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El refugiado Barry quiere ver a sus hijos antes de morir

El joven Alpha Barry, en su casa de acogida en Córdoba.

Daniel Cela

Alpha Oumar Barry nació el 6 de febrero de 1993 en Guinea Conakry y huyó del país con 17 años y un disparo de bala en la mano derecha. Dejó atrás a su novia, Umou, y a una hija recién nacida, Maladho. En esos 17 años de vida, antes de alcanzar lo que en Occidente llaman adolescencia, su país fue escenario de una dictadura militar, guerras entre etnias, un golpe de Estado, conflictos callejeros y una epidemia de ébola, todo en una nación donde la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, sin acceso a electricidad ni agua corriente, según Naciones Unidas.

Barry sobrevivió a la guerra, al hambre, a los tiroteos, al virus del ébola. Incluso sobrevivió a un viaje de siete años, la mayor parte del tiempo a pie, en el que atravesó Guinea-Bissau, Gambia, Senegal, Mauritania, cruzó parte del desierto del Sáhara Occidental y entró en Marruecos. Allí se reencontró con Umou y allí nació su segundo hijo, Mamadou. El 26 de enero de 2016, Barry cruzó el Estrecho en una patera junto a otros tantos chicos subsaharianos hasta alcanzar las costas de Cádiz. Pocos meses después de instalarse en Córdoba, empezó a sufrir fuertes dolores de cabeza y los médicos le detectaron un cáncer cerebral en estado avanzado, con metástasis en el pulmón. “No ha tenido una vida fácil y no le queda mucho tiempo”, dice Solomon Beyo, miembro de la ONG El Mundo y África Trabaja, que está intentando ayudar al joven.

Ahora mismo, el mayor deseo de Barry es volver a ver a Umou y a sus hijos, de 7 y 4 años, antes de morir. Lleva casi dos años intentando convencer al Gobierno de España y a la embajada de su país para lograr un visado con el que su familia pueda venir a verle. “Está completamente solo en España, no puede morir”, dice Beyo. La ONG ACCEM, que también le está ayudando, quiso presentar una carta de solicitud exponiendo al situación límite del joven ante la Subdelegación del Gobierno en Córdoba, pero no fue admitida “sin ninguna razón aparente”. La oficina del Defensor del Pueblo Andaluz, Jesús Maeztu, ha contactado con la ONG El Mundo y África Trabaja, dispuesta a intermediar con las administraciones para lograr el visado para su mujer e hijos lo antes posible. El primer paso de Maeztu consiste en elevar el caso al Defensor del Pueblo estatal, para que se ponga en contacto con el Ministerio de Interior.

La vida de un chaval de 24 años se dibuja rápido si no tienes que usar palabras como guerra, hambre, disparos, exilio, enfermedad, soledad y muerte. A Barry le gusta la música y le encanta el fútbol, es un ferviente aficionado del Barça. Hace unos días estuvo disfrutando de los cinco goles que le hizo al Sevilla en la final de la Copa del Rey. Esto no puede contarlo él personalmente, porque su estado de salud es tan débil que apenas puede hablar por teléfono. Los médicos le han retirado la quimioterapia, porque el cáncer se complicó con una hepatitis b y una insuficiencia renal. Ahora está en una casa de acogida de ACCEM y sólo va al hospital Reina Sofía de Córdoba para que le suministren morfina.

Barry era estudiante cuando conoció y se enamoró de la joven Umou, relata al teléfono Salomon Beyo. “Ella se quedó embarazada sin que estuvieran casados, algo que chocaba frontalmente con las tradiciones de su etnia”. El chico fue repudiado por su padre, uno de los imanes del pueblo, y con apenas 17 años y fue expulsado de su casa familiar, dejó la escuela y se marchó con Umou a una localidad vecina, donde les acogió su tío, un conocido político local.

En Guinea Conakry hay tres etnias mayoritarias que históricamente se han enfrentado por el poder: los fula, que representan al 40% de la población y controlan gran parte de la economía (en origen fueron nómadas y pastores); los malinké, que son mayoritarios en las fuerzas armadas y representan un 30%, y los susu, comerciantes y granjeros (20%). Al poco de nacer la hija de Barry, en 2009, tuvo lugar una manifestación pacífica en la capital del país que derivó en una masacre: murieron 157 personas, la mayoría por disparos de la guardia presidencial contra los manifestantes.

El líder de Guinea Conakry era el capitán Moussa Dadis Camara, que había tomado con un golpe de Estado un año antes, tras la muerte del dictador Lansana Conté, cuyo mandato había durado 24 años. Camara pretendía postularse en las elecciones presidenciales de 2010, y el país estaba envuelto en violentos enfrentamientos callejeros entre los fula y los malinké, cada etnia vinculada a una afiliación política. En medio de estas revueltas el tío de Barry resultó muerto, y él recibió un balazo en la mano derecha, donde aún conserva una cicatriz. Fue entonces cuando el chico se convenció de que debía salir de Guinea Conakry, debía abandonar África por el norte, como habían hecho muchos jóvenes antes que él. Se lo contó a Umou. Haría un viaje de 5.000 kilómetros desde su país hasta España, en busca de un futuro mejor.

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