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La pasada semana terminó la comisión de investigación del Plan de Depuración de las aguas. Durante los próximos meses, los representantes de los partidos que participaron en ella redactarán unas conclusiones y ahí se verá si existen o no responsabilidades políticas.
Pero más allá de estas conclusiones oficiales, yo he asistido a las 10 sesiones y tengo mis propias conclusiones del funcionamiento de la comisión. Creo que este es un buen espacio para compartirlas.
1.- El formato de la comisión ha estado muy encorsetado. Sí, fue un acuerdo entre los partidos, pero eso sólo significa que hay quien no quiere un formato más flexible. Han pasado hasta 10 comparecientes por sesión, inabarcable para la prensa, para que pueda explicar bien a los aragoneses qué ha sucedido. De ahí que mi papel en la comisión haya sido resumir cada sesión y colgar los textos en la web de Podemos.
También los tiempos estaban tasados y era difícil hacer réplicas o demostrar que lo que acababa de decir el compareciente no era del todo verdad. Si un diputado hacía una pregunta y el compareciente prefería dedicar todo su tiempo a responder a esa pregunta, ya no había posibilidad de preguntar más.
Por último, parecía una comisión de alto secreto. Los aragoneses no podían seguir las sesiones por streaming o verlas en diferido en la web de las Cortes. Toda una falta de confianza, no sé si en los aragoneses o en lo que pudieran decir los comparecientes.
2.- Durante las sesiones, se ha hablado de culpa y de responsabilidad, se ha tratado en muchos casos de personalizar las decisiones del plan y en otros de diluir estas decisiones en un engranaje que a priori funcionaba bien y que, nadie sabe el motivo, terminó por romperse. Y me viene a la cabeza la distinción que hace Hannah Arendt sobre culpa y responsabilidad.
La culpa siempre es individual y puede acarrear castigo penal; la responsabilidad es colectiva. La responsabilidad implica reconocer una acción que no se ha cometido directamente pero sí en nombre de uno. Por eso se distingue entre castigo penal y responsabilidad política. En un gobierno puede no haber culpables, pero siempre hay responsables.
3.- He visto cómo muchos de los comparecientes utilizaban estrategias para eludir esta responsabilidad, unas estrategias ya clásicas y fácilmente desmontables.
En las sesiones se han escuchado verdades, medias verdades, mentiras (si dos personas dicen lo contrario sobre un mismo hecho, alguien miente), contradicciones, acusaciones… Pero lo que más me ha dolido como antiguo periodista y como ciudadano es la manipulación de los hechos, la tergiversación de las palabras que el ponente acababa de pronunciar, los discursos que no llevan a ninguna pregunta… Y todo por defender a un partido político.
Tampoco ha habido reparos en atacar la credibilidad de la Cámara de Cuentas, un organismo independiente y neutral que vela por la buena gestión del dinero público. He olido el miedo en esos ataques; hay que tener mucho cuajo para atacar a la Cámara con tal de defender una gestión nefasta.
He sido testigo de cómo una sesión se convertía en un teatro, cómo los comparecientes venían con la lección aprendida, sabiendo lo que otros habían dicho antes para así no contradecirse. Y cómo algunos partidos, como Podemos, han peleado por acabar con la farsa y hacer salir la verdad, por muy fea que sea.
He visto a altos directivos entrar a la sala con cara de “no sabe usted con quién está hablando” y salir enfadados y con la mirada baja después de enfrentarse a las preguntas de Podemos. He visto a la diputada del PAR recordar a los comparecientes su obligación de decir la verdad, pero sólo cuando contradecía la opinión del PAR. He visto a comparecientes decir la verdad con serenidad y titubear ante preguntas difíciles antes de decir “no me acuerdo”.
4.- Esta comisión ha sido un paso importante; de aquí saldrá algo de verdad. Sólo deseo que aprendamos de ella y de los errores de formato para el futuro.
Las conclusiones de la comisión serán públicas. Como decía arriba, ojalá los vídeos de las sesiones también lo hubieran sido, igual que sucede en la Asamblea de Madrid con la investigación sobre financiación de los partidos, y así los aragoneses hubieran podido juzgar por ellos mismos.
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