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Viaje a Turón, el reducto alpujarreño del Partido Popular

Turón, desde la carretera | N.C.

Néstor Cenizo

A las 13.30 de un lunes dos hombres están sentados sobre los peldaños del parque infantil de un pueblo sin niños:

-Esta carretera, si estuviera amplia…

- José, si es que no es eso... Trevélez tiene una carretera peor, ¡contra! Si es que aquí no hay nada que hacer... ¿A qué van a venir?

- Pero Antonio, es un factor importante. Si está la carretera bien, al menos pueden venir.

- Sí, pero si vienen… ¿a qué van a venir?

La carretera, donde unas máquinas rascan algo de tierra para ampliar medio metro, es la gran preocupación en Turón (Granada), donde la ven como el elixir que alargaría la vida del pueblo. Sin embargo, no hay partido político que pueda garantizar que las curvas desaparecerán y que algún día los jóvenes volverán a Turón. Este pueblito alpujarreño escondido en un hoyo de la Sierra de la Contraviesa, almendrero, pobre y mal comunicado, es el reducto del PP en Andalucía.

Desde algún recodo del camino se divisa el mar de plástico y parece que se pueda tocar, pero es engañoso: para llegar al mar hay que serpentear una carretera regional y dos comarcales, tan llenas de curvas que el alcalde del pueblo dice que a los forasteros les da miedo. Granada está a dos horas y media y Almería, a hora y media. Aquí nadie llega por casualidad y a nadie se le ha perdido nada en este pueblo que se consume.

No hay aquí ni rastro de la industria agroalimentaria que exporta a Europa. Los invernaderos de El Ejido, Roquetas o Vera son los culpables de llevarse a los jóvenes de Turón, que fueron dejando el pueblo porque aquí no había nada que hacer.

El pueblo sin bar: “Esto está muerto”

Hubo un tiempo en que en Turón vivían 5.000 personas, y había mercado, abogados, notario y hasta un teniente coronel, dicen, y 50 ó 60 niños, que daban clase en el salón parroquial o en alguna casa. Ahora en el pueblo viven entre 80 y 100 personas, y el resto están en los cortijos o municipios de Almería. El censo electoral no deja dudas del declive: el 1 de noviembre de 2017 había 219 censados; el 1 de octubre de 2018 había 207. Es vox populi que muchos se empadronan en Turón para disfrutar de los cotos de caza municipales.

Turón tiene dos tiendas, una farmacia, un banco que atiende una vez por semana, médico martes y viernes, enfermero miércoles y jueves, y autobús a Berja lunes y viernes. Para las urgencias hay que ir a El Ejido. Los tres chavales en edad escolar van en autobús a Murtas. Dos de ellos son los hijos de una mujer británica que vino aquí hace 15 años. Aquí se quedó, cuidando ancianos.

En el pueblo se ha sentido con especial dolor la pérdida del último bar. Cuenta Juan Vargas que hace unos días estaba recogiendo almendras, y alguien en la cuadrilla resumió así la pérdida: “¡Contra, con Fulanito!, ¡Dicen que tiene 3.000 eurillos ahorrados desde que cerró el bar!”. El alcalde lo explica: “Claro, porque el hombre está solillo y los días que tenía libre ¿dónde iba a estar? Pues en el bar”.

Además de almendrero, Vargas lleva seis legislaturas como alcalde de Turón y, como casi todos, cree que una mejora de la carretera con Berja salvaría al pueblo de morir poco a poco, o por lo menos retrasaría la defunción. Lo más cercano a una industria es la almendra. Hace años había también minas de plomo y fluorita, y luego hubo trabajo plantando pinos en las fincas que rodean al pantano, para evitar los arrastres, pero aquello terminó también. Mientras pela almendras en su cochera, Rafael dice: “Aquí no hay vida. Esto está muerto”.

Sin trabajo, se van los jóvenes y se pierden los servicios. “Muchos tienen el médico abajo, yo no. Yo lo tengo en mi pueblo. Porque si la una se lleva al médico y la otra también, nos quedamos sin médico”, explica Amadora, que es la madre del alcalde.

El problema de Amadora es que no le conceden la ayuda a la dependencia. “Dicen que como tengo alguna pensión y algún dinerillo tendré en el banco... Pero usted ha de comprender, le dije: ¿Si yo no tuviera una pensión, la mitad de la que tenía mi marido, no me van a ayudar a que venga alguien a limpiar una vez a la semana o a cuidarme? ¿Y si yo no hubiera ahorrado un duro? ¿Porque cobre una pensión no tengo derecho a que me den siquiera una hora o dos para que alguien me haga compañía?”.

Ha salido a tomar el sol a la plaza, donde aparte de ella y sus dos comadres no hay ni un alma. Elodia Quevedo apunta con la cabeza y dice: “Allí se murió una la semana pasada. Se murió de repente. En toda esa calle no hay ninguna casa abierta”. Hace no mucho abrieron una escuela con capacidad para 120 alumnos, para cerrarla pocos años después.

En la carretera un cartel muy optimista indica dónde está el centro de la ciudad.

Turón, el pueblo donde siempre gana el PP

Este pueblo pequeño, incomunicado y pobre es desde hace cuarenta años un bastión electoral de la derecha. Si alguna vez gobernaron los “independientes” fue porque los del PP se pelearon entre sí, y estuvieron a punto de acabar en los tribunales. 110 votos obtuvo el PP en las últimas autonómicas, por 28 del PSOE, cinco de Podemos y dos de Ciudadanos. 139 logró en las de 2012, por 33 del PSOE. Siempre ha sido así.

La pregunta es por qué. El alcalde tarda diez segundos en responder, de aquella manera: “Hombre, ¿yo qué quiere usted que le diga? El voto es libre y cada uno vota… lo que más le conviene o lo que más le gusta. Pero que aquí suele ganar el PP. También pasa una cosa, como pasa en la Vega de Granada. Mire cómo allí no gana el PP en ningún municipio. Aquí esto fue zona roja y todavía quedan rencillas de aquella historia. Eso no tengo que explicárselo a usted. ¿Me entiende usted lo que es? Y ya está”.

Tomás Rodríguez, 79 años, lleva 40 siendo oposición, pero dice que ya lo deja. Es el único concejal del PSOE en el Ayuntamiento. Sentado con Encarna en una covacha que antes dedicaban a los animales, y con un hilo de voz por los pólipos, explica que en estos pueblos de La Alpujarra todo es PP.

El por qué él es socialista, Tomás lo explica así: “Verá usted, mis padres estaban en un cortijo con los señoricos y había que criarles pollos, había que llevarles leña que no había para nosotros y criarles los marranos. Y nosotros esmayaos. Una vez mi madre le dijo Doña Remedios: ”Mire usté, a ver si me daba usté una mijica de tocino pa echarlo en la olla pa que haya sustancia“. ”No, el tocino lo quiero para hacer jabón“, replicó Doña Remedios.

“Aquí hay na más que hambre”, dice Tomás. Y dice también que si hoy están arreglando las carreteras, en gran parte es por él, porque fue él quien con sus llamadas consiguió que el presidente de la Diputación de Granada, el socialista José Entrena, dedicara 950.000 euros a arreglar 13 kilómetros.

- ¿Y por qué siempre votan al PP?

- Hay más gente del PP que del PSOE y por eso gana siempre – tercia Encarna.

Y luego, como si fuera una profecía irresistible, añade: “Y ganará toda la vida”.

“Los mártires de Turón”

Cuesta un poco, pero al final todos cuentan lo mismo. La explicación más plausible de por qué el PP cuadriplica en votos al PSOE es que aún pesa lo que hicieron “los rojos” en un oscuro episodio de la Guerra Civil. 

La historia la han repetido durante décadas los más viejos del lugar, y la contó también el anarquista Diego Abad de Santillán (o Sinesio García Fernández), conseller de Economía de la Generalitat en los primeros meses de 1937, en su libro Por qué perdimos la guerra. Allí se explica cómo se formó una escuadra de exaltados republicanos a los que se envió a Turón al cargo de cientos de presos, que fueron encerrados en la Iglesia y obligados a trabajar en la carretera Turón-Murtas.

“Se les dice que hay que eliminar a fascistas para el bien de la causa. Llegan a Turón los designados y matan a 80 personas, entre las cuales la mayoría no tenían absolutamente por qué sufrir esa pena, pues no era desafecta y mucho menos peligrosa”, cuenta en su libro, más allá del cual hay pocas referencias documentales.

“Gente a la que perseguía la izquierda, como la derecha perseguía a quien era de izquierdas”, aclara el alcalde. En el pueblo, todos refieren la historia de un muchacho que pidió que le mataran, si es que iban a disparar a un hermano exhausto. Los dos habrían sido ejecutados.

Hace dos años, un puñado de falangistas acudió al pueblo a recordar este episodio, que extrañamente ha pasado a ser conocido igual que otra matanza ocurrida en el pueblo asturiano del mismo nombre en 1934: “Los mártires de Turón”. La tesis del alcalde es que la historia ha marcado la desafección de la comarca hacia la izquierda.

Tomás lamenta lo que ocurrió, porque cree que por culpa de un mando exaltado y asesino (“tenían que haberlo matado a él”, dice) muchos se han confundido durante décadas: “Me da una pena ver algunos que votan a la derecha… Ese es el problema, que creen que por ser de derechas son de los buenos”.

Aunque traten de poner tierra de por medio, aquel episodio lleva décadas marcando la política local. “Cuando me han tratado de facha, la verdad que no me ha sentado bien, porque esa no es mi plena conciencia, ¿me entiende usted? Mi plena conciencia es ayudar al que uno puede ayudar y eso es lo mejor que puede hacer un alcalde de pueblo ”, dice el regidor. “El alcalde es buena persona. Trabajador”, admite Tomás Rodríguez, que aunque se retire de la política, seguirá votando socialista.

Sean de uno u otro todos creen en el bipartidismo, aunque no creen que haya nadie capaz de cambiar el destino de Turón, que se ha resignado a su suerte igual que Elodia se encoge de hombros y explica casi todo en una frase: “Gana el PP… porque les habrá dado por ahí. Yo votaré al que me apetezca… Y ya cómo lo hagan es cosa suya”.

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