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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Reestructuración o barbarie

Javier Sumelzo

El crecimiento constante de nuestra deuda exterior indica que seguimos dependiendo del endeudamiento externo para financiar nuestro crecimiento, un mal endémico que ha llevado a las economías de la periferia europea a la grave situación en la que nos encontramos. El problema es que no sólo no se ha corregido esta situación sino que se está incidiendo todavía más en ella necesitando más endeudamiento externo que antes por cada punto porcentual de PIB que crecemos. Esto se debe al comportamiento simbiótico entre las economías centrales de la eurozona y las periféricas a través del que los países centrales basan su crecimiento en las exportaciones que en buena medida van a parar a los países periféricos y estos últimos a su vez basan su crecimiento en la demanda interna y el endeudamiento, lo que produce importantes desequilibrios.

Que el volumen de depósitos haya superado al de créditos indica varias cosas:

Que hay una gran cantidad de dinero que no se utiliza ya que sus propietarios prefieren tenerlo en el banco a pesar el nulo rendimiento que le pueda ofrecer antes de arriesgarlo en una actividad productiva o gastarlo en bienes de consumo.

Que las ingentes cantidades de crédito del BCE a la banca española a un tipo de interés mínimo, el rescate bancario, las numerosas ayudas públicas a la banca en forma de avales, ayudas directas, compras de activos por parte de la SAREB, ventajas fiscales, etc. no han servido para reactivar el crédito en absoluto propiciando que las entidades financieras prefieran invertir el dinero recibido a bajo interés en deuda soberana y enriquecerse con el diferencial y disimular sus graves problemas de endeudamiento engordando sus balances de forma artificial antes que inyectar dinero en la economía productiva.

Por otro lado aquellas empresas y familias que están altamente endeudadas emplean el dinero que tienen en amortizar esas deudas sumamos más elementos que no destinan sus recursos a la inversión ni al consumo.

Si por un lado los que tienen dinero prefieren ahorrarlo o no gastarlo o en emplearlo en devolver sus deudas y por otro lado tenemos altos índices de paro y de pobreza, encontramos una economía paralizada sin inversión y sin consumo lo que hace más difícil la salida de la crisis.

Seguimos por tanto ahondando en los problemas fundamentales que nos trajeron a esta crisis, descontado el efecto de la burbuja inmobiliaria, y difícilmente saldremos de ella con una precariedad laboral que no permite muchas alegrías consumistas a quien consigue un empleo ni con mayor endeudamiento por mucho que se logre a menor tipo de interés.

Desde un punto de vista técnico se vienen cumpliendo desde hace tiempo todos los elementos de la teoría de la deflación de la deuda de Irving Fisher (si bien el IPC ha experimentado un ligero aumento que lo deja próximo a cero):

Recorte gastos y ventas de liquidación destinadas a pagar las deudas e intereses.

Contracción de la oferta de dinero por la reducción de los préstamos bancarios.

Caída en el nivel valor de los activos.

Caída aún mayor en el patrimonio neto de las empresas y aumento de las bancarrotas.

Caída de los beneficios de los inversores.

Reducción de la producción, del comercio y aumento del desempleo.

Pesimismo y pérdida de confianza.

Acumulación de dinero no gastado ni invertido.

Caída en las tasas de interés nominales y un aumento en las tasas de interés reales ajustadas por la deflación (aberraciones de interés).

Es necesario salir de esta situación afrontando los problemas de forma seria y no dando patadas hacia adelante que no hacen más que agravar el problema y cargar sobre las espaldas de la población los errores de las élites financieras. Y la única forma de hacerlo es a través de una reducción y ordenación de nuestro sistema financiero en base a acreedores y una reestructuración de la deuda de las familias para que puedan volver a destinar sus ingresos al consumo y a su vez se incentive la inversión.

De no tomarse estas medidas y afrontar una reforma del Banco Central Europeo que evite que siga produciéndose ese comportamiento simbiótico entre las economías centrales de la eurozona y las periféricas así como de los mismos principios de la Unión Europea para abandonar definitivamente las políticas de austeridad no se darán las condiciones para una salida de la crisis en la que la ciudadanía no se vea gravemente empobrecida.

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