“Recibimos testimonios de musulmanes que sienten recelos e insultos de su alrededor”
SOS Racismo Aragón se define como una asociación no gubernamental independiente, democrática, pluriétnica, progresista y laica que lucha en defensa de los derechos humanos desde la acción antirracista. Su presidente es José Luis Aliaga (Pamplona, 1966). Como el resto de los miembros de la junta directiva, desempeña su labor de forma voluntaria.
A la espera de conocer los detalles de la memoria de 2016, ¿cuál es la impresión que tienen de cómo ha ido este último año?
Todavía no hemos hecho el balance, aunque sí puedo decir que hemos observado en los últimos años, desde el comienzo de la crisis, un ligero incremento en las denuncias por racismo, por xenofobia y por problemas muy variados que afectan a los inmigrantes y permiten intuir un racismo soterrado. En todo caso, siempre me gusta puntualizar que en SOS Racismo Aragón solo podemos hablar de los casos que atendemos en nuestra oficina; no elaboramos un registro oficial de todas las denuncias de racismo y xenofobia.
¿En qué consiste ese racismo soterrado del que habla?
Es un racismo social; no nos gusta el término de “racismo de baja intensidad” porque a veces es casi tan pernicioso como una agresión física o una manifestación explícita. El racismo soterrado lo padecen miles y miles de personas todos los días. Por ejemplo, esta misma semana hemos recibido un correo de un ciudadano aragonés, de nacionalidad española, que fue increpado en su centro de salud cuando iba acompañado por su pareja sin más motivo que el de presentar unos rasgos físicos no autóctonos: una señora le dijo que los inmigrantes acaparan los servicios sociales, que se llevan todas las prestaciones, que son atendidos preferentemente... bulos que han calado entre la población y que son el origen de un racismo social que está presente en la vida cotidiana y que es muy difícil de combatir. El racismo es un sentimiento tan arraigado que traspasa cualquier límite de la racionalidad.
Tenemos otro caso en Zaragoza de una mujer, también española, musulmana, que utiliza un pañuelo para cubrirse y que ha notado en los últimos tiempos que cuando se sube al autobús con un bolso relativamente grande, de repente, la persona que tiene al lado en el asiento se levanta y se va o que nunca se sienta nadie a su lado. Es un tipo de rechazo que se sufre en la vida cotidiana, que no sale en los medios de comunicación habitualmente porque son cuestiones que ocurren en un ámbito privado, que no están tipificadas como delito ni como falta… pero que hacen muy difícil la vida de las personas que no presentan rasgos físicos considerados como autóctonos.
¿Cree que los ataques relativamente frecuentes de terrorismo yihadista provocan un aumento del racismo?
Sí. Hay una relación que no podemos justificar estadísticamente; no hemos recibido ningún caso de alguien que nos haya dicho que le han pegado diciéndole que es yihadista. Pero sí recibimos testimonios de personas que tienen una vestimenta identificable como musulmana y que, de repente, sienten un vacío a su alrededor, recelos, insultos... El clima social que se está generando hace más difícil la vida de las personas que tienen un aspecto que muestra que provienen de países de religión musulmana. Todo esto, sin que la población autóctona mediatizada por los medios de comunicación más conservadores termine de entender que la catástrofe del terrorismo yihadista tiene su origen en buena parte en la intervención occidental en los países de Oriente Medio: no existía este tipo de terrorismo antes de las sucesivas invasiones de Irak, de Afganistán...
También se olvida muchas veces que quienes más sufren, y de manera más brutal, los atentados de terrorismo yihadista son los propios países musulmanes. Parece ser que los muertos de esos países cuentan menos, que hay muertos de primera y de segunda. No justifico absolutamente nada, por supuesto, pero sí digo que hay poca información que trate al colectivo musulmán sin caer en la islamofobia, en la identificación entre terrorismo e islamismo. Desde un punto de vista racional, vemos cómo más del 90 % de las personas de religión musulmana en absoluto tienen vínculos con el terrorismo.
Durante todo 2016 también hemos tenido presente también la crisis de refugiados, ¿cómo piensa que ha influido? ¿Ha despertado solidaridad o recelos?
Los refugiados o desplazados por causas bélicas están sufriendo un desastre humano de una magnitud sin precedentes a las puertas de occidente. En SOS Racismo estamos participando en diversas plataformas con las administraciones públicas y con otras organizaciones; obviamente estamos absolutamente volcados en el apoyo a estas personas. No obstante, nos sorprendió en cierta manera la ola de solidaridad desenfrenada que se desencadenó ante la situación de los refugiados. Solo poníamos una objeción, que no es pequeña: de repente, gente que no se había preocupado nunca por la inmigración volcó toda su solidaridad sincera en estos refugiados, sin darse cuenta de que esa misma situación la están viviendo muchísimos inmigrantes desde hace años en España.
Sin ir más lejos, había un contingente de refugiados sirios desde hacía dos años a los que nadie había prestado atención en la frontera de Ceuta. Por tanto, la crisis de los refugiados tuvo el efecto positivo de despertar una cierta conciencia solidaria en la sociedad ante el fenómeno de las personas que huyen de sus países. Sin embargo, pensamos que, a la vez, estamos corriendo el peligro de crear inmigrantes de primera y de segunda categoría porque a esos refugiados se les prometían unas atenciones que se niegan a la mayoría de los inmigrantes, y muchos de ellos también son solicitantes de refugio o de asilo.
¿Cuáles son las denuncias más frecuentes que reciben en su Oficina de Información?
La gente suele pensar que recibimos denuncias por agresiones o violencia explícita todos los días y no es así. Hay que tener en cuenta que una agresión física o verbal es solo la punta del iceberg de toda una pirámide social del racismo y la xenofobia. Lo más frecuente son los casos de racismo en el ámbito laboral, por denegación de acceso a locales públicos o a servicios como el alquiler de una vivienda y por tratamiento discriminatorio en las administraciones públicas. Esas actitudes discriminatorias de desprecio dificultan la vida cotidiana: no es un caso puntual de alguien al que le ocurre algo lamentable en un momento determinado y se podría sobrellevar más o menos; es soportar diariamente malas miradas, que la gente no te dirija la palabra...
Dentro de los casos de discriminación laboral, una plaga son los abusos en el ámbito del servicio doméstico. Es una lacra que parte de la legislación laboral, específica para el servicio doméstico; también influye que se desarrolla en un ámbito privado. El 92 % de las personas que desarrollan el trabajo en el servicio doméstico son mujeres inmigrantes o procedentes de otros países. Por eso, desde hace unos años, tenemos una parte de la Oficina dedicada específicamente a la atención a mujeres inmigrantes, subvencionada también por el Gobierno de Aragón. Entendimos que había que introducir la perspectiva de género en la atención jurídica porque las mujeres, como es bien sabido, sufren una doble o incluso una triple discriminación: por ser inmigrantes, por su comunidad de origen y por ser mujeres. Dependiendo de la cultura de origen, suelen ser personas que tienen más dificultades para moverse en el espacio público en los países occidentales. Hemos tenido una respuesta estupenda porque hemos conseguido crear un clima de confianza para que se acerquen a nuestra oficina a preguntar por todo tipo de cuestiones jurídicas.
¿Qué objetivos se marcan en SOS Racismo para 2017?
SOS Racismo Aragón tiene una estructura estable desde hace años, en buena parte compartida con otras entidades hermanas del resto del territorio español: la Oficina de Atención y Denuncias y el área de pedagogía y sensibilización. Nuestro reto para 2017 es que tenemos una implantación muy zaragozana y queremos ir ampliando nuestros horizontes para empezar a prestar servicios en las otras dos provincias aragonesas, como mínimo en las dos capitales. Como tenemos que ir paso a paso y nuestros medios son muy modestos, este año nos hemos propuesto ampliar nuestro campo de actuación a Huesca.
Una de vuestras últimas actuaciones públicas fue una concentración contra el sistema de acceso a la nacionalidad española por residencia. ¿Cómo debería ser?
El principal problema es que es muy caro: hay una parte del colectivo inmigrante en condiciones de presentarse a los exámenes que no puede costearse unas tasas que antes no existían. Es un sistema restrictivo. Una vez implantado, pedimos ciertas facilidades para las personas sin recursos económicos: por un lado, la exención de las tasas en los exámenes para las personas que demuestren incapacidad de pagarlas; y, por otro lado, implantación de clases de español gratuitas o con coste muy bajo por los mismos motivos.