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“Las técnicas de reproducción asistida siguen siendo un tabú”

Lorena Gonzalvo.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

Lorena Gonzalvo (Palencia, 1978) tiene muy claros los tres objetivos del documental sobre su tratamiento de fertilidad: fomentar que se hable con naturalidad de estos procesos, relativizarlos para sacar una sonrisa a quienes los están viviendo y visibilizar la diversidad familiar. Ella subraya que no todos los tratamientos de fertilidad son para un hombre y una mujer con problemas para concebir. Por eso, el documental también muestra la experiencia de una madre soltera y de una pareja de lesbianas.

El documental habla de que España está a la cabeza de Europa en tratamientos de fertilidad y, sin embargo, sigue siendo un tema tabú, ¿por qué cree que es un tabú?

Es una pregunta que odio porque mi primer resorte es responder con algo obvio que me niego a aceptar: que es un tabú porque socioculturalmente no estamos preparados y porque la educación que hemos recibido nos lleva a que la infertilidad todavía sea para nosotros un estigma. Supone aceptar que a las mujeres nos cuesta verbalizar la infertilidad porque pensamos que no somos lo suficientemente “mujeres” por no ser capaces de concebir y a los hombres, por pensar que no son lo suficientemente “hombres” por no ser capaces de fecundar. No tengo muy claro si es exactamente así o no y me duele contestar de esta manera, pero lo cierto es que no encuentro otra explicación. Creo que seguimos siendo más parecidos de lo que pensamos a nuestros abuelos.

¿Cree que ese secretismo, esa ocultación de que es necesaria una técnica de reproducción asistida, afecta por igual a hombres que a mujeres?

Aunque pienso que afecta a todos por igual, durante el proceso la responsabilidad recae realmente en la mujer porque es ella quien se tiene que someter a los tratamientos en la mayoría de los casos. Entonces, la mujer suele llevarlo peor, le cuesta más verbalizarlo porque el problema acaba recayendo en ella.

Como ocurre con otros tabúes, ¿éste también provoca desinformación?

Se dan a la vez los dos extremos. Por un lado, como a la gente le cuesta hablar sobre la infertilidad, hay mucha desinformación sobre los aspectos más emocionales: cómo te sientes, cómo superarlo, cómo sentirte acompañada, cómo reforzarte... Por el contrario, hay exceso de información técnica: acudes a Internet y hay millones de páginas web que hablan de infertilidad. El problema es que son muy técnicas, incluso difíciles de entender, y también que aparecen posturas muy extremas, con lo que cuesta mucho filtrar correctamente toda esa información.

¿Qué cosas ha descubierto o se ha dado cuenta de que no suele saber la gente que nunca se ha sometido a un proceso de reproducción asistida?

Que es muy, muy difícil ponerte en el lugar de otra persona que esté sometiéndose a estos tratamientos. Incluso a mí, que lo he hecho, me cuesta mucho porque influyen millones de factores: por ejemplo, de si te han diagnosticado una patología, otra o ni siquiera se conoce la causa, como es mi caso. También depende del apoyo de la pareja, de la familia, de tu forma de ser... Yo, que soy una persona bastante positiva, viví el proceso con bastante naturalidad y, aun así, estaba expuesta a una montaña rusa emocional. Para mí, el tratamiento de fertilidad es comparable a la película Los juegos del hambre, con sus doce participantes que se tienen que ir matando unos a otros hasta que solo quede un ganador. En un tratamiento de fertilidad comienzas con un porcentaje posibilidades de éxito, pero conforme vas superando las fases, van quedando menos oportunidades: la estimulación ovárica tiene que ser correcta, los óvulos se tienen que fecundar, la transferencia de los embriones, la implantación… Resulta muy complicado mantenerse fuerte durante todo el proceso, que, además, puede durar un año y medio o dos. Continuamente, vives una decepción y un rearme, otra decepción y otro rearme... es un estrés emocional que hace complicado mantenerse serena. Y, mientras vives todo esto, todo el mundo te intenta dar ánimos y decirte frases como “no te estreses”, “no te obsesiones”, “no te preocupes”... Te sientes muy sola y muy incomprendida, nadie puede ponerse en tu lugar, ocurren muchas cosas que no dependen de ti. Yo leía artículos por ahí y había momentos en los que llegaba a pensar que comiendo arenques -que tienen mucho omega 3-, a las 12 de la noche, con las piernas en alto y la luna en cuarto menguante... Necesitaba hablar con alguien. Por eso, uno de los objetivos de mi blog es precisamente compartir mis locuras para que la gente se sienta acompañada. Llega un punto en el que intentas agarrarte a un clavo ardiendo y en el que necesitas estar segura de que has hecho todo lo que has podido, que por ti no ha sido.

¿Su experiencia con estas técnicas ha sido satisfactoria? ¿Las recomendarías?

Sí, mi experiencia ha sido satisfactoria en todos los aspectos. El equipo técnico de la sanidad pública que me atendió era maravilloso, en el Hospital Miguel Servet. Además, he aprendido mucho de mí misma, mi pareja salió más reforzada... el papel del hombre es el eterno olvidado: mientras nosotras estamos preocupadas por que el resultado sea exitoso, ellos se preocupan por nosotras, así que también sufren. En cualquier caso, creo que, para atravesar este tipo de procesos, es importante tener un proyecto paralelo, que ser madre no sea lo único a lo que aspires en la vida, no centrarse solo en esto, porque puede resultar muy frustrante.

El retraso en la edad de concepción del primer hijo está detrás de que algunas parejas tengan que recurrir a estas técnicas. ¿Cree que deberían fomentarse más políticas de impulso a la natalidad, para que esa edad no se retrasase tanto como ocurre ahora?

Sí, hay aspectos fundamentales en los que creo que falta muchísima educación. De la misma forma que nos hacemos una citología periódicamente, habría que tomar medidas. Por ejemplo, ofrecer más información sobre la preservación ovárica. O estudios genéticos a una edad en la que se puedan tomar decisiones. La jerarquía médica debería ponerse manos a la obra. Además, desde un punto de vista económico, resulta mucho más barato adelantar la maternidad que recurrir a unas técnicas reproductivas que son carísimas. Y nos ahorraríamos también muchos quebraderos de cabeza.

¿La edad de plantearse la maternidad se adelantaría si también hubiese más apoyos a las familias una vez que han nacido los bebés?

Sí, también sería fundamental. Influye la inserción de la mujer en el mercado laboral, conseguir un puesto en el que nos sintamos satisfechas, seguras y confiadas... Tenemos tantos objetivos que cumplir antes de plantearnos la maternidad que cuando llegamos a hacerlo puede ser demasiado tarde. Y la conciliación también sería fundamental; a mí me ocurre que, a veces, me proponen una reunión a las 7 de la tarde y me miran mal si respondo que a esa hora tengo que bañar a mis hijas. En otros países, ni se plantean que eso sea un problema, no pasa nada por adelantar esa reunión a las 5. Tenemos muchas batallas que librar todavía. También influye el factor económico: un hijo supone mucho gasto, aunque es cierto que a veces estamos habituados a un estilo de vida al que nos cuesta renunciar.

A la vez, muchas mujeres se quejan de que la sociedad les presiona para tener hijos… 

Por supuesto, está muy mal visto que haya parejas que, simplemente, no quieren tenerlos. Estamos en el siglo XXI y deberíamos defender la diversidad familiar en todos los aspectos. Con todo, pienso que esa presión social viene sobre todo de las generaciones de más edad. A mi alrededor, sinceramente, no es algo que haya sentido entre gente de mi edad. Y en mi caso, nunca he disfrazado la verdad, siempre he respondido que me estaba costando conseguir quedarme embarazada y no me he sentido juzgada. Las presiones existen, sí, pero creo que cada vez menos.

En el documental has hablado también con la autora No tires la toalla, hazte un bonito turbante, donde cuenta su renuncia a la maternidad no por una voluntad inicial propia, sino tras varios intentos fallidos de reproducción asistida. ¿Qué has descubierto de esa experiencia?No tires la toalla, hazte un bonito turbante

El documental me ha ayudado a acercarme a otras realidades, con sentimientos tan a flor de piel y vivencias tan extremas... En el caso de Marian Cisterna, le ayudó muchísimo tener otros proyectos, como comentaba antes: escribir un libro, un grupo de apoyo... otros pequeños “hijos” con los que suplir esa carencia. Aun así, se pasa muy mal, claro. Sobre todo, porque los tratamientos de fertilidad, a veces, pueden acabar convirtiéndose en una droga cuando rozas el éxito. Por ejemplo, te quedas embarazada y lo pierdes. O dos embriones han fecundado y después dividen mal. Y lo vuelves a intentar una y otra vez. Es importante tener un proyecto paralelo para saber cuándo parar. Darse cuenta de que no está siendo sano para ti, ni mental ni físicamente, que no es sano para tu pareja y que, además de ser madre, soy muchas otras cosas. Marian lo supo hacer muy bien y aprendió a volcar todo ese amor que quería destinar a sus hijos en otros proyectos. Sus grupos de apoyo atienden ahora a casi 4.000 personas en toda España.

¿Qué opinas sobre poner límites a las técnicas de reproducción asistida, como por ejemplo la edad?

Es un tema delicado. En todo este tiempo he aprendido a no juzgar absolutamente a nadie. Considero que cada uno con su tiempo, su dinero y su cuerpo puede hacer lo que quiera. Sí que es verdad que podríamos debatir sobre si todos los casos deberían estar cubiertos por la sanidad pública. De todas formas, es un tema en el que necesitaría más información para opinar, depende de la realidad de cada uno y tampoco sé qué podría suponer psicológicamente para el bebé.

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