“La perspectiva de género en la investigación médica prácticamente no existe”
Los datos sobre la falta de sensibilidad hacia las desigualdades de género en las investigaciones médicas son tan sonrojantes que a Mercedes Eguíluz (Vitoria, 1958) y Concepción Tomás (Zaragoza, 1955) casi se les escapa una sonrisa de vez en cuando. Las dos forman parte del grupo de investigación 'Género y salud' de la Universidad de Zaragoza, que ha cuestionado la perspectiva de género de diez años de estudios médicos realizados en Aragón con fondos públicos.
¿Por qué pensáis que es necesario aplicar la perspectiva de género a la investigación médica?
Concepción Tomás: Porque necesitamos información sobre si hay diferencias entre hombres y mujeres en salud, mortalidad, utilización de servicios sanitarios… La perspectiva de género no sólo tiene que ver con las diferencias biológicas asociadas al sexo, sino que también incorpora una visión social y cultural de los roles, de las diferentes relaciones de poder entre mujeres y hombres. En definitiva, nos va a permitir identificar desigualdades en salud asociadas al rol de género.
¿Hay, entonces, desigualdades en la salud de mujeres y hombres, más allá de los órganos sexuales y reproductivos?
Concepción: Por supuesto, sin duda. Los patrones de enfermar en las personas están muy asociados a las exposiciones a riesgos a lo largo de la vida. La exposición a esos riesgos es desigual entre mujeres y hombres en todo el mundo. Y desigual no sólo quiere decir que es diferente: somos diferentes, eso lo aceptamos; la desigualdad supone diferencias discriminatorias, injustas y evitables.
¿Qué ejemplos nos pueden mencionar de esas desigualdades?
Concepción: En salud laboral, por ejemplo, la exposición a contaminantes químicos afecta más a las mujeres que a los hombres. También hay diferencias en dependencias para las actividades de la vida diaria, en enfermedades e inmunidad, en enfermedades cardiovasculares...
Mercedes: Hay muchas. Antes, toda la investigación sobre los infartos se hacía con hombres y los resultados se aplicaban también a las mujeres. Pues bien, desde hace años es conocido que el patrón de enfermar en el infarto es diferente en mujeres y hombres: en mujeres, no responde al patrón tradicional de dolor agudo en el centro del corazón, con náuseas, vómitos y malestar. Además, se ha demostrado que las mujeres iban más tarde a los servicios de Urgencia, se tardaba más en hacerles un electrocardiograma, se les hacían menos cirugías intervencionistas que a los hombres… A las mujeres se les trataba de otra manera. Afortunadamente, todo esto se ha trabajado mucho y sí ha cambiado. Pero es un problema generalizado que la investigación médica se ha hecho fundamentalmente en hombres y los resultados se trasladan a las mujeres, a pesar de que no siempre es posible. Y esto ha ocurrido incluso en enfermedades que son mucho más frecuentes en las mujeres, como, por ejemplo, las de tiroides. También ocurre que, en atención primaria, algunos “programas de la mujer” sólo abordan citologías, embarazos y mamografías; como si a las mujeres no les afectase nada más. Es una especie de tradición que marca que lo importante en la mujer es la reproducción y que en todo lo demás es igual al hombre. Y no es así.
Si no aplicamos las perspectivas de género, además de no tener en cuenta las desigualdades, ¿podríamos estar diagnosticando tratamientos perjudiciales para las mujeres?
Concepción: Sí, son errores que se están cometiendo y esa es una de las claves que buscamos al diferenciar por sexo en los estudios y al incorporar otras variables que nos ayuden a entender qué pasa. ¿Por qué las mujeres tienen más ansiedad y depresión que los hombres? Muchas veces no podemos responder porque no se ha estudiado o porque lo hemos estudiado mal, porque no atendemos a la exposición a una sobrecarga de cuidados y de trabajos menos remunerados, entre otros factores.
Mercedes: Además, sabemos que en muchas ocasiones las mujeres responden diferente a los fármacos que los hombres.
¿En qué otras disciplinas de la ciencia médica no se atienden correctamente las desigualdades entre hombres y mujeres?
Mercedes: Nuestro trabajo trata precisamente de saber qué ocurre en los trabajos gestionados por el Instituto de Ciencias de la Salud de Aragón en la última década; en concreto, son 160 proyectos de entre 2002 y 2012.
Concepción: Es importante que son trabajos que han recibido fondos públicos nacionales y europeos a través de convocatorias competitivas. Hemos diferenciado si la investigación es básica, de laboratorio, que teníamos 53 proyectos; o aplicada, que teníamos 107. En general, la aplicación de la perspectiva de género a la investigación médica es prácticamente inexistente.
Mercedes: Para determinar qué proyectos de investigación tienen perspectiva de género, hemos elaborado un cuestionario, lo hemos validado y hemos establecido tres niveles: en el primero, los estudios diferencian por sexo; en el segundo, tienen sensibilidad de género, es decir, tienen la perspectiva de que no es lo mismo nacer hombre que mujer porque el desarrollo, la sociedad y las oportunidades son diferentes; en el tercer nivel, la investigación es feminista, intenta provocar o proponer un cambio. La conclusión es bastante desalentadora. En el primer nivel, con diferenciación por edad y sexo, había 11 proyectos de investigación básica y 64 de aplicada. En el segundo nivel, el de sensibilidad de género, había 1 proyecto de básica y 32 de aplicada. Y en el tercer nivel de perspectiva feminista, no había ningún proyecto de investigación básica y sólo 9 de aplicada.
¿Los investigadores que hacen los proyectos con más sensibilidad feminista o de género suelen ser mujeres?
Mercedes: No hay diferencias significativas entre que el investigador principal sea un hombre o una mujer.
Concepción: Las resistencias a aplicar la perspectiva de género en las investigaciones son muy frecuentes tanto en hombres como en mujeres; es lo mismo que ocurre con el lenguaje sexista.
¿Hay pocos investigadores concienciados, entonces?
Concepción: Esta perspectiva se tiene poco en cuenta, pero pensamos que hay muchos niveles de responsabilidad: el ámbito educativo, el académico, el de la investigación... Lo que proponemos es que las instituciones y los organismos que facilitan los fondos públicos tengan la conciencia de exigir que, al menos, haya una representación igualitaria de hombres y mujeres en los estudios o machos y hembras en los laboratorios. En nuestra investigación nos hemos preguntado si habíamos mejorado algo tras la Ley de Impacto de Género de 2003, la de Igualdad de 2007, las normativas europeas que han ido promoviendo perspectiva de género en muchos organismos... Hemos distinguido entre los proyectos previos a 2007 y los posteriores y pensamos que no hay avances. Estos cambios son muy lentos, requieren un proceso de reflexión profunda.
Mercedes: Pensamos que sí hay cierta inquietud, pero muchos investigadores, aunque tengan buena disposición, no terminan de entender lo que es conceptualmente la perspectiva de género. En muchas ocasiones, nos encontramos con que los artículos dicen que “hay diferencias por género” y, en realidad, no es “género”, sino “sexo”. El género no es masculino ni femenino, es una forma de interpretación de la realidad, basándose en variables sociales, laborales y otras. También hay veces que la gente piensa que diciendo que hay diferencias por sexo ya está aplicando perspectiva de género. Por eso, sí nos parece que hay gente que tiene ganas, pero falta formación.
¿Sería interesante dar más peso a este asunto en los planes de estudio de las Facultades de Medicina?
Concepción: Hace tiempo que hay asignaturas y programas de doctorado sobre género y salud; son asignaturas de libre elección u optativas, siempre con carácter voluntario y con pocos alumnos. Socialmente, hace falta un cambio cultural importante. Nadie, con 21 años, se va a sensibilizar por recibir una asignatura de que hay desigualdades y que las relaciones de poder son diferentes.