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Los símbolos andaluces 'cumplen' 40 años en pleno pulso político por ser más andalucista que nadie

Moreno y Rojas Marcos en el balcón de San Telmo el Día de la Bandera de Andalucía.

Antonio Morente

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El presidente del Gobierno andaluz, Juan Manuel Moreno, volvía a alabar recientemente en un acto de homenaje el perfil del que fuese ministro con UCD Manuel Clavero Arévalo, al que volvió a referirse como “padre del andalucismo moderno” y como uno de los grandes gestores y promotores de la autonomía plena para Andalucía. Se arrimaba así de nuevo a una figura que es casi el único referente político al que puede agarrarse el PP de aquel proceso autonomista que se construyó entre finales de los 70 y principios de los 80, y lo hacía la misma semana que se cumplen 40 años de la oficialización de algunos de los principales símbolos andaluces. Y aunque había consenso, lo cierto es que la aprobación no fue por unanimidad al abstenerse Alianza Popular (refundada como Partido Popular en 1989) en un único punto, el de la exposición de motivos, al referirse a la bandera, el escudo y el himno como símbolos de la “nacionalidad” andaluza.

Cuatro décadas después, este debate ya se superó por la derecha al asumir en el segundo Estatuto, el de 2007, que Andalucía es una “nacionalidad histórica”. Ahora el escenario es diferente, con todos los partidos (menos Vox) luchando por acaparar el legado autonomista a la vez que niegan legitimidad al adversario para hacer lo propio. Así se puso de manifiesto en la reciente celebración del primer Día de la Bandera de Andalucía, el último evento en sumarse al elenco de fastos oficiales, en el que una vez más se visualizó que las formaciones políticas están por dar la batalla en busca de mostrarse más andalucistas que nadie.

Lo cierto es que la derecha no tenía ese frenesí autonomista en 1982, al que se llega con unos símbolos ya recogidos en el primer Estatuto andaluz, el de 1981. Eso sí, el único que se daba por formalmente refrendado era el de la bandera blanca y verde, validada en 1976 por la Coordinadora del Ente Regional Mancomunal, un intento de las diputaciones provinciales de articular un esqueleto regionalista que se disolvió un par de años después. Así que ya teníamos la enseña, a la que se reconoce como primer emblema de Andalucía, pero el propio Estatuto marcaba que el escudo y el himno tenían que regularse con una ley que emanase del Parlamento andaluz.

Dicho y hecho, la norma se aprobó hace ahora cuatro décadas, el 21 de diciembre de 1982, aunque el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía (BOJA) que lo formalizaba vio la luz ya en 1983. Fue la tercera ley que aprobó en su historia el Gobierno andaluz, que había tomado posesión aquel verano de 1982 tras las primeras elecciones autonómicas, celebradas el 23 de mayo. De la importancia que se le dio al momento da cuenta que fue el propio presidente andaluz, Rafael Escuredo (PSOE), el que abrió el debate aquel día en una sesión que se celebró en los Reales Alcázares de Sevilla, sede primigenia del Parlamento andaluz.

No es “un invento sobre el vacío”

En su intervención, Escuredo puso el acento en algo en lo que ya se había hecho hincapié en la correspondiente comisión que pulió el texto: aquello no era una ocurrencia para revestir de ampulosidad la recién nacida autonomía, no era “un invento sobre el vacío”, sino que se trataba de “dar forma, sentido y especial dimensión a unos elementos tradicionales andaluces”. Unas “insignias de Andalucía”, como las denominó Blas Infante, en las que se funden “solidaridad y humanismo como notas significativas y distintas del ser andaluz”. “Pueblo e historia, al igual que ya ocurriera con la bandera, son el fundamento esencial de estos dos símbolos”, el escudo y un himno en el que se recoge aquello de pedir tierra y libertad, “metas secularmente perseguidas por los campesinos del sur”.

En la sesión plenaria de guante blanco en la que se aprobó la ley, solo el PSA (que después derivó en el Partido Andalucista) y UCD presentaron enmiendas que después retiraron en aras de que hubiese un consenso más amplio con una norma que tenía garantizada su aprobación con la enorme mayoría absoluta del PSOE, con 66 de los 109 escaños. Los andalucistas, aunque no estaban entusiasmados, dieron su visto bueno tras modificarse el texto inicial, en el que se apuntaba de manera incorrecta que el himno se aprobó en la Asamblea de Ronda que el movimiento andalucista celebró en 1918, afirmación que solo era aplicable a la bandera y el escudo.

El himno también fue protagonista de otro de los escollos, y es que en la versión inicial del texto legislativo se aseguraba que la música fue compuesta por el maestro José del Castillo Díaz, director de la Banda Municipal de Sevilla entre 1933 y 1939, cuando fue expulsado para posteriormente acabar diez meses en prisión por su pertenencia a la Masonería. La cuestión es que se entendía que Del Castillo en realidad lo que hizo fue orquestar un canto de siega al que Infante puso letra, lo que obligó a unos ajustes que se tradujeron en que los andaluces tienen un himno con música “creada por el genio popular andaluz, anotada por el padre de la patria andaluza, Blas Infante, quien compuso su letra, y armonizada por José del Castillo Díaz”. La Junta Liberalista de Andalucía registró en 1933 la música y la letra, aunque se ve que la cosa no estaba del todo clara, ya que desde el PSOE se defendió que la primera versión se redactó así porque en el debate en comisión se apuntó “la existencia de una sentencia en materia de propiedad intelectual” que atribuía la propiedad de la partitura a Del Castillo.

¿Y qué pasa con los colores?

Desde UCD, en cambio, la enmienda fue porque la ley no recogía los colores de las figuras del escudo, cuestión que se dejaba para un posterior decreto del Consejo de Gobierno para sofocón del diputado Fernando Arenas del Buey, que insistía en la importancia de esta cuestión en la heráldica. “Los colores tienen un lenguaje especial, significan algo muy concreto”, aunque al final el reparo se retiró para que no se malinterpretara como una oposición al emblema. Eso sí, la norma admitiría que el escudo era de aquella manera cuando subrayaba que “su valor de símbolo no depende ya tanto de su ortodoxia heráldica, cuanto de su asunción por el pueblo andaluz”.

Pese a tanto pacto y tanto consenso, al final el texto legislativo no pudo aprobarse por unanimidad. Sí se consiguió con todos los puntos del articulado, pero no hubo manera con la exposición de motivos. ¿Y por qué no fue posible? Pues porque en la transaccional que pactaron PSOE y PSA “se ha incorporado la palabra nacionalidades”, tal y como lamentaba el portavoz de Alianza Popular, Antonio Hernández Mancha, una cuestión que le ponía los pelos de punta a su partido: “Es pública y notoria la oposición de Alianza Popular a la palabra nacionalidades”. Total, que la exposición de motivos no tuvo ningún voto en contra pero sí contó con 17 abstenciones, en una votación en la que, a falta de un sistema de recuento, los parlamentarios procedieron a levantarse cuando se preguntó si votaban a favor, en contra o abstención.

El 28F y los últimos cambios

La oficialidad del escudo y el himno llegó menos de una semana después de que se diera otro paso simbólico, como fue declarar festivo el 28 de febrero con motivo del Día de Andalucía. El decreto que así lo estipula es del 15 de diciembre de 1982, formalizándose el 28 de febrero frente a los que (sobre todo más a la izquierda del PSOE) preferían el 4 de diciembre en honor al de 1977, cuando manifestaciones multitudinarias ayudaron a encauzar el ansia autonómica. Estas voces venían a decir que el 4D fue una verdadera fiesta del pueblo y que el 28F al fin y al cabo no se logró el objetivo, ya que formalmente no se cumplieron las exigencias del referéndum al no lograrlo Almería. Esto obligó luego a una rocambolesca operación rescate para salir de este berenjenal sin que descarrilase todo el proceso. Así que el 28F no gustó a la izquierda, aunque para replicar el Gobierno socialista se guardó la carta de que para que el Día de Andalucía fuese festivo se le quitó este carácter a una celebración religiosa, el Lunes de Pascua.

Desde entonces, lo único que se han producido han sido sobre todo modificaciones en el logo de la Junta, que no es un símbolo de Andalucía sino del Ejecutivo andaluz, por mucho que todos los gobiernos tiendan a entremezclar (y confundir) ambas cuestiones. A principios de 2020 aterrizó la actual 'A' que identifica a la institución que preside Juan Manuel Moreno, que en paralelo también impulsó no con poca polémica un distintivo para el uso exclusivo del presidente. La nueva insignia (una versión del escudo de Andalucía adobada con corona real y dos ramas de laurel) la empezó a utilizar antes incluso de su aprobación oficial, que tuvo lugar a finales de 2020 con dos coincidencias con la ley que en 1982 refrendó el escudo y el himno: fue también un 21 de diciembre y se utilizó esta propia norma para justificar la decisión, agarrándose a que la disposición adicional segunda otorga al Consejo de Gobierno la posibilidad de regular “los logotipos de reproducciones simplificadas del escudo de Andalucía para uso oficial”.

El último paso en esta senda de la simbología andaluza ha llevado también la firma de Moreno, que en octubre recogía encantado el guante que le lanzaba el histórico dirigente del PA Alejandro Rojas Marcos para declarar el 4 de diciembre como Día de la Bandera de Andalucía. El nuevo evento se convalidó como decreto, no como ley, y ni pasó por el Parlamento con el argumento de que no iba a haber consenso ante la oposición de Vox. Y de esta manera Moreno ha continuado su identificación (y la de su partido) con todo lo que tenga que ver con los símbolos andaluces, dándose en San Telmo un baño de autonomismo con las bendiciones del andalucismo histórico. De paso, aprovechó para edulcorar el papel que jugó la derecha en aquel momento de construcción del autogobierno para estupor de una izquierda que ha visto cómo (literalmente) le quitan de las manos la bandera autonomista.

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