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Entre el mito y la historia: Hipatia y Catalina de Alejandría, dos mujeres asesinadas por defender sus convicciones

Ana Rossetti

Alejandro Luque

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Los seguidores de Ana Rossetti (San Fernando, Cádiz, 1950) conocen su duradera afición por las vidas de los santos. Lo que quizá no sabían adónde podía llevarla esta curiosidad que se remonta a su niñez, cuando participaba en el ofrecimiento de obras en su colegio religioso, y se preguntaba quiénes eran todas aquellas figuras y qué historia había detrás de ellas. Ahora, la editorial Siruela publica Somos un cuerpo herido, un ensayo que relaciona a dos figuras tan atractivas como Hipatia y Catalina de Alejandría, ambas asesinadas por defender sus convicciones.

“Hay a quien le llama la atención que me gusten las cosas de los santos y sus liturgias, pero en mis tiempos lo de verdad llamativo era que estuviera al tanto de tantas biografías de mujeres”, explica la autora. “Siempre quería enterarme de quién era quién. Veía a una mujer con un mazo y no paraba hasta saber que era Santa Rosalía, la patrona de los escultores. ¿Y este otro…? Tenía estímulos continuos en ese sentido. Ahora están los Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, hay otras formas de contar, pero entonces mi madre ya me bombardeaba con esas cosas”.   

En su ensayo, la autora vincula a Catalina, emblema de la fe la virtud, a Hipatia, símbolo de erudición científica y filosófica, una cristiana y otra pagana, unidas por un destino terrible a manos de la intolerancia religiosa. Los lectores, no obstante, deberán esperar un poco a que aparezca Hipatia, porque –explica Rosetti–, el ensayo tiene una estructura lineal con su propia experiencia “y no pueden llegar a Hipatia antes de que llegue yo”.

La fuerza del mito

Según recuerda, “la única referencia que yo tenía de Catalina cuando era chica era una canción de corro, Sube, sube, Catalina, que el rey del cielo te llama…  Pero pensaba que hablaba de una niña de Cádiz. Luego, pensar en una santa de aquí, recordar que en la ciudad hay un castillo de Santa Catalina… Todo se fue añadiendo”.

No me interesa contar lo malo que eran los romanos con los cristianos, porque los cristianos luego empezaron a destruir y matar a los que no cumplían con la ortodoxia

Entre Catalina e Hipatia, Ana Rossetti ha tenido que franquear a menudo los límites entre el mito y la Historia, aunque nunca los confunde. “El mito está en Catalina, y la Historia en Hipatia. Ésta, aunque se haya manipulado mucho, no va más allá de los testimonios históricos que tenemos, mientras que Catalina, que aparece en el siglo X con los cruzados, es más rica. Lo interesante de un símbolo es que contiene todo lo que necesitamos saber y adquirir para disponer de determinadas herramientas, mientras que un personaje histórico es producto de su tiempo, no puede ser lo que nos dé la gana, pero un mito sí”.

En este sentido, pone como ejemplo a San Pablo, “cuyo mérito es hacer de Jesús de Nazaret el mito de Jesucristo. No nos habla del personaje histórico, y además los que recogen su mensaje son los gentiles, lo que facilita mucho las cosas, porque lo adaptan a lo que ya llevaba dentro, y eso permite difundir el mensaje muchísimo mejor”. Ello explica también que Catalina, con toda su fuerza simbólica e iconográfica, sea desde aquel siglo X la santa más representada y la que cuenta con más iglesias dedicadas a su advocación. “Hipatia es real, Catalina es de verdad”, concluye la gaditana.

Tiempo circular y lineal

En las páginas de Somos un cuerpo herido, Rossetti indaga asimismo en lo simbólico de las muertes de las dos mujeres: Hipatia rajada con conchas hasta desangrarse, Catalina sometida a una rueda de tortura provista de cuchillas afiladas que, sorpresivamente, se rompió al tocar su cuerpo. “La lectura de ese hecho es que el tiempo, que era circular, se vuelve lineal. El nombre de Catalina significa la destrucción del universo, e incluso en aquella canción de corro se decía que el rey del cielo quería pedirle cuentas… La rueda, al romperse, destruye el pensamiento oriental para que llegue el occidental”.

Lo cierto es que tanto Hipatia como Catalina tuvieron enfrente el fanatismo religioso, que con independencia de su signo siempre se oponen al saber y la inteligencia. “No me interesa contar lo malo que eran los romanos con los cristianos, porque los cristianos luego empezaron a destruir y matar a los que no cumplían con la ortodoxia”, subraya Rossetti.

Dalí se salía del tiesto todo el tiempo y era un genio; Maruja Mallo hacía lo mismo y era una loca. La manera de calificarnos es muy distinta

Pero lo que más le llama la atención a la escritora es la firmeza de las posiciones de las dos protagonistas, incluso a riesgo de sus vidas. “Los discípulos de Hipatia le decían: ¿qué más te da? ¡Bautízate! Pero ni ella ni Catalina querían hacer concesiones, incluso sabiendo que se jugaban la vida con ello. Podrían haber hecho el paripé, ¿qué importaba quemar un poco de incienso o echarse agua? Pero para ellas era importante mantenerse firmes, y lo pagaron con la muerte”.

Distinta calificación

El libro conecta estas vidas con asuntos de actualidad como el feminismo, la lucha contra el cambio climático o la depredación del Medio Ambiente. Y al hilo de estas historias, Ana Rossetti hace hincapié en el doble rasero con que suele medirse a los hombres y las mujeres en la Historia. “Dalí se salía del tiesto todo el tiempo y era un genio; Maruja Mallo hacía lo mismo y era una loca. La manera de calificarnos es muy distinta. Bukowski se pasaba la vida borracho y es estupendo, pero si lo hacía una mujer… Ahora estoy con un prólogo de la vida de una escritora, Mercedes de Acosta, que vivió en Estados unidos y alternó con Unamuno, Ortega, Zuluaga… Ahora se la reivindica, pero siempre se hablaba de cómo vestía o con quién estaba liada”.

Incluso ella misma bromea con el modo en que a veces ha sido acogida su obra. “En una reseña se hablaba de un compañero del que se trazaba una genealogía literaria, mientras que de mi poesía solo se decía que era sexy”, dice sonriendo. Por suerte, agrega, las nuevas generaciones parecen crecer en otros parámetros y familiarizadas con figuras que, como Catalina e Hipatia, ofrecen nuevos modelos alejados de los estereotipos. Como aquella niña a la que, recuerda, preguntaron si sabía qué era un astrolabio, y respondió: “Lo que inventó Hipatia de Alejandría”.

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