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Moreno, ante la gran decisión de convocar en Andalucía y abrir el ciclo electoral en España

Juan Manuel Moreno, presidente del Gobierno andaluz.

Daniel Cela

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El mismo día que el Parlamento andaluz tumbó los Presupuestos del Gobierno de Juan Manuel Moreno para 2022 con los votos de PSOE, Unidas Podemos y Vox, la portavoz y vicesecretaria general de los socialistas, Ángeles Férriz, propuso reactivar la negociación y sugirió al consejero de Hacienda que volviera a la Cámara con unas cuentas nuevas que incluyeran sus propuestas, cifradas en más de 700 millones de euros. Desde entonces, el líder regional del PSOE, Juan Espadas, ha insistido decenas de veces en esa idea, tratando de dar marcha atrás al reloj para evitar un adelanto de las andaluzas que puede precipitar el ciclo electoral en todo el país.

El temor a ese ciclo electoral que arranca en Andalucía no es exclusivo del PSOE de Espadas: atraviesa la médula espinal de todo el partido y llega hasta el propio Pedro Sánchez, que ve cómo Pablo Casado puede cabalgar su remontada electoral sobre la previsible victoria de Moreno. El presidente de la Junta ha captado ese “miedo escénico” en su rival al escucharle proponer una segunda vuelta de la fallida negociación presupuestaria: “Le han temblado las piernas”, dice, tildando de “ridícula” y de “tomadura de pelo” la insistencia de Espadas en renegociar los números de la Junta después de tumbárselos. La cuenta atrás para abrir las urnas ya ha empezado.

Moreno pasó de pantalla el mismo día en el que la oposición le bloqueó el Presupuesto más abultado de la historia autonómica, 43.800 millones de euros, y cifras récord en Sanidad, Educación y Políticas Sociales. Horas después activó la maquinaria electoral, aunque siguió defendiendo que apurará todo lo que pueda el mandato. “Técnicamente la legislatura acaba en verano. Julio, agosto y septiembre son meses inhábiles para el Parlamento. Octubre es un buen mes. Y en junio acompañan buenos datos [de empleo], hace buen tiempo y hay una psicología social de felicidad. Entre octubre y junio”, ha precisado este martes sobre la fecha que tiene en mente, durante una entrevista en el programa Mesa de análisis, de Canal Sur.

Factores imprevisibles

Ese horizonte dependerá de dos factores imprevisibles: que a partir de febrero PSOE y Vox apoyen la agenda legislativa de un Gobierno en minoría, que ha perdido el sostén necesario y permanente hasta ahora de la extrema derecha; y que la pandemia avance o retroceda. Pero sin fecha marcada en el calendario, el presidente ya ha trazado su estrategia de campaña: sus encuestas le aseguran que ha consolidado un perfil moderado y centrista a costa de fagocitar a la base social de su socio de Gobierno (Ciudadanos) y de hacer mella en el electorado de un PSOE que no termina de superar su depresión.

Moreno no ha convocado elecciones ya porque los sondeos mensuales que encarga mantienen una tendencia al alza del PP, “lenta pero constante”, y un estancamiento del único partido que también crecía en intención de voto: Vox. El líder popular salió del debate a la totalidad lanzándose a la yugular de quienes han sido sus socios fieles estos tres años de legislatura, acusándoles de “aliarse” con el PSOE y con Podemos y de “traicionar el cambio”, esto es, el primer gobierno de derechas en Andalucía en 37 años. “Quieren acabar de manera abrupta con una legislatura que ha costado cuatro décadas construir”, le espetó el jueves en la sesión de control al portavoz de Vox, en un cambio de registro que enmienda los tres años previos de sosiego parlamentario.

Desde entonces, todo el Ejecutivo autonómico y los partidos que lo sostienen –PP y Cs– están volcados en una campaña electoral anticipada con un lema muy simple: “la pinza Vox-PSOE”. Moreno marca distancias con el partido de Santiago Abascal porque su objetivo es alcanzar una mayoría holgada que le permita “gobernar en solitario”, no volver a depender de Vox para firmar un Presupuesto –como ha hecho estos tres últimos años y como acaba de hacer el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso en Madrid–, y mucho menos formar un Ejecutivo de coalición con la extrema derecha. “Con Vox no se puede pactar, porque se han tirado al monte. Están en las antípodas y buscan las antípodas: lo que nos diferencia y no lo que nos une”, dice el dirigente popular.

¿Gobierno PP-Vox?

Un hipotético Gobierno de coalición PP-Vox en Andalucía “echaría por tierra” el perfil “andalucista, moderado y de centro” que se ha labrado Moreno en una tierra donde el epicentro sociológico sigue desplazado hacia la izquierda. “El PSOE no está en un buen momento, pero sigue gobernando en el 60% de los municipios andaluces y en seis diputaciones provinciales, tiene hondas raíces en esta tierra y aún conserva mucha ascendencia sobre sectores importantes de la sociedad andaluza, como sindicatos y empresas”, explica el presidente a quienes le animan a hacer caso a los sondeos y convocar ya. “No me creo nada, no hay nada ganado”, replica él.

Pero la hipótesis del Gobierno PP-Vox en Andalucía no sólo preocupa al candidato; “es una preocupación de todo el partido”, admiten fuentes de la nueva ejecutiva del PP andaluz. Esta fórmula podría condicionar la estrategia de alianzas y el propio perfil ideológico del PP en el conjunto del país, que entrará en 2022 en un ciclo electoral de dos años: autonómicas, municipales y generales. Moreno Bonilla no sólo quiere legitimar su liderazgo en las urnas –ahora es presidente pese a haber cosechado la peor derrota electoral de su partido en 2018– sino marcar la hoja de ruta a Pablo Casado hacia un PP “más centrista, más moderado y más liberal”, explican fuentes próximas al presidente.

Esa fue la máxima con la que salieron del congreso del PP andaluz, hace diez días en Granada, y en la que están volcados otros barones moderados de la derecha, con Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Fernández Mañueco a la cabeza. “Yo propuse un proyecto político de un PP socioliberal, andalucista, templado, abierto, plural, mayoritario y de bases amplias, y el partido se alineó conmigo”, recuerda Moreno, que fue reelegido presidente de su agrupación en el cónclave de Granada con casi el 99% de los votos. Con esa definición de partido, el presidente andaluz trata de “ensanchar” su base social, apelando a “la zona templada”, a saber: “gente de izquierdas y de derechas moderados, que rehuyen la confrontación en política”. Moreno se ve capaz de liderar esa “nueva mayoría social” con un Gobierno en solitario, y con pactos puntuales con otras fuerzas. “El PSOE no tiene todavía la madurez como para llegar a acuerdos con el PP, no ha pasado ese umbral, sigue en su trinchera ideológica de los 40 años de gobierno, es incapaz de alcanzar esa permeabilidad, le falta tiempo”, advierte.

En el mismo congreso andaluz, Díaz Ayuso abrió una espita con la dirección nacional de Casado, invitando a su anfitrión a que “volase libre” y convocar elecciones cuando le diese la gana. “Me molestó profundamente que el congreso se centrase en si yo soy libre o no, porque yo siempre he sido y me he sentido libre”, dice el aludido. El presidente andaluz ha sido de los más críticos con el “ruido interno” entre Casado y Díaz Ayuso. Aunque ha defendido la legitimidad de la madrileña por presidir el PP en su comunidad, también ha descartado que sea alternativa a Casado en el congreso nacional: “No va a haber ninguna candidatura alternativa, nadie se ha postulado de forma explícita”, advierte.

Geometría variable

Moreno nunca ha vinculado la fecha de las elecciones andaluzas a la aprobación del Presupuesto para 2022: aún confía en estirar la legislatura, pero sigue teniendo un Gobierno en minoría ahora sin socio claro en el que apoyarse para sacar adelante su agenda legislativa. En este momento hay seis leyes en tramitación de urgencia en el Parlamento, pero ninguna tiene el peso político suficiente como para justificar un adelanto electoral en caso de que la oposición las bloquee: la ley de economía circular; la ley de perros guía; la ley que regulará la Agencia TRADE, una fusión de varias empresas públicas; la ley de actualización de las tasas públicas o el decreto de simplificación administrativa, probablemente el más importante de todos para la Junta.

Todas estas normas pasarán por la Cámara a partir de febrero –algunas incluso este mes de diciembre– y el Gobierno tendrá que negociarlas con la oposición haciendo un ejercicio de geometría variable. El PP tiene 26 diputados, Cs 21. Les faltan ocho para la mayoría absoluta (55), y ya no contabilizan a los 11 de la ultraderecha. Algunas de estas leyes ya cuentan con acuerdos previos y tienen un perfil “más técnico que político”, como reconocen fuentes de Vox y del ala izquierda de la Cámara. Es probable, por tanto, que la Junta logre sacar adelante normativas con ayuda del PSOE y de Unidas Podemos.

Juan Espadas puede ser un aliado involuntario de Moreno para seguir ganando tiempo a la legislatura, tanto para él como para Pedro Sánchez. El sustituto de Susana Díaz se ha puesto al frente de la federación socialista más numerosa del país –apenas lleva cuatro meses en el cargo y aún lo compagina con la Alcaldía de Sevilla– con la espada de Damocles de un adelanto electoral inminente. Es un candidato desconocido para gran parte de Andalucía, aunque lleva toda la vida ocupando cargos públicos (fue consejero en los gobiernos de Chaves y de Griñán).

La dirección federal de su partido y el entorno de Sánchez han transmitido a Espadas su “preocupación” por la inminencia de las elecciones en Andalucía, y una victoria previsible de Moreno que vigorice las expectativas de Pablo Casado en el conjunto del país. “Hay una tensión creciente porque todo se precipite”, explican en el entorno del líder andaluz. La tensión se apoderaba de los socialistas tras el fiasco de los presupuestos ante la posibilidad de que un adelanto electoral pillara al partido con el pie cambiado. No obstante, cuando el presidente andaluz ha señalado junio u octubre para los comicios, en Moncloa han respirado con cierto alivio para tener al menos un horizonte temporal. La campaña ya ha comenzado, según reconocen en Ferraz. “Espadas está así desde que llegó”, admiten en la cúpula socialista.

El apoyo de Vox a las leyes pendientes es más improbable. El partido de extrema derecha, por ejemplo, nunca se ha posicionado contra el decreto de simplificación administrativa de la Junta, que forma parte de su propio programa. Pero su posición en el Parlamento va a depender de la ansiedad electoral de sus líderes nacionales. “Es Abascal quien marca los tiempos, Vox Andalucía no tiene autonomía”, dicen en San Telmo. De los socialistas, en cambio, saben que no les interesan unos comicios antes del verano, y quizá haya más margen para pactar leyes pendientes con ellos. Pero tampoco es seguro: “Si el PSOE da oxígeno al Gobierno de Moreno, Abascal lo usará para ensanchar su electorado a costa del PP”, avisan desde el grupo parlamentario popular.

Modificaciones presupuestarias

En los últimos días, el presidente de la Junta ha querido poner el foco de la posible inestabilidad, no tanto en las leyes que llegarán en breve a la Cámara, como en las modificaciones de crédito que serán necesarias con el Presupuesto de 2021 prorrogado. La prórroga entra en vigor de forma automática el 1 de enero. El consejero de Hacienda, Juan Bravo, siempre pensó que Vox solo le apoyaría los dos primeros presupuestos de la legislatura –finalmente respaldó tres–, y diseñó las cuentas en vigor con perspectiva de que serían prorrogadas hasta final del mandato. También son unos números expansivos y flexibles, por eso a la Junta no le preocupa usarlas de plataforma para los fondos europeos que llegarán a Andalucía para la recuperación. Eso sí, serán necesarias modificaciones de crédito, pero éstas las aprueba el Consejo de Gobierno, no tienen que pasar por el Parlamento, de modo que tampoco son un recurso narrativo para el adelanto electoral. Aunque el propio Moreno se haya cansado de decirlo en varias entrevistas con medios nacionales.

En Andalucía se respira un aire electoral asfixiante y el relato de la vida política ha cambiado en 24 horas, casi reseteando los tres años anteriores de legislatura. Minutos antes de la votación final del Presupuesto, el consejero de Hacienda estaba en la tribuna apelando a las concesiones que la Junta había hecho a Vox en materia de igualdad de género, tratando de convencer in extremis a sus socios: el teléfono de violencia intrafamiliar, la eliminación del lenguaje inclusivo en los libros de texto... horas después, hablaban de la “pinza Vox-PSOE”.

PP y Ciudadanos se han lanzado al cuello de quienes han sido sus aliados fieles durante los tres primeros años del mandato, aprobándoles tres presupuestos y asentando la estabilidad política en Andalucía de la que Moreno ha hecho su principal legado como presidente de la Junta. “Traidores”, les llamaron, y empezaron a sacar pinzas de colores rojo y verde para ilustrar una suerte de alianza entre la extrema derecha y las izquierdas (PSOE y Podemos) “en contra del interés de los andaluces”. Este nuevo relato chirría más en boca de los populares que de los naranjas. Los segundos han convivido peor que los primeros con el partido de Santiago Abascal, que no ha dejado de hostigarles desde el minuto uno, pidiendo incluso la dimisión de sus consejeros de Igualdad (Rocío Ruiz), por su gestión de las políticas de género, y de Educación (Javier Imbroda) por sus reticencias a implantar el veto parental en las aulas.

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