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Mario Cuenca Sandoval, autor de 'Lux': “No creo que la Europa actual pueda desembocar en un totalitarismo como los del XX”

Mario Cuenca Sandoval

Alejandro Luque

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Mario Cuenca Sandoval, nacido en Sabadell en 1975 y cordobés de adopción, es de esos autores a los que no les gusta repetirse. Tras publicar en los últimos años una novela amorosa tan compleja como Los hemisferios, y otra sobre como El don de la fiebre, inspirada en la figura del compositor y ornitólogo francés Olivier Messiaen, no resultaba fácil apostar por cuál sería su próximo movimiento como narrador. Y, desde luego, muy pocos podían sospechar que sería el auge de la extrema derecha lo que reflejaría su nueva obra, LUX, que acaba de ver la luz como las anteriores en Seix Barral.

“La historia se desarrolla en un país que se parece a España, y que casualmente se llama España también”, comenta enigmático. “Un país que sale de una pandemia ajustando cuentas al gobierno saliente. Se convocan elecciones y ganan los conservadores echando mano del partido LUX. Y en las siguientes, LUX logra la mayoría absoluta cabalgando sobre el resentimiento y la ira, y sabiendo capitalizar la euforia de una nueva normalidad. He querido hacer una novela alejada del presente, pero en la que aparecen líneas de fuerza y problemas que nos van a acompañar durante mucho tiempo: sobre todo, la deriva populista de nuestros representantes, que no parece un sarampión pasajero”.

Ello no significa que el autor pretenda que la novela se lea como el periódico del día, o el periódico como una novela. Más bien pretende ir un paso más allá: “La perspectiva es más antropológica que política. Intenta extraer conclusiones de lo que somos capaces los seres humanos cuando se dan las condiciones propicias. Pero no está escrita desde una militancia ideológica; sí democrática y, desde luego, ética”, añade.

Militante en crisis

El protagonista de la obra, Marcelo Mosén, va narrando las circunstancias personales que le arrastran hasta tocar fondo, desde el desempleo hasta la muerte de un hijo, y explica cómo se aproxima a ese movimiento político que promete revolucionar el panorama. “Mosén es un militante muy atípico, un hombre complejo intelectual y emocionalmente, y descreído del patrioterismo. A él no le conmueven ni la bandera ni los himnos. Su adhesión tiene que ver con una gigantesca crisis de los 40, que le llevan a la extraña esperanza de que LUX sea la salvación de su país y de sí mismo. Me recuerda al extranjero de Camus, incapaz de empatía con ninguna causa ni persona, un extranjero de sí mismo”.

Cuenca Sandoval cita también a El conformista de Moravia como referente, “y el personaje de Travis en Taxi driver, una persona asqueada de lo que considera una gran degradación moral, para acabar protagonizando episodios bastante salvajes. Y hay más referencias fílmicas que no puedo mencionar para no estropear la sorpresa”, dice.

¿Es un enfermo moral el votante de la extrema derecha? “La novela no es maniquea en ese sentido. De hecho, el peor personaje de la novela es el propio Marcelo, más que sus propios camaradas o los líderes del partido, ninguno de los cuales llega a justificar sus posiciones”. De hecho, la novela tiene la forma de confesión de Marcelo a la madre de un desaparecido. “El tipo está tan perturbado que, por alguna extraña razón, cree que puede dirigirse a esa mujer para hacerle entender que lo que se hizo era estrictamente necesario, y que las víctimas así lo asumieron”.

Los preámbulos del autoritarismo

¿Novela prófetica? “Lo que cuento es más siniestro y pesimista que mi posición al respecto. Sobre la extrema derecha se han escrito monografías buenísimas, esto es otra cosa. Al exagerar los rasgos, hacemos lo que un caricaturista logra con los rasgos de una persona, hacerlos más visibles. No creo que los partidos de la nueva derecha española sean tan fascistas como lo es LUX. Todo es un espejo deformante, como los del Callejón del Gato. Quiere reflexionar no tanto sobre el autoritarismo, como sobre los preámbulos del autoritarismo”.            

En todo caso, la novela no renuncia a cierta vocación de aviso a navegantes, aunque el autor afirma que “no soy pesimista, no creo que en la Europa actual podamos desembocar en autoritarismo en el sentido tradicional del siglo XX. La novela trata de cómo se convierten en moneda de cambio y cómo se blanquean discursos de los que nos creíamos vacunados, y que no son exclusivos de la ultraderecha. Pero la derecha ha conseguido que se normalice, que se abra el melón de asuntos que creíamos intocables, que tienen que ver con los Derechos Humanos. La derecha siempre habla de consenso progre y de corrección política como un corsé, pero no lo es. En realidad se trata de un consenso democrático, que viene de la tradición liberal, socialdemócrata y todas las demás. Si el libro hace una defensa cerrada, es de la dignidad humana y de los Derechos Humanos”.      

Una voz más

Y no porque Cuenca Sandoval crea que la literatura tiene la capacidad de cambiar las cosas: “No sé si la literatura puede mover montañas, pero puede insertarse en la corriente del debate sobre el nosotros, lo que somos como país”, apunta. “Y desde ahí hacer su aportación como otras muchas modalidades de expresión. Yo no le pondría sobre sus hombros más responsabilidad que esa, una voz más en el debate sobre lo que somos”.

Cuando se le pregunta cuál será el próximo reto narrativo de este cordobés de Sabadell, afirma que “cada proyecto me absorbe con tanta intensidad que me resulta inverosímil que pueda escribir sobre cualquier otro asunto. El tópico que dice que no elegimos los temas, sino que los temas nos escogen a nosotros, tiene mucho de verdad”.

Y una última curiosidad: ya que Cuenca Sandoval compagina la batería –de jazz– con la escritura, el escritor admite que “siendo un músico amateur, muy lejos de las 10.000 horas que dicen que se necesita para convertirse en un virtuoso en algo, la música sí me ha dado cierto sentido del ritmo y de la construcción de estructuras que me sirve a la hora de hacer literatura. En otras cosas me tengo que dar cabezazos con el teclado hasta que encuentro el tono adecuado. Pero creo que al lector se le puede llevar de la mano no solo con la intriga, sino con el lenguaje. Yo lo intento siempre, y quiero que no me suelte hasta el final”.    

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