El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
Redes sociales. Si aún conservas una cuenta en una red social prueba estas cuatro cosas.
La primera, desahógate tomando contacto con la naturaleza. Es una necesidad de nuestra especie. Un simple paseo por un lugar tranquilo de los alrededores de la ciudad el fin de semana es mejor que contacto cero. Dicen lo sabios que el ejercicio y la frugalidad son sanos. En general, parece que la frugalidad en la vida también ayuda a distinguir entre lo que realmente importa y lo que no.
La segunda, dedica un tiempo específico y limitado a las redes. El tiempo perdido es irrecuperable. Y en nuestra interacción a través de las redes usamos una parte muy limitada de nosotros mismos. La integración háptica (transmisión / percepción de estímulos físicos digitalizados) existe, pero seguirá muy lejos de Matrix por mucho tiempo.
La tercera, antes de publicar contenidos plantéate a qué van a contribuir. Cada cual tiene sus objetivos, y si quieres contribuir al caos, es tu derecho el hacerlo. Pero al menos cuestiónatelo. Incluso si actúas como profesional de las redes, aunque en este caso huelga decírtelo. O quizá no. Piensa en la sociedad en la que vives, y en la que te gustaría vivir.
La cuarta, sé consciente de que los contenidos que ves en las redes están cuidadosamente seleccionados en función de tu perfil de edad, la estimación de tu nivel económico y educativo, tu perfil ideológico y en general tu actividad en Internet: lugares que visitas, hábitos de compra, e incluso desde dónde te conectas (móvil o sobremesa, sistema operativo, navegador y aplicaciones).
Todo eso permite explotar las debilidades de tu cerebro. Aquí, “cerebro” es el conjunto de funcionalidades que nos permite procesar lo que percibimos, predecir y actuar. Esas debilidades --sesgos-- son el reverso inseparable de nuestras habilidades. Útiles, algunas imprescindibles, casi todas traicioneras. Hay más de 170 sesgos tipificados, reducibles a bastantes menos porque se tipifican usando métodos diferentes en campos diferentes (neurociencia, economía, psicología). Se investigan y explotan profesionalmente desde hace décadas, con objetivos políticos y comerciales. Han sido, y siguen siendo, la base del terror totalitario y de los beneficios comerciales. Nunca ha sido tan fácil explotarlos como ahora en las redes sociales, un magnífico laboratorio para experimentar con ellas. Cada vez que te conectas a Internet -y si llevas móvil, estás permanentemente conectado- estás siendo estudiado, seguido y perfilado.
Unas consideraciones finales sobre tres cimas que sobresalen en el paisaje de las redes.
La política. Convertida en espectáculo, es probablemente bueno centrarse en el conocimiento que uno tiene o considera que tiene sobre el mundo, el origen y naturaleza del ser humano y sus creencias, el devenir histórico, la organización social y económica, las cuestiones científicas, la realidad tecnológica. Hazte preguntas y, si no las sabes responder con precisión, pregúntate qué sabes realmente sobre lo que te hacen ver y oír. Valora la pluralidad de tu entorno.
La dicusión. Solo podemos discutir sobre cosas discutibles (falsables). Y lo único discutible es la coherencia entre lo que predecimos y experimentamos, y el propio procedimiento de percepción (medida). El resto es respetable, pero no discutible, porque no hay realmente nada sobre lo que discutir. En cualquier caso, y parece una opinión extendida aunque poco practicada, las discusiones solo llegan a algún sitio si parten desde la empatía y desde el reconocimiento de nuestra ignorancia.
La ignorancia. Mi experiencia como investigador me lleva a comprobar a diario que cuanto más se estudia, más aumenta la conciencia de lo que no se sabe. Pero también la seguridad de que se puede avanzar: con pasos cortos, con mirada larga. Me siento con el deber de decirlo.
José Luis Briz es profesor de Ingeniería de Computadoras en la Universidad de Zaragoza desde hace más de 30 años. Contribuyó en los años '90 desde los inicios de la Internet pública a la fundación del Capítulo Aragonés de la Internet Society y a la puesta en marcha y dirección del Servicio Popular Aragonés de Información Electrónica.
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