Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Los pintores más antiguos del mundo: un estudio confirma la existencia de “arte neandertal” en la cueva de Ardales

Excavaciones en la cueva de Ardales

Néstor Cenizo

5

Una capa milimétrica de carbonato cálcico, cristalizado a lo largo de decenas de miles de años en una cueva de Ardales (Málaga), puede esconder la clave que ayude a resolver algunos de los grandes misterios de la humanidad: ¿cómo encajan los neandertales en la evolución de nuestra especie? ¿Cuánto se parecían a nosotros?

Este miércoles se han publicado los resultados de las excavaciones y análisis que un equipo de científicos hispano-alemán realizó durante siete años en Ardales. La conclusión principal es que grupos de neandertales buscaron el abrigo de la cueva hace 64.000 años, que la visitaron hasta hace 43.000 años y que allí estamparon su huella a propósito: a veces con sus dedos manchados de pintura roja, otras marcando su mano con una especie de espray aplicado mediante un rudimentario canutillo.

El estudio concluye que los grupos neandertales dejaron “restos de prácticas simbólicas en las paredes y del mantenimiento de herramientas” en varias zonas de la cueva. “Nuestra investigación presenta una serie bien estratificada de más de 50 fechas radiométricas en la cueva de Ardales que confirman la antigüedad del arte paleolítico desde hace más de 58.000 años”, señalan los autores.

Las implicaciones son notables: aquellos grupos de neandertales legaron para la posteridad trazas de una actividad artística y simbólica, lo que implicaría una capacidad de abstracción que hasta ahora se les negaba. Fueron artistas antes que los artistas sapiens. “Aunque no hay antropología física, los modos de vida indican que eran sociedades neandertales, que ocuparon el acceso a la cueva y realizaron las pinturas. La síntesis es que las sociedades neandertales no eran tan brutas ni simples como creemos”, resume José Ramos Muñoz, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cádiz, y coautor del trabajo.

La manipulación del ocre como prueba accesoria

El estudio, titulado Naturaleza y cronología de la ocupación humana en las galerías bajas de la Cueva de Ardales y publicado por la revista científica PlosOne, proporciona 40 dataciones de carbono 14 y otras 12 dataciones mediante uranio-torio, una técnica radiométrica que permite estimar con mucha precisión la fecha de vestigios inorgánicos. Al cruzarse, las dataciones arrojan resultados coincidentes: la costra depositada por el agua sobre las pinturas de las estalactitas y estalagmitas de la cueva tiene una antigüedad de 64.000 años. Esto confirma lo que se avanzó en 2018 con gran revuelo en la comunidad científica: algunas de las pinturas prefigurativas de la cueva superan los 45.000 años.

“La costra que rompemos para acceder a sedimentos arcillosos y de utilización humana nos permite entrar en ese capítulo con una fecha, y cuando llegamos a la base salimos con otra”, ilustra Pedro Cantalejo, coautor del estudio. “No hay ya ninguna duda, como en 2018, de que había actividades gráficas de hace más de 45.000 años. Ahora tenemos infinidad de fechas con más de 45.000 años”.

Los dos autores resaltan el “rigor estratigráfico” con que se ha realizado el estudio, completado con técnicas tradicionales de la arqueología que confirman lo que apuntan las dataciones. Además de herramientas y piedras talladas, en los niveles correspondientes al paleolítico medio (y, por tanto, a los neandertales) se han documentado 40 fragmentos de ocre, un mineral ferroso. “Esto indica que manipulaban óxido de hierro para las pinturas”, señala Ramos.

Con ese material, dejaron para la posteridad más de mil motivos pictóricos: puntos, líneas, manchas y trazas situadas, sobre todo, en los pasos estrechos. “Lo que planteamos como hipótesis es que estaban abriendo un camino hacia el interior de la cueva”, señala Ramos.

Una huella para el futuro

El estudio demuestra la ocupación y presencia de grupos humanos neandertales en una primera fase, que discurre hace entre 65.000 y 43.000 años. Después, se produce un “hiatus”, hasta que hace 36.000 años los sapiens sapiens (el homo anatómicamente moderno) vuelve a ocuparla hasta el principio del cambio climático holoceno, hace 9.000 años.

Ambos grupos usaron la entrada como refugio, visitaron la zona más oscura de la galería (que discurre a lo largo de 1,7 kilómetros) y usaron tres zonas como taller o apeadero logístico desde el que preparar la iluminación o el material gráfico. El hecho de que tuvieran un “protocolo de actuación” tan similar sugiere que los neandertales y los sapiens tenían una mente más parecida de lo que se cree. “Los neandertales nos parecen tontos, pero hacían lo mismo, en los mismos sitios y con los mismos cuidados”, dice Cantalejo.

En su opinión, todo apunta a que tenían conciencia de sí mismos y quisieron dejar un legado para quien llegara después de ellos. “¿Por qué explorar una cueva que no te sirve para vivir? Para demostrar que la visitaron nos dejaron un recuerdo. Pensaron en el futuro dejando marcas indelebles. Creíamos que estaban hechos solo para sobrevivir, y a lo mejor tenían un sentido de la identidad”. Aunque va ganando partidarios entre la comunidad científica, esta hipótesis sigue siendo rompedora, pues se separa del axioma de que solo el homo anatómicamente moderno era capaz de hacer arte y dejar voluntariamente una huella.

En el caso de Ardales, el repertorio gráfico es amplísimo. Incluye desde animales de cuerpo entero al pubis femenino, obra del sapiens sapiens, pero el catálogo de 1010 motivos está integrado fundamentalmente por elementos no figurativos, cuya antigüedad ahora se confirma. “A este tipo de arte tan feo no se le ha prestado la debida atención: tres puntitos, el soplado, una mancha roja… Comparado con el estudio de un caballo y unos ciervos no vestía”, lamenta Cantalejo. Henri Breuil llamaba “ruido” a estas pinturas. Ardales ha sido pionera en poner en valor esas marcas rojas.

La “frontera” malagueña entre el sapiens sapiens y el neandertal

La cueva de Ardales se abrió con el terremoto de 1821 y se convirtió rápidamente en un enclave turístico gracias al brillo de su calcita. A mediados del siglo XX cayó en el olvido, hasta que en 1985 reabrió con muchas limitaciones. El objetivo siempre ha sido evitar la entrada de luz, capaz de provocar el “mal verde” y deteriorar el arte rupestre, que aquí está estupendamente conservado.

En el estudio, dirigido por Ramos Muñoz y Gerd-Christian Wenige (Universidad de Colonia) han participado 40 investigadores de las universidades de Cádiz, Granada, Córdoba y Almería, el Instituto de Arqueología Prehistórica de Erlangen o el Museo de Ulm. “Es un yacimiento que nos trascendía a nivel técnico, económico, personal e investigador y queríamos abrirlo a todo el mundo para convertirlo en referencia”, admite Cantalejo, que ha sido director de Patrimonio y conservador principal del espacio desde su reapertura.

Ahora, los hallazgos resitúan la cavidad como un enclave fundamental para la investigación prehistórica, pocas semanas después de que se revelara la existencia de yacimiento al aire libre con restos de pinturas y arte rupestre del Paleolítico de entre 30.000 y 60.000 años de antigüedad en Antequera, a 50 kilómetros. “En Málaga debe haber una clave importante de ese territorio cronológico, la frontera entre sapiens sapiens y neandertales”, valora Cantalejo.

Recién jubilado, acaba de encajar algunas de las piezas que lleva décadas reuniendo para comprender mejor quiénes usaron la cueva de Ardales: los neandertales, aquellos homínidos probablemente menos estúpidos de lo que se creía. 

Etiquetas
stats