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La ruta del Majaceite, donde el agua es fuente de vida

Ruta del río Majaceite.

Francisco J. Jiménez

13 de abril de 2015 01:50 h

Un buen plan para escapar del estrés es visitar una zona que fue generosamente dotada por la naturaleza. Se trata de la Sierra de Cádiz y, más concretamente, el enclave de Grazalema y de Benamahoma. Disfrutar de la calma de dos localidades con encanto y practicar senderismo son dos opciones a tener en cuenta si se elige como destino vacacional.

Benamahoma es un aldea de Grazalema y si el objetivo que se busca es el de huir del ruido de la ciudad, nada mejor que realizar un turismo activo con la ruta del río Majaceite. Cualquier momento del año es bueno, sólo es aconsejable evitar los días posteriores a la lluvia porque los caminos se convierten en intransitables por el barro. En circunstancias normales se trata de un paseo muy agradable para toda la familia, sin ninguna dificultad para completarlo con tranquilidad.

El recorrido comienza en la localidad de Benamahoma, a la entrada del pueblo, junto al bar El Bujio, desde la que se inicia el descenso hasta la localidad de El Bosque. En un instante nos encontramos dentro de un bosque de ribera con sauces, álamos y chopos, en el que abundan las lianas. Es fácil encontrar por el cauce del río alguna nutria y la trucha arcos iris, propia del lugar. Asombra ver las continuas cascadas, rápidos y pozas, resultantes de la acción erosiva del río.

El agua es, especialmente en esta zona, una fuente de vida y en esos 10 kilómetros queda más que demostrado, así como la evidente influencia islámica. Por el sendero del río también se podrá distinguir la existencia de batanes, máquinas destinadas a transformar a través de la fuerza del agua, tejidos de lana en otros más tupidos. Esta era en la antigüedad una de las producciones que realizaban los lugareños, de ahí la fama de las mantas y los ponchos de ambos municipios.

Se trata de un camino sencillo, pero en Grazalema, a unos 15 minutos en coche, se pueden iniciar otras rutas de una dificultad mayor. Destacan la del puerto del Boyar o la del sagrado corazón de Jesús y el Calvario. En este espacio, con las cimas más altas de la provincia de Cádiz, las ascensiones a cumbres como El Torreón o El Reloj son clásicas entre montañeros.

Para los turistas que prefieran actividades que no se salgan del casco urbano, tanto Benamahoma como Grazalema ofrecen opciones de interés. Si  la elegida es la segunda, hay que tener en cuenta el buen servicio que ofrece Juan Menacho, un guía local que no llena a los visitantes de cifras y de fechas históricas aburridas. Prefiere que el tiempo de paseo por el pueblo sea ameno y que haya participación por parte de los forasteros.

En esta visita organizada se visitan templos eclesiásticos y se conocen anécdotas de la historia de la localidad. Es obligado acudir a la fábrica de mantas, el producto más famoso de esta población de los pueblos blancos, pero también hay tiempo para ver los lavaderos antiguos. Los turistas se asombran al conocer que es el pueblo más lluvioso de España y aunque en esta época parece imposible, también se hace mención de las nevadas que caen puntualmente y que son un reclamo turístico en la época invernal.

El pueblo conserva restos de la época romana y musulmana. En la actualidad es uno de los más bellos de la provincia y el mejor exponente de los llamados pueblos blancos, que ofrece suficientes alicientes como para disfrutar de él: la Fuente Romana, la Iglesia de Nuestra Señora de la Aurora y la Parroquia de la Encarnación.

Hay varios hoteles de diferentes niveles en la zona, pero sobre todo abundan los alojamientos rurales. Hay que tener en cuenta que Grazalema tiene una población de unas 1.500 personas y que puede acoger esa misma cantidad en número de turistas, por lo que en momentos concretos del año, sobre todo en primavera  y en otoño, dobla su población.

Ahí cobra protagonismo el apartado gastronómico, en el que aparecen como platos típicos la sopa de Grazalema, hecha con puchero, jamón, huevo duro y chorizo y el cordero lechal al horno de leña. Todo casero. En la repostería hay que probar el cubilete, que es un dado de mazapán con hojaldre. No es necesario decir que aquí todo es casero, un aliciente para los que disfrutan con el yantar.

Para comer hay muchas alternativas, pero se pueden recomendar un par de ellas por encima del resto. En 'Cádiz el Chico' se puede disfrutar del famoso cordero al horno de leña y es de obligado cumplimiento probar un postre llamado 'la bomba', un mousse de chocolate casero sobre una base de leche con galletas. En el restaurante 'El Torreón', un lugar acogedor, lo típico es la carne de caza, las espinacas campesinas o la sopa de Grazalema. En Benamahoma hay que pedir la sopa cocía, que es parecido a una tortilla pero sin huevo.

Son muchas las opciones para pernoctar en esta zona. Quizá las más económicas son las viviendas rurales, que se pueden encontrar en internet sin problemas. Está a las afueras, pero con excelentes instalaciones, el Fuerte Grazalema. Muy animado para ir con niños y en plena naturaleza. Si el objetivo es dormir en pleno pueblo, el Peñón Grande es una elección interesante.

Para visitar Grazalema y Benamahoma hay muchos momentos atractivos a lo largo del año. En invierno por el encanto de disfrutar de alguna nevada, en primavera se puede aprovechar su naturaleza para hacer senderismo, en julio hay que acudir a las fiestas del Carmen y en octubre es interesante acudir a la reconstrucción histórica de la vida del bandolero José María Hinojosa 'El Tempranillo'.

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