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Miguel Hernández: La herencia de un poeta

Comienzan las actividades por el centenario de la esposa de Miguel Hernández

Ana Sola

¡Ay, hija, Josefina, que desgraciada eres!  75 años se cumplen ahora de estas palabras, que según un compañero de prisión fueron las últimas del poeta Miguel Hernández antes de morir de tuberculosis en la enfermería del Reformatorio de Adultos de Alicante, una madrugada del 28 de marzo de 1942.

Un último pensamiento para su mujer, Josefina Manresa, con la que pasó apenas siete años y medio desde que se conocieron, con la que se había casado en 1937 en el juzgado de Orihuela y 24 días antes de morir por la iglesia en la misma enfermería de la prisión.

Josefina, fue para Miguel, además de novia, amante, esposa y madre de sus hijos, musa de inspiración poética y guardiana de su legado en los duros años de la clandestinidad. Y gracias a ella, a su origen, la localidad jiennense de Quesada, donde se encontraba su padre destinado como Guardia Civil, ha sido el nexo de unión con la provincia de Jaén. Josefina dedicó toda su vida a velar por el recuerdo y la difusión de la obra de su marido, un  testigo que en 2012 tomó la Diputación jiennense al comprar el legado a los herederos con el objetivo de hacerlo universal.el legado

Esto lo ha conseguido desde que el 2 de diciembre de 2016 lo abriera al mundo a través de internet. Desde entonces y hasta el momento lo han visitado alrededor de 3.500 personas en poco más de tres meses, lo que supone más de un millar de visitas al mes. Estudiosos, curiosos, amantes de la obra de Miguel Hernández pueden acceder a 5.819 manuscritos, folletos, partituras, prensa histórica y grabaciones sonoras, más las 26.684 imágenes que componen el archivo.

A través de este fondo se puede llegar a conocer al poeta, con su documentación familiar, correspondencia, biblioteca personal y su producción literaria (manuscritos, prensa, estudios sobre su obra…). Destaca la correspondencia que mantuvo con diversas personalidades del momento, como escritores de la generación del 27 (Vicente Aleixandre, García Lorca, Alberti, Pablo Neruda), editores coetáneos, familiares, entre ellos Josefina Manresa, y amigos  (Ramón Sijé…). También, de forma paralela, se puede sentir en primera persona cómo fue su época: la España de la República, la posterior guerra civil y los primeros años del Franquismo.

En cinco años, la relación entre el poeta de Orihuela y la provincia de Jaén se ha ido estrechando. Jaén ha adoptado a Miguel Hernández tomando por bandera uno de sus poemas, “Aceituneros”, que ha convertido en el himno oficial de la provincia y que el poeta fechó cuando estuvo viviendo en la ciudad, en plena guerra civil. La pareja se trasladó allí un tiempo ya que Miguel fue destinado como comisario de cultura para dirigir el periódico Altavoz del Frente Sur.

Un museo que emociona

Más personal es la visita al museo “Miguel Hernández/Josefina Manresa” en Quesada. Desde su apertura en marzo de 2015, se cumplen ahora dos años, han pasado por sus salas casi 13.600 visitas. Según su directora Rosa María Valiente, las anécdotas se suceden.

La gente llega con mucha curiosidad, con una ideología arraigada, son conocedores de su poesía y se emociona. Hay historias como la del matrimonio francés, hispanista él y artista ella, que le pidieron entrar un día que se encontraba cerrado al público porque habían viajado expresamente para verlo.

El museo, que recorre a través de seis salas la obra y la vida del poeta y su esposa, como una historia de amor llena de pasiones y emociones, quiere trasmitir los valores de la sensibilidad poética de Miguel Hernández, el valor cultural de su obra, la literatura como actitud positiva ante la vida, como herramienta de compromiso social y solidario.

Las visitas guiadas a veces son difíciles de realizar en tiempo y forma, porque siempre hay alguien que quiere recrearse en algún objeto, mirar con más cuidado un texto, una foto, la máquina de escribir que utilizaba, la lechera en la que le pasaba a Josefina cartas y poemas desde la cárcel... Suele llamar la atención, según la directora del museo, la grabación sonora que hay de Miguel Hernández recitandoMiguel Hernández recitando. El poeta, que era persona menuda, delgada, tenía sin embargo una voz fuerte, potente, grave.

También es un momento especial cuando se llega a la sala llamada Cancionero y Romancero de Ausencias. En ella se recrea una lúgubre celda, parecida a la que el poeta ocupó en Rosal de la Frontera (Huelva). Símbolo de todas las prisiones por las que pasó como las de Huelva, Sevilla, Torrijos (Madrid), Orihuela, Conde de Toreno (Madrid), Palencia, Ocaña (Toledo), Albacete y Alicante, en menos de tres años, lo que llamó su “turismo” penitenciario, y que le sirvió para escribir algunos de sus más hermosos versos como la Nana de la cebolla.

“A veces a la gente no le gusta” la recreación de la sala, “o es cuando peor se sienten”, hay datos hirientes que contrastan con la poesía y es que “su vida fue muy triste”, asegura Rosa. “Hay poetas que se han tenido que salir e interrumpir la visita, porque se han sentido mal, se han emocionado”.

Punto y a parte son los niños. Numerosas visitas de colegios e institutos se suceden, de la provincia de Jaén, de Elche,... “Los niños vienen con sus poemas aprendidos, recitan, cantan..., son muy conscientes de lo que se exhibe en el museo y saben distinguir perfectamente, incluso los de Infantil, entre la obra de Miguel Hernández y el pintor Rafael Zabaleta, que comparten museo”.

Del pueblo al pueblo

Y además, están los paisanos del legado de Miguel Hernández, los quesadeños que se están metiendo en el mundo de la poesía. Hay, según Rosa Valiente, “un cambio cultural, intelectual en la sociedad quesadeña” desde la llegada del legado. “No se cansan de ver los dos museos”, pintura y poesía unidos que les han abierto un mundo nuevo y han convertido la localidad, de unos 5.500 habitantes, situada en pleno Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las villas, en un foco de cultura.

Todo ello con la ayuda de la herencia del poeta, que no sólo fue pastor, sino también, repartidor de leche, dependiente, empleado de notaría, redactor y colaborador en diferentes revistas de la época, colaborador en misiones pedagógicas y corresponsal de guerra. Y que una madrugada de hace 75 años dijo adiós a la vida con sus “grandes ojos azules abiertos bajo el vacío ignorante”, como dice el poema de su amigo Vicente Aleixandre.                                                      

 

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