“Hay que mostrar que la tecnología no es solo para chicos, que las mujeres pierdan el miedo a hablar y a comunicar lo que hacen”
El día que el consejo de Gobierno de Aragón nombró directora del Instituto Tecnológico de Aragón a Esther Borao (Gallur, 1988), ella estaba viajando hacia Gambia para participar este fin de semana en la Africa-Europe Youth Leadership Summit 2019. Borao, junto a Luis Martín, se ha colado entre los 30 jóvenes líderes más influyentes de Europa y África, según el Most Influential Global Young Leader, gracias a dos proyectos en los que trabajan juntos: la Academia de inventores y The Ifs. Los dos son ingenieros industriales.
¿Cómo se sintieron cuando les anunciaron que Luis Martín y usted estaban entre los 30 jóvenes más influyentes de Europa y África?
Fue una sorpresa. No lo esperábamos. De repente, nos llegó la carta y nos sorprendió, sobre todo, por decirnos que éramos influyentes también en África. Pero llevamos muchos años trabajando, en Makeeroni Labs, en nuestra empresa... Se agradece el reconocimiento.
¿En qué están influyendo ahora mismo?
En el cambio educacional de los niños, en acercarles la tecnología de una manera más sencilla y creativa.
¿Cómo?
Tenemos dos proyectos. Uno se llama The Ifs, junto a Borja Latorre y Fergus Reig; son una familia de robots para enseñar a programar a niños a partir de los tres años. Nos dimos cuenta de que para menores de seis años no existía ninguna herramienta que permitiera trabajar la lógica de la programación, para que les entrara el gusanillo de la tecnología... sobre todo, con las niñas, porque los robots de las tiendas siempre suelen ser de colores metálicos, estrambóticos. Por eso, a The Ifs quisimos darles una imagen más dulce, que les pudieran atraer también a cualquier niña. Haremos una campaña de crowdfunding en noviembre para The Ifs.
Por otro lado, desde octubre del año pasado, Luis Martín, Jorge Mata y yo empezamos con la Academia de inventores. Llevábamos muchos años dando talleres tanto a niños como a adultos, pero nos parecía que todo se presentaba ya muy hecho, que no se dejaba a los niños desarrollar la creatividad, que imaginaran lo que es crear y la tecnología. Entonces, pensamos, si al conservatorio de música, los músicos van a aprender, nosotros queríamos que hubiera una especie de conservatorio de inventores donde los niños pudieran crear, imaginar y construir lo que ellos tienen en su cabeza. Empezamos con este proyecto en octubre, junto a la editorial Edelvives. Los niños pasan por cuatro áreas: mecánica, robótica electrónica, programación y ciencia. Así, van haciendo el currículum de inventor, desde los tres años hasta los 18. Cuando son más mayores, van descubriendo si realmente les gusta, qué asignaturas les gusta más, van haciendo proyectos a más largo plazo y especializándose en lo que les gusta. Con la academia también hemos descubierto que a los alumnos que tienen más vena tecnológica les cuesta encontrar personas con las que identificarse. Entonces, es bonito que la Academia sea también un lugar para que ellos descubran a otras personas que tienen sus mismos intereses. Esto, sobre todo, ocurre cuando son más mayores, con 15 o 16 años. Es lo que me pasó a mí cuando conocí a los chicos de Makeeroni labs: con ellos me encontré a mí misma y a personas que tenían mi misma filosofía.
¿Estáis preocupados, entonces, con el acceso más limitado de mujeres a las carreras técnicas?
Sí, yo particularmente. Yo no era consciente, siempre había estado rodeado de chicos, pero lo veía normal. Pero fue a través de los juguetes, estudiando el mercado, viendo cómo siempre que los padres compraban un robot era para su hijo y no para la hija, a la que solían comprarle más bien muñecas... A raíz de ahí, con Mulleres Tech, que es una asociación de Zaragoza que hemos montado una decena de mujeres, organizamos el Woman Tech Maker, que este año será en noviembre. Es un evento que busca que las mujeres tengan referentes, que vean que la tecnología no es sólo para chicos, que las mujeres que trabajan en tecnología pierdan el miedo a hablar y a comunicar lo que hacen...
¿Os habrán preguntado montones de veces si solo con tres años ya se puede aprender programación?
(Risas) La verdad es que sí. Más que programar se trata de que los pequeños tengan contacto con la tecnología, que vean qué es, que pierdan el miedo. Ven que solo con dos fichas y dando la vuelta al muñeco, se enciende la luz y te echan una sonrisa. Se trata de que pierdan el miedo que suele despertar la tecnología cuando no tienes contacto con ella.
¿La tecnología será imprescindible para los niños de hoy?
Sí, es algo que subrayamos cuando hacemos la presentación de nuestras actividades. Por ejemplo, de pequeña yo decía que iba a ser diseñadora de moda, pero nunca imaginé que diez años después podría hacer la ropa con una impresora 3-D. Es decir, hay ya muchas carreras nuevas y dentro de diez años habrá muchas más que ahora ni imaginamos. Entonces, al final más que enseñar a los niños conocimientos para una carrera, hay que enseñarles las habilidades y las competencias para que sean más diversos y sean capaces de trabajar con cualquier cosa.
¿En qué consisten estas habilidades?
Cuando desarrollamos un proyecto, hay distintas fases y toca saber un poco de todo. Hay que ser una persona creativa, que encuentre soluciones a cualquier problema; eso es un ingeniero. También hace falta comunicarlo; a veces nos encontramos con un niño que ha hecho algo, pero no lo sabe expresar. También tratamos de enseñarles a hacerlo, con lo que adquieren más capacidad para el liderazgo, para creer en sí mismo... Son habilidades que no se enseñan como tal, pero que se van adquiriendo cuando haces un proyecto en la Academia. Trabajamos la creatividad, tienen que comunicar su proyecto, tienen que pensar qué está pasando con los experimentos, por qué ocurre lo que ocurre, se trata de trabajar la reflexión y la lógica de la programación... Una persona que no sabe de programación lo ve como algo raro, pero al final supone adquirir una estructura mental muy útil.