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RECbollar, el documental que reúne a los 50 habitantes de un pueblo de Teruel para no perder sus tradiciones

Pepi y Sergio lavan la ropa en el lavadero de loza mientras conversan

María Bosque Senero

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Jabón de tajo en mano, Pepi y Sergio lavan la ropa en el lavadero de loza mientras conversan, como lo hacían nuestros abuelos y bisabuelos antaño –los de los jóvenes que ponen en marcha este proyecto–. Ahora, a esto lo llamamos colaboración intergeneracional, pero siempre ha sido “aprender a vivir” y “trasmitir conocimientos y prácticas de una generación a otra”.  Cuando los teléfonos móviles no existían, tampoco internet y pocos sabían leer y escribir, las nociones acerca de la vida y de los oficios se aprendían “haciendo” y “repitiendo” guiados por una mano experta; ya fuera de hombre o mujer, siempre mayor.

“La experiencia es un grado” solía decir mi abuelo. Pero esa experiencia de nuestros mayores fue relegada a un segundo plano con la mecanización de procesos, y varios planos más atrás con la llegada de las nuevas tecnologías para revolucionar y hacer más impersonal nuestra forma de comunicarnos. Conscientes de esta situación de desarraigo entre generaciones, ocho jóvenes de la localidad turolense de Villanueva del Rebollar de la Sierra, han puesto en marcha un proyecto que consiste en algo tan evidente, pero a la vez complicado, como intercambiar saberes entre generaciones.

“Los vecinos más mayores nos han descubierto cómo hacer un buen café y lavar a mano, mientras nosotros les hemos enseñado a programar un robot de limpieza o a pedirle música a Alexa”, explica Alberto Conejos, uno de los artífices del proyecto RECbollar. 

La idea nace de tres amigos del pueblo “teníamos la necesidad de juntar a vecinos y vecinas que fueran de diferentes edades y familias, para que compartieran sus historias y así hacerlas perdurar en el tiempo”, explica Alberto. Pero ¿cómo conservar esa tradición para las generaciones futuras? La respuesta fue producir un documental, en el que jóvenes y mayores participaran aportando su saber, dejándolo grabado. “Este es el verdadero patrimonio inmaterial de nuestro pueblo y queremos que se quede aquí para que se mantenga vivo”, añade Alberto Conejos. En el mes de marzo de este año, estos tres jóvenes del pueblo presentaron el proyecto RECbollar a la convocatoria Made in Rural del programa Jóvenes Dinamizadores Rurales. Su idea fue seleccionada y financiada con fondos Leader. Así, estos cuatro amigos y vecinos de Rebollar comenzaron su proceso de formación. En junio les fue asignado un presupuesto con el que podían empezar a hacer realidad su proyecto; dinero que invirtieron en material para el rodaje del documental. Ya solo faltaban los protagonistas y, para encontrarlos, ese mismo mes citaron a los vecinos del pueblo para asistir a una charla, en la que les explicaron el proyecto y les pidieron su colaboración. “A algunos les costó un poco eso de aparecer ante la cámara, pero todo el mundo se prestó a participar”, recuerda Alberto. 

Al equipo de producción del documental se fueron sumando nuevos integrantes hasta ser ocho los jóvenes que, en sus fines de semana y tiempo libre, han ido elaborando este documento vivo con esfuerzo, trabajo y grandes dosis de ilusión. Mientras, en el pueblo, vecinos y vecinas hacían memoria y sacaban de sus álbumes y de sus recuerdos de familia momentos de antaño para compartirlos con los jóvenes del documental. “Nos llamaban para decirnos que iban a ir al huerto a plantar algo, o que era época de esto y de aquello, para que quedara grabado”, explica el equipo de RECbollar.

En los meses que ha durado la grabación han surgido bonitas amistades, como la de Sergio y Pepi, y otras más inesperadas, como la de Domingo y Alexa que, sin tener apariencia física, le dice cada día el tiempo exacto que va a hacer con solo preguntarle, además de ponerle la música que le pide, sin rechistar. En los días de grabación, un joven y una persona mayor conversaban mientras hacían una labor o aprendían a programar un aparato, frente al objetivo de las cámaras y la atenta mirada de los compañeros de RECbollar y de otros vecinos. El objetivo era “hacer algo diferente, que sacara a la gente de sus casas y les hiciera participar, interactuar, sin necesidad de que fueran fiestas o una fecha señalada”, explican los promotores del documental. Y recuerdan con especial ilusión el día en el que grabaron los juegos tradicionales, porque “todo el pueblo participó, gente de 90 años hasta niños, tirando de la soga, saltando en las carrereas de sacos, enseñando a jugar a la rana o practicando barrara aragonesa”, cuentan con emoción. 

Tal ha sido la participación vecinal en este proyecto que de los cuatro temas que tenían pensado rodar para el documental RECbollar solo han podido acabar dos: labores del hogar y ocio. Han quedado pendientes gastronomía y campo, temas que comenzarán a rodar después de Navidad porque “tenemos que pensar el formato que vamos a darle después del éxito que ha tenido el documental, y tener en cuenta las posibilidades que hemos visto de hacer cosas en redes sociales o incluso en formato podcast” avanza Alberto Conejos. 

Presentación del documental

Aunque hay que esperar todavía un tiempo para ver este documental terminado, la vecindad de Villanueva del Rebollar de la Sierra, protagonistas del mismo, han podido disfrutar de una gala de estreno en la que muchas personas y entidades comprometidas con el mundo rural han querido estar presentes. Más de 140 asistentes, venidos de todo Aragón e incluso de Soria, se dieron cita en el pabellón del pueblo para acompañar a este medio centenar de vecinos y vecinas, y alabar su idea. Una “charradica de jóvenes y mayores” entre algunas risas y muchas lágrimas, puso el broche final a esta presentación en la que también hubo photocall, alfombra roja y una trabajada exposición fotográfica llena de momentos del rodaje inmortalizados. 

Ocho jóvenes (Althea Gómez; quien ha editado los vídeos, Bea Mora; diseñadora de los carteles, Rocío Allueva, Marta Ariza, Andrea Fernández, Coral Barrabés y Alberto Conejos) han conseguido que este pueblo, en el que hay 50 personas empadronadas, de las que tan solo una veintena vive durante todo el año, no pierda las historias que durante generaciones han contado las familias del lugar; saber cómo se vivía en un pueblo de Teruel a 1100 metros cuando no había tractores, electricidad ni agua corriente. Ahora, cuatro chicos han decidido quedarse en Villanueva del Rebollar de la Sierra para relevar a sus familias en las explotaciones agrícolas, y una chica se ha puesto al frente de la casa rural del pueblo. “En nuestro pueblo hay vida, y por eso, más que para repoblar, queríamos hacer algo para dinamizarlo, para poner en contacto a personas que de otra manera nunca se habrían parado a hablar”, apunta Alberto Conejos. Desde el rodaje de este documental, en este pueblo de Teruel la amistad ya no tiene edad, la tecnología tiene menos límites, sus tradiciones y su historia están más presentes que nunca en la era de las redes sociales, y saludarse en la calle vuelve a estar de moda. 

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