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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

¿Por qué quieren llevarnos al pasado?

Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso, en el Congreso del PP en julio.
6 de octubre de 2025 22:05 h

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Cuesta mucho entender por qué millones y millones de personas en todo el mundo andan empeñadas en devolver a tiempos oscuros, de dolor y tristeza terribles al resto de la humanidad. Asombra, igualmente, la desmemoria de esos mismos ciudadanos que saben sin género de ninguna duda, porque hay millones de libros y testimonios de supervivientes para atestiguarlo, sus padres o sus abuelos, por ejemplo, cómo sufrió la humanidad ante la embestida de aquellos bárbaros. Hay quienes pretenden revivir los años treinta del siglo pasado en la república de Weimar. Otros, un protectorado occidental sobre Israel -puro colonialismo- pero ahora peor que la Nakba de 1948, sin mandato de la ONU y en manos del sátrapa estadounidense. En Italia han olvidado el fascismo, en Alemania el nazismo y en España, ay, el franquismo. Los nuevos camisas pardas, negras o azules quieren enseñorearse del panorama político de sus países, cárcel, torturas, fusilamientos, campos de concentración en su haber y en nuestra memoria. Ya pueden disfrazarse de lo que gusten, pero nunca, jamás, olvidaremos sus sangrientas y salvajes fechorías. 

El mundo está loco. Trump quiere el Nobel de la Paz. Dice que ha frenado a Netanyahu y logrado la paz en Palestina. Y entonces, si tenía ese poder omnímodo, ¿por qué ha dejado ese canalla que el despiadado Netanyahu haya asesinado vilmente, con bombas, balas o matándolos tras sufrir un hambre atroz, a 70.000 palestinos, diez o veinte mil de ellos niños de corta edad? Y ahora, un plan de paz deleznable, pero “un chantaje que hay que aceptar” como explicaba el domingo con seso y autoridad José Enrique de Ayala en este diario. Locos, están locos. El cetro mundial lo enarbola un tipo que ha llenado de oro el Despacho Oval, hay un video por ahí en Youtube que muestra la aberración, que tiene a un encargado de la sanidad que es un loco conspiranoico -vean su campaña contra el paracetamol- o a un secretario de la Guerra, así se llama ahora el Departamento de Defensa, Pete Hegseth, que confesó en público, cuando presentaba noticias en la Fox, que no se había lavado las manos en diez años, para hacerse inmune a los gérmenes. Claro que en Argentina ganó un payaso con una motosierra, La matanza de Texas, copiada aquí por Vox para acabar con RTVE, y en Japón se encarama, este mismo fin de semana, a la más que posible jefatura del Gobierno una mujer que presume de antifeminista. Un sindiós. En Hungría hay lo que hay, en Chequia gana las elecciones legislativas el magnate populista Andrej Babis, seguidor de Trump. Hay que ver qué reaccionarios son los multimillonarios, ¿por qué será? Y sí, la ultraderecha sube y sube en todos -o casi todos, no exageremos- los países que considerábamos civilizados.

¿Y qué pasa aquí, Pirineos abajo?, me achuchan ustedes, que los veo muy impacientes. Vuelta, también, al pasado más oneroso, las huestes del inane Feijóo ahogadas en la estela del ínclito Abascal, fiel prototipo de tipo ignorante a la vez que osado y fachoso. Dice el barbado figurón 'moros fuera', pues 'moros fuera' grita a continuación el inquilino de Génova, esa sede pagada con dinero sucio. Es ridículo, sí, pero muy peligroso. Abascal, todos lo sabemos, es un nostálgico del franquismo más primitivo, el de los años cuarenta, antes de que los yanquis pasaran un cepillo por la espina dorsal de ese diplodocus sanguinario llamado Francisco Franco, la espada más limpia de Occidente, le llamaban sus bufones. 

Un discurso de Feijóo y una acción de su partido nos muestran a las claras, agua pura y cristalina, con quién nos jugamos los cuartos. Frase del presidente del PP, atentos que la cosa tiene bemoles: “Europa ha despertado. Ha salido de la cárcel ideológica de una izquierda que le vendía que era bueno empobrecerse, que era bueno estancarse y que era buena la democracia más que la prosperidad”. ¿Contrapone este personajillo democracia y prosperidad? ¿Qué pretende este ignorante? No sé si nos habla de Singapur, un suponer, o quizá, fíjense ustedes, de aquel franquismo que intentó -conato fracasado por la lucha del pueblo- proseguir tras la muerte del dictador con un régimen autoritario y sin libertades, pero quizá con Seat 600 para todos. Si Feijóo no es consciente de lo que ha dicho es que es un frívolo cantamañanas, y si lo dijo para que Abascal, la ultraderecha en general y los franquistas añorantes le siguieran el hilo, es que estamos ante un peligro público, capaz de cercenar cualquier libertad que se le ponga por delante, si se consigue la prosperidad. ¡Qué aberración, qué canto al autoritarismo, qué desvergüenza democrática!

Pero esa vuelta retrógrada y reaccionaria a tiempos mejores -para ellos, para los ricos, para los curas- la hemos visto en ese sainete que se ha vivido en Madrid con el aborto. Ya están ustedes al cabo de la calle de lo sucedido, pero conviene que no pierdan de vista que, si el PP rectificó de aquella manera, Almeida tuvo que desdecirse de manera harto grosera, el guante ya lo han recogido sus muletas en la Iglesia, oigan lo que ha dicho la Conferencia Episcopal, así como sus bastiones ideológicos en la prensa y la radio, desde el ABC -Salvador Sostres criticando duramente la rectificación- hasta los ultracatólicos de El Debate o, naturalmente, de la COPE. Se les sueltan las mandíbulas y se les escapa el pelo de la dehesa. ¿Blindar el aborto en la Constitución, como ya hizo Francia, con el acuerdo de todas las fuerzas, incluida la extrema derecha? Quiá, que ya veremos qué podemos hacer para desnaturalizarlo o dificultarlo hasta la desesperación cuando gobernemos. Si es que tal suceso, virgencita, virgencita, que me quede como estoy, llegara a ocurrir.

¿Puede pararse este tsunami sideral que al final se traduce, a la pata la llana, en que Abascal puede ser vicepresidente o incluso presidente, dicen los más agoreros, de un futuro gobierno español, Orwell era todo un optimista? Pues sí, claro. De entrada, los demócratas del mundo, no hablo de los políticos, sino de los ciudadanos de a pie, están oponiendo en muchos sitios, en muchos países, una resistencia encomiable para no perder los derechos y las libertades que tanto nos ha costado conseguir. De nuevo el ejemplo de Gaza. A la guerra ideológica hay que hacerle frente, hay que salir a la calle o trabajar en labores de defensa de la democracia allá donde nos encontremos. El que pueda hacer, que haga, que dijo el hombre miserable. Pero al revés. Estamos obligados a ello. Estos son nuestros dientes, vean, vean qué colmillos.

Tampoco aquí, en esta piel de toro, está todo el pescado vendido y es falso que los 38 millones de españoles con derecho a voto ya han decidido que van a despreciar la papeleta del PSOE, de Sumar, de Podemos, si es que así sea finalmente, de ERC, de Bildu o de otras fuerzas más o menos de izquierdas. Quien eso crea es que es un iluso o tiene la mente achicharrada por las redes sociales, los periodistas de cámara de la derecha o los encuestadores comprados. Por supuesto que Gaza no gana elecciones, pero sí ha sido una demostración viva y palpable de que la propaganda de la derecha no puede contra el sentimiento humano de la justicia y la dignidad. Millares y millares de jóvenes han salido a la calle para demostrar que sí, será cierto que hay una juventud que votará Vox, pero que hay otra, numerosa, fuerte, decidida, que no quiere a la ultraderecha ni en pintura y que apuesta por los valores tradicionales que han hecho avanzar a la humanidad. Nunca olvidemos que España, así se ha dicho siempre entre los estudiosos de la opinión pública decentes, es preferentemente de centro-izquierda. 

¿Me dicen Cerdán, Ábalos o Koldo? Pues sí, claro, un desastre. Pero ya me dirán la desvergüenza que hay que tener -Feijóo, Tellado, Gamarra- para hablar desde el PP de sobres con dinero negro. Ojalá esa desgracia no hubiera ocurrido nunca, pero esperemos que la cosa -sucia, pringosa- no escale a peldaños superiores. Lo de Begoña Gómez o el fiscal general es otra historia. Miserable y de regresión, que estamos como en aquellos años de hierro del final del franquismo cuando a los demócratas se les abrían las carnes con los jueces del TOP, señores de horca y caudillo que hacían en sus salas lo que les venía en gana. Siempre, por supuesto, que fuera para defender al Caudillo. Faltaría más. Ya se ha hablado en este medio de esos sumarios por activa y por pasiva. ¿Bastará con decir que son una vergüenza y una aberración jurídica?

Decíamos de enseñar los colmillos, pero también admitamos lo evidente. En España se gobierna de aquella manera. ¿El Gobierno central? Bueno, sí. La vivienda, los retrasos ferroviarios, la dependencia que no llega a sus destinatarios, las pulseras antimaltrato, etc, etc. Pero ya me dirán cómo ha gobernado el PP en Valencia -Mazón, dimisión- o cómo han actuado en Castilla y León o Galicia frente a los incendios. Y 2.000 pacientes de cáncer de mama ya pueden hablar largo y tendido sobre la sanidad andaluza, Moreno Bonilla mediante, que aquí no dimite nadie ni nadie cesa a ningún responsable. O la Cataluña de Rodalies. Añadamos el despropósito de Madrid, ese reino del caos de la grosera Isabel Díaz Ayuso, donde se pagan 500.000 euros a Gloria Stefan -¡y además alaba a los inmigrantes, vengan de donde vengan, bofetada para la reina del vermú!- o se tiran millones en un absurdo circuito de Fórmula 1. ¿Hablamos, además, de los contratos troceados y opacos para los hospitales, de novios defraudadores o de jefes de gabinetes matones? Y todas, todas esas comunidades regidas por el PP. ¡Qué eficaces! Ya lo dijo el ínclito Cristóbal Montoro, el hombre de los amiguitos del alma: nosotros lo arreglaremos. ¡Ja! Ténganlo en cuenta cuando voten.

Ahí, mejorando la gobernanza, atendiendo a los ciudadanos, solucionando sus problemas, más oídos y más eficiencia, también se frena, y de qué manera, a los votantes desencantados. 

Uno: resistencia ideológica. Dos: a las cosas, a las cosas. 

Adenda. Por fin volvieron a Madrid los pasajeros de la flotilla que quería llegar a Gaza, asaltada en aguas internacionales por los piratas de Netanyahu, que ya se sabe que actúan donde se les antoja, que su brutalidad y desprecio por las reglas de la decencia no conoce límites ni nadie se los impone. La ley del más bruto, del más salvaje, del más asesino. Los asaltados han hablado del trato, ustedes ya lo han leído. Por ejemplo, Carlos de Barrón, periodista de El País: “No hay médicos para animales como vosotros’, nos dijeron los guardias israelíes”.

Se lo merecían. Son gente despreciable, digamos Ada Colau. Lean a Eduardo Inda, OKdiario: “Que a estos piojosos les importan un pito los gazatíes lo certifica el incontrovertible hecho de que el trayecto Barcelona-Israel en barco dura siete días cuando ellos han invertido 32 porque estaban todo el día de marchuqui. Imagino que los perros antidroga del Ejército israelí no encontraron precisamente onzas de chocolate a bordo”. Es más. Este mismo domingo, el ministro ultraderechista de Seguridad Nacional israelí, Itamar Ben-Gvir, también habló de ellos: “Cualquiera que apoye el terrorismo es un terrorista y merece condiciones terroristas”. 

En resumen: poco les dieron. 

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