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El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

La despoblación rural a escena

Espacios rurales

Eduardo Moyano Estrada

Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA/CSIC) —

Es un hecho evidente la mejora de las comunicaciones viarias y de los equipamientos, así como la extensión de la red de servicios básicos (educación, salud,...) por todo el territorio español. Asimismo, es también evidente la creciente interacción rural-urbana que ha acompañado al fuerte proceso de cambio ocurrido en nuestro país en los últimos cincuenta años.

Todo ello ha dado lugar a una mayor convergencia entre el medio rural y el medio urbano, hasta el punto de que, en muchas zonas, no es posible distinguirlos. Es verdad que aún existen zonas con problemas de infraestructuras, así como con escasas dotaciones en equipamientos y con dificultades para acceder a los servicios básicos, pero la realidad es que pueden ser identificadas y registradas como casos que se alejan de la tendencia general de mejora generalizada del medio rural, y que, precisamente por eso, llaman más la atención.

Nuevos discursos sobre el mundo rural

Los cambios y mejoras experimentados por el mundo rural han tenido sus efectos en el ámbito de las ideas y los discursos, dejando obsoleto el tradicional discurso ruralista que mostraba el contraste entre una España rural (símbolo del atraso, la pobreza y el aislamiento) y una España urbana (símbolo de la modernidad y el dinamismo cultural), discurso que dominó la escena política y cultural española durante gran parte del pasado siglo XX.

En ese contexto de cambios, están surgiendo desde hace varias décadas nuevos discursos sobre el mundo rural, que enfatizan su singularidad, si bien desde puntos de vista diferentes. Unos son discursos construidos “desde dentro” de la sociedad rural, mostrando las dificultades de vivir en el campo y en los pequeños núcleos rurales, pero mostrando con orgullo el hecho de resistir y mantener vivos los pueblos mediante proyectos de desarrollo local definidos desde abajo (discurso del “orgullo rural”). Otros, por el contrario, son discursos definidos “desde fuera”, generalmente por la población urbana, bien en forma de denuncia por el abandono de los pueblos (discurso de la “España vacía”) o bien apelando a las bondades de la vida rural (discurso del “idilio rural”).

El discurso del “orgullo rural”

Este discurso, protagonizado por la propia población rural, apela con orgullo al valor de la vida en los pequeños pueblos, mostrando la importancia de lo local y del territorio como símbolo de calidad diferenciada, promoviendo relaciones directas entre agricultores y consumidores y reivindicando un lugar digno en el conjunto de la ciudadanía.

Movimientos como el de “Orgullo Rural”, protagonizado por el sindicato agrario UPA, es un ejemplo de esto, al igual que las campañas organizadas por la organización FADEMUR en pro de la visibilidad del trabajo de las mujeres rurales. La plataforma ARCO (Agricultura de Responsabilidad Compartida) promovida por COAG para impulsar la interacción rural/urbana mediante circuitos cortos de comercialización, es otro buen ejemplo, al igual que los amplios programas de movilización y sensibilización social organizados por Vía Campesina o por el CERAI (Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional).

El discurso de la “España vacía”

Entre los discursos construidos “desde fuera” del mundo rural, destaca el que denuncia el abandono que sufren algunos territorios y que se expresa en forma de lamento por un mundo rural desaparecido o en trance de desaparición, visto como víctima de la indolencia y el desinterés de los poderes públicos. Esta lectura del nuevo ruralismo va de la mano de algunos trabajos periodísticos (como el de Sergio del Molino con su libro “La España vacía”), así como de reportajes televisivos (como el titulado “Tierra de nadie” del programa “Salvados” de Jordi Evole) o de algunas obras literarias (como las novelas de Julio Llamazares, la de Francisco Cerdá “Los últimos” o la de López Andrada, “El viento derruido”), que están teniendo un impacto cada vez más fuerte en los medios de comunicación.

Este discurso del vacío y la desolación del mundo rural español encuentra fácil eco en una población urbana que, en su gran mayoría, salió hace décadas de sus pueblos rurales de origen y que vuelve en ciertas épocas del año a sus lugares de nacimiento o a las casas de sus ancestros (es el “turismo paisano”, término acuñado por el sociólogo extremeño J.A. Pérez Rubio para denominar este fenómeno social y cultural, y de fuerte impacto económico local).

El discurso del “idilio rural”

La otra lectura del discurso ruralista construido “desde fuera”, y que he denominado del “idilio rural” (término acuñado hace años por los investigadores K. Hoggart y H. Buller), apela a las bondades del medio rural (sosiego, calma, paisaje, patrimonio cultural, estilo de vida slow-slow, interacción social, autenticidad, cercanía entre vecinos,…), y sobre ellas construye un escenario con el que se pretende seducir a la población urbana a vivir de forma permanente en los pequeños pueblos.

En el marco de esa lectura idílica del medio rural, se enfatiza la importancia de la instalación de nuevos pobladores como vía para neutralizar la tendencia a la despoblación de nuestros pequeños pueblos y comarcas, y se resaltan los casos de profesionales, intelectuales, artistas,… o de personas ya jubiladas, que, procedentes del medio urbano, deciden irse a vivir a las áreas rurales, rehabilitando casas abandonadas y dinamizando la vida en esos territorios. Son, ciertamente, casos dignos de ser destacados por su excepcionalidad, y por ello han sido objeto de interesantes estudios (como el de M.J. Rivera publicado en 2008 con el título “La ciudad no era mi lugar”).

La despoblación rural entra en la agenda política

Desde hace unos años, el problema de la despoblación rural, enmarcado en el más amplio del declive demográfico, ha entrado también en la agenda política, y con un amplio consenso entre todos los partidos. De hecho, el Alto Comisionado para el Reto Demográfico, creado por el gobierno Rajoy, ha sido ratificado recientemente por Pedro Sánchez poniendo al frente del mismo a la diputada socialista Isaura Leal.

Ese interés político por el problema de la despoblación rural viene avalado por estudios demográficos solventes que han medido su magnitud y mostrado el abandono que sufren los pequeños núcleos rurales y el envejecimiento de la población que reside en ellos. Ya, en 2007, la Ley de Desarrollo Sostenible del Medio Rural (2007) identificaba 105 comarcas “a revitalizar” por tener serios problemas reales de despoblación, y otras 84 comarcas calificadas de “intermedias” por estar en evidente riesgo de abandono. Asimismo, el informe de la FEMP de 2016, situaba en 4.000 el número de municipios en peligro de extinción a corto y medio plazo, lo que significa casi la mitad del total de municipios españoles.

Asimismo, proliferan artículos en los medios de comunicación y se organizan jornadas sobre este tema, así como comparecencias de los responsables políticos reclamando atención al problema del abandono de los pequeños pueblos, como la de hace unas semanas de los presidentes de varias CC.AA. (Asturias, Galicia, La Rioja, Aragón, Castilla y León, y Castilla-La Mancha). El propio Ministro de Agricultura, Luis Planas, en el acto de presentación del Informe del Consejo Económico y Social sobre la despoblación rural en España, señalaba que este problema debe ser tratado como una cuestión de Estado y que exigiría una estrategia de medio y largo plazo.

El de la despoblación rural es, por tanto, un tema que interesa y que preocupa, lo que es un primer paso para poder actuar intentando aportar algunas solucione, siempre que tengamos en cuenta algunas evidencias y admitamos algunas dudas y certezas.

Algunas dudas y certezas en el diagnóstico y tratamiento

Respecto al diagnóstico, se reconoce que el medio rural español es de una gran diversidad territorial, con su consecuente diversidad social y económica, lo que hace que el problema de la despoblación se manifieste de forma muy diversa en las distintas regiones y territorios.

El estudio de Fernando Molinero (Universidad de Valladolid), publicado el pasado año 2017 en el Anuario de la Fundación de Estudios Rurales con el título “La España profunda”, divide los espacios rurales españoles en cuatro categorías: i) “rural profundo” (menos de 5 hab/km2); ii) “rural estancado” (entre 5 y 15 hab./km2); iii) “rural intermedio” (entre 15 y 25 hab./km2), y iv) “rural dinámico” (entre 25 y 50 hab./km2). Las dos primeras categorías, que agrupan a la mayor parte del territorio rural español (328.845 km2), corresponderían a municipios rurales regresivos, ya sea estancados o en claro retroceso, y es en estos dos tipos de espacios rurales donde puede situarse el problema del abandono y riesgo elevado de despoblación, al tener poblaciones envejecidas y en regresión. Los otros dos espacios rurales (intermedios y dinámicos) son considerados viables, aunque necesitados de intervenciones para que no caigan en el estancamiento.

Dada la evidente diversidad del medio rural español, no es lo mismo hablar del problema de la despoblación en regiones donde existe una densidad demográfica por debajo de 15 hab./km2, como es el caso de Aragón, Asturias, Castilla y León o las comarcas septentrionales de Extremadura y Castilla-La Mancha, que hacerlo en regiones como Andalucía donde existe una estructura de medianos y grandes municipios con poblaciones superiores a los 15.000 habitantes. No es que el problema del declive demográfico no afecte a estas otras regiones más pobladas, sino que se manifiesta de distinta forma y, por tanto, exige un tratamiento diferente.

También se admite la dificultad de mantener viable una estructura de más de 8.000 municipios que proviene de la Edad Media, y que apenas ha sufrido cambios desde entonces, lo que plantea la necesidad de o bien reducirla favoreciendo la concentración municipal o bien abordar el problema desde la escala comarcal, buscando sinergias y economías de escala en materia de servicios y equipamientos y apostando por modelos flexibles de poblamiento.

Asimismo, se considera necesario distinguir entre “despoblación” y “abandono”. Puede haber comarcas en declive demográfico, pero en las que sus campos están bien cultivados, sus bosques cuidados y sus pequeños pueblos limpios, aseados y bien atendidos. Son comarcas “despobladas”, pero no “abandonadas”. Mas también puede haber comarcas que no pierden población, sino que incluso la incrementan, pero que tienen mal cultivadas sus tierras y mal cuidados sus espacios naturales, estando mal atendidos sus núcleos rurales del interior al concentrarse los servicios en las cabeceras de comarca y no existir un sistema en red para que lleguen al conjunto del territorio. Son éstas, comarcas “no despobladas”, pero sí “abandonadas”.

Sin duda que la inversión en infraestructuras y equipamientos y la extensión de los servicios básicos al conjunto del territorio rural es positiva para la calidad de vida en el medio rural. Sin embargo, no parece que eso haya contribuido a frenar la despoblación, ya que, a pesar de las inversiones que se han hecho en el medio rural desde la entrada de España en la UE gracias a los fondos estructurales, muchas áreas rurales siguen perdiendo población. Incluso la creación de empleo en el medio rural (sea en la industria, en la agricultura o en los servicios públicos de salud o educación), no evita ese problema, ya que muchas de las personas que ocupan esos empleos no residen en los pueblos donde trabajan.

El irresistible proceso de concentración urbana

El problema de fondo de todo este complejo asunto radica en el atractivo que sigue teniendo la vida en los núcleos urbanos, atractivo que siempre ha existido, pero que se acentúa con el actual modelo de desarrollo económico basado en la producción y el consumo, y con el sistema de valores asociados al mismo.

No es banal que sean más las personas que, a nivel mundial, viven ya en el medio urbano que las que residen en el medio rural, porcentaje que en el caso español es abrumador en favor de la vida en los núcleos urbanos (más del 80% de la población española vive ya en municipios de más de 30.000 habitantes). Invertir esa tendencia es una tarea hercúlea, ya que el problema del declive demográfico forma parte de un proceso más amplio de cambios culturales, sociales y económicos que difícilmente las políticas pueden detener, aunque sí tratar de paliar sus efectos mediante programas que eviten el deterioro de la calidad de vida de las personas que, en uso de su libertad de elegir, deciden vivir en pequeños núcleos rurales.

Por todo ello, la estrategia para afrontar el reto demográfico tiene que plantearse como algo más que el problema de la despoblación rural, y debe ser afrontado como una cuestión de Estado, pero no sólo porque afecta a amplias áreas de nuestros territorios, sino porque la disminución de la tasa de natalidad y el creciente envejecimiento de la población española es un problema que, si no se aborda, tiene implicaciones en la sostenibilidad de nuestro sistema de bienestar.

Debe ser, por ello, una estrategia integral y transversal de medio y largo plazo, y dirigida al conjunto de la sociedad española, ya que el problema no sólo afecta al medio rural; debe ser, además, una estrategia en la que se impliquen todos los departamentos ministeriales (educación, sanidad, cultura, fomento, agricultura, economía y hacienda,…) y todas las administraciones (europea, central, autonómica y local).

Pero tiene que ser también, en el caso concreto de la despoblación rural, una estrategia diferenciada y flexible adaptada a las características de cada comarca (agrícolas, ganaderas, forestales, periurbanas,…) y en la que se combinen políticas a nivel macro y a nivel micro. Debe ser, además, una estrategia que ponga en marcha sistemas eficaces de gobernanza territorial para impulsar dinámicas de concertación en el medio rural y de participación de las poblaciones locales en la definición de sus programas de desarrollo.

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