar, la mujer que más alto ha llegado en el ranking internacional (llegó a ser octava) se levantó y fue al baño. Segundos después el ruso Gary Kaspárov hizo lo mismo, y al entrar a los aseos se encontró para su sorpresa con la jugadora húngara.

¿Qué hacía ella allí? ¿Qué hacía él allí? Polgar estaba en su sitio: ella había entrado en el aseo de mujeres. Kaspárov, también. “En realidad, era de una lógica aplastante”, concluye García: durante años, el ajedrecista había usado el aseo incorrecto sin contratiempo alguno, porque nunca había mujeres compitiendo en Linares.

La anécdota sirve para ilustrar el tradicional desequilibrio entre sexos en la práctica del ajedrez, objeto de debate en una mesa redonda con Olga Alexándrova (Gran Maestra Internacional) y María Eizaguerri (Maestra FIDE, campeona de España femenina en 12 ocasiones, campeona de España sub 18 absoluta en 2021 y campeona de España Absoluta de Ajedrez Rápido en 2022). El encuentro, celebrado en Málaga con el patrocinio de Hammam Al Ándalus (que estos días celebra la 14ª del torneo de Ajedrez en el Agua), planteaba la cuestión desde su mismo título: “¿Por qué ellas juegan menos al ajedrez?”.

Una de cada diez

Según la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), en el mundo hay 156.134 jugadoras activas, lo que supone un 16,1% de las personas que compiten en este deporte. En España, el porcentaje se reduce hasta el 10,8%, una de cada diez. Actualmente, no hay ninguna mujer entre los cien primeros jugadores de ajedrez del mundo.  

Sobre la mesa, hay un debate sobre a qué responde la preponderancia masculina. “Los cerebros son distintos, porque a nivel hormonal somos diferentes, pero no sabemos cuánto. Esto abre la puerta a que un sexo pueda estar mejor dotado para una actividad, pero la educación puede igualar esa diferencia”, cree el divulgador, que ha tratado con neurólogos, educadores y, por supuesto, ajedrecistas para ahondar en esta cuestión. Sin embargo, la explicación biológica no es aceptada por otros especialistas. Por ejemplo, Polgar suele apuntar a factores sociales que limitan a las mujeres. Cuando desaparecen, y una niña empieza a jugar pronto, puede competir. Pero si apenas unas pocas niñas compiten desde pequeñas, es más improbable ver a una gran maestra que a un gran maestro.

Un ejemplo es la propia Alexándrova. Nacida en Ucrania y residente en España desde hace casi dos décadas, creció en un sistema donde el ajedrez era una pieza esencial del sistema educativo. Es un producto de la escuela soviética que en 2011 estuvo muy cerca de convertirse en la primera campeona de España en categoría mixta. Pero hizo tablas con su marido, Miguel Illescas, y Álvaro Alonso, que iba medio punto por detrás, los adelantó a ambos. Quedaron segundo y tercera.

“Cualquier mujer puede lograrlo con el entrenamiento adecuado”, subraya Alexándrova, acostumbrada a jugar con chicos desde muy pequeña. Su superioridad ha supuesto un disgusto para el rival en muchas ocasiones. Susan Polgar solía tirar de ironía para decir que nunca había ganado a un hombre sano, ya que todos alegaban algo. Y María Eizaguerri admite que al principio reaccionaban con sorpresa cuando averiguaban que era campeona absoluta. “No todos aceptan bien la derrota. Para algunos, perder contra una mujer es una vergüenza, pero eso está cambiando”, señala Alexándrova, quien rechaza que una mayor resistencia física explique la mayor afinidad de los hombres por el ajedrez. “Para algunas cosas, como la resistencia psicológica, nosotras somos el sexo fuerte”.

Eizaguerri es la otra gran referencia del ajedrez femenino en España. En 2021 se convirtió en la primera mujer que logra un título absoluto nacional, al ganar el campeonato sub 18. Hoy ha aparcado la práctica profesional para centrarse en la carrera de Economía, pero subraya que en su generación empieza a ser algo más habitual ver a chicas que juegan, y ganan.

Competitividad, proteccionismo y predisposición al riesgo

En 2002, Polgar ganó la partida a Kaspárov, después de que él la subestimara por ser mujer. Aquella victoria fue un hito. La húngara ha contado en reiteradas ocasiones que de pequeña solían animarla para que fuese “campeona femenina”, mientras que a sus compañeros los animaban para ser “campeones”. Ese sesgo puede condicionar la competitividad y por eso ella se negaba sistemáticamente a disputar torneos femeninos, salvo que la obligaran.

España es uno de los pocos países donde hay un campeonato absoluto (mixto) y otro femenino. Eizaguerri defiende esta coexistencia por el estímulo que supone alcanzar la victoria, pero no es una postura unánime. “Hay cierto sobreproteccionismo, y se peca de poner un techo”, lamentó Miguel Illescas durante el coloquio, para ilustrar sus dudas con los campeonatos femeninos. El ocho veces campeón de España también observa un cierto de grado de “obsesión” en los aprendices que no ve en ellas.

Otro posible factor está relacionado con la predisposición al riesgo. Arriesgar más y mejor, a determinado nivel, es un factor de éxito, y los especialistas observan una predisposición más conservadora en las mujeres que juegan.

“Ser machista es una desventaja”

En los últimos meses, se han conocido varias denuncias de acoso, y campeonas como Susan Polgar han puesto el foco en esos casos como posible explicación a la escasa presencia femenina en el circuito. La fundación Women in Chess acaba de nacer con la finalidad de “crear un entorno más inclusivo y seguro” para las mujeres en las competiciones de ajedrez. “Yo no he sido testigo de ningún caso de acoso sexual. Me han contado uno o dos”, dice García, tras cuatro décadas informando sobre ajedrez: “El mundo es machista, y el ajedrez no es más machista, sino que lo es en la misma proporción”. Alexándrova sí admite que el ambiente en los clubes está muy masculinizado, y esto puede provocar rechazo, sobre todo a partir de cierta edad. “A mí nunca me importó, pero a muchas sí”.

En los últimos años, la popularidad de la serie Gambito de dama (Netflix) ha acercado el ajedrez a un público más amplio. En la malagueña calle Larios se juega martes y jueves, y algunos fines de semana hasta la madrugada, y en Marbella acaban de inaugurarse tres mesas. Pero queda un amplio margen para introducir el ajedrez en el ámbito educativo.

“Cuando juego, yo no veo una mujer enfrente, sino un rival”, dijo Illescas en la charla: “Porque ser machista es una desventaja, en el ajedrez y en cualquier actividad”. 

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