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Eldiario de un espectador: fui solo a ver un solo (de danza)

David Montero

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Laila Tafur. La Fundición de Sevilla.

21.15 h

Estoy llegando con mi bici blanca de centauro del noviembre sevillano a la sala La Fundición para ver el solo de Laila Tafur incluido en la programación del Mes de Danza. Amarro mi bici mientras saludo a N.

Antesdeayer la vi en la TNT (a N, no a mi bici) y ya sé que la volveré a ver el jueves en El Maestranza porque yo soy adivino (esto último es ironía cómica, es decir, como la de Edipo pero para reírse). Y sí, llevas razón, N y yo formamos parte de ese grupo de jartibles que van al teatro (me refiero al edificio) a ver cosas (ya sean artes muertas o vivas).

Entro en el hall de la “fundi” (así la llamamos cariñosamente) y pillo una entrada a precio de parado, que es lo que soy aunque por el facebook no lo parezca:

  • - Te sigo por el facebook y estás que no paras – me dicen.
  • - Ya, pero estoy “parao” – no digo.

21.40h

Como casi todo en la vida, el solo empieza. Cosas:

1.- El vestuario de Laila: un pantalón ajustado y un maillot transparente de manga larga de cintura para arriba . Ambos negros. Me sugieren erotismo y frialdad a la vez. Su pelo rubio y rizado.

2.- Dos telones negros, pegados cerca del fondo de la sala. Por allí entra y sale ella. Dentro de cuatro días veré una foto en facebook de Luis Castilla que me enseñará lo que estos telones pueden tener de coño.

3.- El telón se mueve, los focos que hay encima lo iluminan y dejan de iluminarlo. Me encanta ese sencillo juego escénico. Me da un poco de coraje que se la haya ocurrido a ella y no a mí.

4.- Velos (dos de distintos tamaños) que en momentos del espectáculo cubren el rostro de Laila. Qué cosa lo de los velos orientales: dan morbo y agobio a un tiempo. Sobre todo, cuando se le meten en la boca los flecos.

5.- Suenan músicas que conozco (una seguiriya de Morente, el aria Sposa son disprezzata cantada por la Bartoli) y que no conozco pero que miraré después en el programa de mano: Break force de Helena Hauff, I’m so depressed de A. Jay que escucharé el 14 de noviembre a las 10.55h y me pondrá un poco triste (sí, otra ironía, ésta cómico-melancólica) y Five Years de Bowie.

6.- El cuerpo de Laila. Un cuerpo que se ofrece y se oculta, se retuerce, se desliza, se agita, se escurre, se sacude, vibra, tiembla,... Los sonidos de Laila: una exploración en él que pasa de ser leve silbido a canto. Por el camino, gruñido, aliento, grito, silencio y promesa. Lo de promesa no es sólo una arranque poético: la indagación de la intérprete en sus propia sonoridad vocal crea una ilusión de continuidad que me está haciendo oírla también cuando no hay emisión audible.

Con estos elementos, yo, que soy dramaturgo de los de antes y veo historias y personajes hasta en la fila de hormigas que invade mi encimera cuanto me dejo olvidada tres miguitas de pan, no estoy intentando verlos ahora (historia ni personajes). De hecho, ni siquiera busco conceptos que “sostengan” la propuesta. Estoy atento a su indagación físico-sonora, sin necesidad de leer lo que eso quiere decir, sin pensar que estoy ante una metáfora de otra cosa, sino dejándome llevar por el viaje. A ratos me divierto, a ratos pienso en mis cosas sin dejar de mirar, a ratos no me divierto; pero eso no es grave. Y así también soy feliz. Digo también porque lo de leer, jugar a las metáforas y ver historias en la escena me sigue chiflando.

22.50h

Ha terminado la función y saboreo un botellín en la barra de la sala. Esto es (todavía) uno de los grandes placeres de la vida. A mi lado A, al que he visto cuatro veces en dos días en sitios diversos e imprevisibles. Es la primera vez que viene al Mes de Danza, pero se está haciendo un intensivo. Expresa su opinión con humildad: yo es que de esto no entiendo, pero me ha gustado aunque lo he visto un poquito largo.

También está una compañera que escribe de teatro y danza en otros lares. Para ella, al espectáculo le falta dirección. Alguien más anda por allí y asiente. Como dice la copla, yo no lo entiendo así. De hecho, he leído ese “pero” en las críticas de tantos espectáculos de danza que, para mí, se ha convertido en lugar común. A un espectáculo le falta dirección cuando le falta discurso escénico y no me parece que sea el caso. Otro tema es que conectemos o no con ese discurso. De hecho, creo que quien lo afirma lo que quiere decir es que se ha aburrido. Nada que objetar a esto: el aburrimiento es una experiencia inapelable y soberana. “En mi aburrimiento mando yo”. Pero, pero, pero… (me acabo de recordar a mí mismo a Mayra Gómez Kemp cuando estaba dándole intriga a lo de las tarjetitas), decía que pero el aburrimiento es un maestro que viene del patio de butacas y también una de las claves del oficio o afición de espectador por dos cosas:

Primero, porque para asistir al teatro (edificio) a ver cosas, a veces, hay que soportar un aburrimiento estéril y frustrante. Si esto te desanima y no vuelves, te pierdes los milagros. De estos yo he vivido unos cuantos y puedo asegurar que compensan con creces el aburrimiento ocasional.

Segundo, el aburrimiento no siempre es estéril. Kierkegaard tenía la teoría de que el aburrimiento fue lo que pobló al mundo: Dios se aburría y, por eso, creó a Adán; como Dios y Adán se aburrían, vino Eva, etc (sí, esto lo he fusilado de Wikipedia y es bastante machista, lo traigo aquí para reírnos de ello juntas y revueltas). Lo que quiero decir es que yo he aprendido mucho de mí observando qué me aburría y qué me divertía en escena; también he descubierto que un cierto aburrimiento en una parte de una obra (de la naturaleza que sea) puede ser imprescindible para que lleguemos luego a otro lugar o estado y (termino para no enrollarme con esto) me he aburrido tanto con cosas supuestamente muy divertidas que no sé si prefiero lo aburrido.

23 h

Llego a casa, guardo la bici en mi casa como John Wayne guardaba su caballo en el establo. Mientras ceno me siento como un centauro del desierto del teatro andaluz. Me preparo un tomate con atún, lo que suele hacerme recordar a J. Suspiro con una melancolía inofensiva (que es la más traicionera). Vuelvo a pensar en Laila. Me cayó bien ella. Me cayó bien su monstruo. Estaba tan desvalido como el mío. Barrunto que dormiré regular. Normal. Ya lo decía Julio de la Rosa: “el monstruo nunca duerme”.

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