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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Palomas urbanas: los animales “sin papeles” de nuestras ciudades

Convivimos en el espacio urbano con las palomas, que merecen nuestro respeto y protección

Macarena Montes Franceschini / Silvina Pezzetta

Las palomas urbanas están presentes en casi todas las ciudades del mundo, son altamente exitosas como especie y desafían las concepciones que tenemos de las ciudades en tanto espacios exclusivos para humanos. Su asentamiento en plazas, edificios y monumentos genera rechazo y son pocas las personas que se preocupan por ellas. Se trata de miles de animales que sobreviven en condiciones muy duras en las calles, que pasan hambre y sed, que sufren enfermedades y accidentes que les provocan agonías dolorosas sin que nadie siquiera las vea.

Arrinconadas en la entrada de un edificio, las palomas enfermas, accidentadas o simplemente deshidratadas y desnutridas, los pichones que practicaban vuelo y cayeron, pueden pasar varios días agonizando para finalmente morir. Cualquiera que viera un perro o gato en esa situación sentiría, como mínimo, pena y, en el mejor de los casos, intentaría ayudarlo. De hecho, en muchas ciudades, protectoras y ciudadanes se ocupan de que perros y gatos tengan atención veterinaria, comida y refugio. Aunque, obviamente, la situación sigue siendo grave para ellos, en comparación con la que viven las palomas urbanas es casi el paraíso. ¿Por qué las palomas no generan la misma compasión? ¿Cómo pasaron de ser animales amados a ser considerados “ratas con alas” (este término lo usamos sin intención de discriminar a las ratas, que también son seres sintientes. Las ratas y ratones son considerados dañinos como las palomas y pueden ser exterminados de las maneras más crueles imaginables. El sobrenombre demuestra que las dos especies que viven entre nosotros y son más despreciadas por la sociedad son efectivamente las ratas y las palomas). ¿Qué lugar sería legítimo para ellas? Las palomas urbanas son hoy como los humanos “sin papeles”, sobrevivientes de una organización injusta que se niega a tomar en cuenta las necesidades y el dolor cuando la víctima no cumple determinados requisitos.

Exploraremos en este artículo la situación de la paloma urbana y su status porque no es realmente ni un animal domesticado ni uno silvestre -estrictamente hablando-, revisaremos su historia brevemente, las difíciles condiciones de vida que afronta en las ciudades y los argumentos que se esgrimen usualmente para exterminarlas o para rechazar su presencia y negarles ayuda. Veremos también qué razones hay para incorporarlas a nuestro círculo de consideración moral. Afortunadamente, ya existen organizaciones que se ocupan de ellas y mucha gente se conmueve cuando las ve sufrir; por ello, también contaremos qué hacen esos grupos. Afortunadamente, como ocurre desde hace miles de años, las palomas siempre encuentran humanos que gustan de ellas y las alimentan. Además, para muchos es casi el único animal con el que pueden interactuar en las ciudades y, como sabemos, el contacto con animales causa placer y bienestar. Finalmente, expondremos la situación legal de las palomas urbanas en distintas ciudades del mundo y criticaremos estas leyes tanto por su injusticia como por la inconsistencia al establecer diferencias de trato entre animales no humanos sin que la justificación alegada sea correcta. A esta situación legal opondremos diversas alternativas para ayudar a estos animales a vivir dignamente entre nosotros en las ciudades.

La situación de las palomas urbanas: ni domesticadas ni salvajes

En las grandes ciudades, la presencia de animales no humanos está muy regulada. Si se trata de una ciudad de un país del norte global, los animales que pueden compartir el espacio público se limita a perros, gatos y a los caballos que se explotan como atracción turística. En ciudades de países no desarrollados, en cambio, es habitual encontrar además perros y gatos sin hogar y tracción a sangre animal en condiciones aberrantes para los animales (humanos y no humanos) y, dependiendo de la región, quizás alguna otra especie. Los animales denominados de granja, que son también domesticados como los perros, gatos y caballos, no pueden compartir ni los hogares ni el espacio público como norma general. Y de los animales silvestres se espera que vivan en sus territorios.

Sin embargo, esta regulación legal y el paisaje en el que reposa, que presenta una separación tajante entre animales silvestres y domesticados en que cada uno tiene “su lugar”, no se adecúa a las situaciones de la vida urbana. Esta descripción no da cuenta de la enorme cantidad de animales que viven entre nosotros, sin depender específicamente de ningún humano, pero que sí dependen para subsistir de los entornos que creamos. Estos animales, que Sue Donaldson y Will Kymlicka denominan “liminales”, están en esa zona intermedia entre los animales domesticados, cuya dependencia de nosotros es muy alta, y los silvestres o salvajes, que pueden desarrollar sus vidas sin nuestra participación permanente.

El carácter de liminal de un animal determinado, según la definición de Kymlicka y Donaldson, no depende de aspectos biológicos sino que está relacionado con dónde y cómo vive ese animal. Así, tanto animales silvestres como domesticados pueden adquirir ese carácter. Por ejemplo, un animal como el conejo puede ser tanto domesticado como silvestre o liminal, según dónde y cómo viva. Un animal liminal es, por tanto, un animal que vive en ciudades o zonas urbanas, que se ha adaptado a ese entorno o que incluso florece en éste en tanto especie,. Las ciudades le proporcionan oportunidades que quizás ya no tengan en sus hábitats, o directamente puede que ya no tengan hábitat alguno al que volver. También es posible que animales domesticados se conviertan en liminales. Precisamente ese es el caso de la Columba livia, a veces llamada paloma de la roca, bravía o urbana. Como todos los animales liminales, representan un desafío a esa división irreal entre ciudades para humanos y naturaleza para los animales.

Las palomas urbanas son el producto de la domesticación que data de al menos 5000 años y, por lo tanto, se trata de una especie que logró adaptarse a una vida sin asistencia directa de los humanos. La Columba livia, pariente de las palomas mensajeras que se utilizaron hasta la Segunda Guerra Mundial, es un animal inteligente, sociable y curioso. Charles Darwin tenía palomas y su contacto con ellas le ayudó a desarrollar aspectos de su teoría. Hasta no hace mucho tiempo tener palomares en las casas era símbolo de estatus social y los palomares en las plazas y parques eran considerados una atracción para llevar a los niños y niñas. También han adquirido connotación positiva en su uso como símbolo del espíritu santo o de la paz. A pesar de que estamos en una época en que las palomas son en general odiadas o invisibles, es importante destacar que pasan el famoso test de Gallup de autoreconocimiento -con el entrenamiento adecuado-, que distinguen entre los humanos amigables y los que no lo son, y que si viven con ellos desarrollan hábitos y comportamientos muy similares a los de un perro. El hecho de no ser mamíferos y que, por ello, interpretar su comportamiento nos resulte poco intuitivo es, sin duda, un obstáculo para empatizar rápidamente con ellas. Pero las historias de rescates de palomas urbanas siempre terminan con personas admiradas de las características de estos fascinantes animales.

De todos los animales liminales, además, la paloma es el animal que encontraremos en prácticamente todas las ciudades del mundo y ciertamente, el más visible de todos. En tanto especie, la Columbia livia es muy exitosa, logrando un nivel de adaptación al medio urbano difícil de igualar si se la compara con otros animales. Y, a diferencia de otras especies liminales, las palomas son animales confiados que no huyen de los humanos. Esto se debe al carácter originario de animal domesticado que en realidad ostentan. Pero ese nivel de éxito en tanto especie no significa que sus vidas sean buenas a nivel individual. De hecho, las palomas pueden vivir hasta 15 años, pero en la calle solo llegan hasta los 4 años por las duras condiciones que enfrentan: hambre, agua contaminada, accidentes de tráfico, patas mutiladas y necrosis producto del enganche con hilos y pelos humanos, así como enfermedades producto de las malas condiciones de vida.

Es importante, debido a que mencionamos las enfermedades, referirnos a los temores y lugares comunes en relación con el riesgo para la salud pública que suponen las palomas. Junto con las ratas, no hay animal más temido como portador de enfermedades transmisibles a los humanos. No obstante, las palomas no representan mayores riesgos para los humanos que un perro o un gato. De hecho, el Center for Disease Control explica que no son un peligro para la salud humana de especial relevancia, lo mismo que el Departamento de Salud Pública de la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. En comparación, es más peligroso el contacto que tienen trabajadores de granjas avícolas con las aves que se matan para ser consumidas que el que podemos tener en las ciudades con las palomas. El temor al contagio y la expresión “ratas con alas” son el producto de la transformación de la percepción social sobre las palomas que se dio de manera paulatina cuando dejaron de resultarnos útiles. Colin Jerolmack estudia esta transformación y explica cómo el temor y rechazo a las palomas se basa en los mismos argumentos y prejuicios sustentados respecto de humanos considerados indeseables y sin derecho a compartir las ciudades con otros que sí lo tendrían, como los nacionales. De hecho, es interesante remarcar también el carácter no autóctono de las Columba livia. Se trata de un animal cosmopolita, si se permite el término, y no es raro encontrar expresiones de xenofobia contra ellas porque no son fauna local, aun cuando convivan con ella sin que compitan por el alimento o el espacio y, en muchos casos, sin siquiera convivir con ella. Ahora bien, la enorme cantidad de palomas y las formas en que viven y mueren nos lleva a pensar en las obligaciones y derechos que tenemos para con ellas y, por supuesto, en sus propios derechos.

Regulación legal sobre palomas urbanas. Leyes discriminatorias y políticas públicas injustas

En este apartado analizaremos la regulación legal de las palomas. Para ello, hemos escogido las normativas chilena y catalana, puesto que son claros ejemplos de la situación jurídica de estos animales.

Las palomas son comunmente calificadas por el Derecho como animales dañinos, perjudiciales o nocivos. En efecto, el artículo 2 de la Ley Nº 19.473, conocida como Ley de Caza chilena, dispone que especie o animal dañino es “el que por sus características o hábitos, naturales o adquiridos, está ocasionando perjuicios graves a alguna actividad humana realizada en conformidad a la ley, o está causando desequilibrios de consideración en los ecosistemas en que desarrolla su existencia y, debido a esto, es calificado de tal por la autoridad competente, con referencia a marcos espaciales y temporales determinados. Ningún animal comprendido en los listados de especies declaradas en peligro de extinción, vulnerables, raras o escasamente conocidas podrá ser calificado de dañino”. 

Según esta definición, un animal puede ser calificado como dañino por el solo hecho de causar perjuicios graves a una actividad humana. Por lo tanto, también en esta materia los intereses humanos están por sobre cualquier otro interés. Ahora bien, es legítimo preguntarse, ¿qué perjuicio grave ocasionan las palomas?, ¿ensucian nuestros edificios y ciudades? Lo cierto es que no parece verosímil achacar a las palomas la suciedad existente en nuestras ciudades. Ni la contaminación del aire ni del agua ni tampoco las toneladas de basura que producimos a diario y que ensucian nuestras ciudades son responsabilidad de las palomas, ni tampoco de cualquier otro animal no humano.

Por su parte, el artículo 6 del Reglamento de la Ley de Caza chilena dispone que la paloma asilvestrada (Columbia livia) es un animal dañino. Otros animales considerados dañinos por esta normativa son los gorriones (Passer domesticus), cotorras argentinas (Myiopsitta monachus), conejos (Oryctolagus cuniculus), liebres (Lepus capensis), lauchas (Mus musculus), ratas negras (Rattus rattus), castores (Castor canadensis) y jabalíes (Sus scrofa). De acuerdo con esta norma, los animales dañinos pueden ser cazados o capturados en cualquier época del año, en todo el territorio chileno y sin limitación de número de ejemplares. Siguiendo esta línea, el artículo 25 enumera ciertas conductas que están prohibidas cuando se caza o captura a aquellos animales que no son considerados dañinos. Entre ellas, menciona el uso de trampas, la caza y captura de animales en sus dormideros, nidos o sitios de reproducción y crianza, la caza nocturna, la persecución de los animales con vehículos, el uso de focos para deslumbrarlos, el empleo de fuego para ahuyentarlos o extraerlos de sus guaridas, entre otros. Los animales dañinos están excluidos de todas estas prohibiciones. En otras palabras, las palomas se pueden matar prácticamente de cualquier modo. En cambio, los animales considerados como no dañinos no pueden ser cazados o capturados de esas maneras.

En este sentido, el Derecho legitima la existencia de animales de“inferior categoría” que no merecen protección alguna, no siendo exagerado afirmar que para el Derecho estos animales son no-animales. Por ello, es necesario aclarar que las palomas son seres sintientes, al igual que nuestros queridos animales de familia, los perros y gatos. El derecho parece olvidar que las palomas son tan sintientes como cualquier otro animal. Por eso, es necesario aclarar que al menos en el caso chileno, el artículo 2 de la Ley Nº 20.380 de 2009, sobre protección de animales, no establece distinción alguna al disponer que los animales son seres vivientes y sensibles.

Chile no es el único Estado con regulaciones de este tipo. De acuerdo con el artículo 3 letra h) del Decreto Legislativo 2/2008, de 15 de abril, por el que se aprueba el Texto refundido de la Ley de Protección de los Animales de Cataluña, las palomas son consideradas como un animal salvaje urbano. A continuación, el artículo 9.1, que regula el control de poblaciones de ciertos animales establece: “Se pueden efectuar controles específicos de poblaciones de animales considerados perjudiciales o nocivos, siempre que no se trate de ejemplares de especies protegidas”. Por su parte, el artículo 16.1 dispone que corresponde a los Ayuntamientos “recoger y controlar a los animales abandonados, perdidos o asilvestrados, y controlar a los animales salvajes urbanos”.

En virtud de lo expuesto, las palomas forman parte de las especies no protegidas que la Administración intenta controlar porque las considera perjudiciales o nocivas. Sin embargo, esto no significa que estén eximidas de la protección que la Ley de Protección de los Animales asegura a todos los animales. A modo de ejemplo, el artículo 2.2 establece que: “Los animales son seres vivos dotados de sensibilidad física y psíquica, así como de movimiento voluntario, y deben recibir el trato que, atendiendo básicamente a sus necesidades etológicas, procure su bienestar”. Por su parte, el artículo 2.3 establece: “Nadie debe provocar sufrimientos o maltratos a los animales o causarles estados de ansiedad o miedo”. Estas normas son plenamente aplicables a las palomas, como animales que son.

En razón de lo expuesto, no es raro encontrar políticas públicas de exterminio masivo de palomas. Esto parece no llamar la misma atención que un exterminio masivo de perros o gatos callejeros, pues nos hemos convencido de que las palomas son no-animales. Afortunadamente, en algunas ciudades se ha comenzado a implementar otros tipos de políticas que respetan la sintiencia de estas aves. Estas políticas se han comenzado a implementar porque el exterminio masivo de palomas no ha logrado controlar la población y es costoso.

Un ejemplo de esto es la ciudad de Barcelona. En noviembre del año 2016, el Ayuntamiento de Barcelona comunicó que comenzaría a dar anticonceptivos a las palomas para controlar la población. El Ayuntamiento comenzó a habilitar dispensadores de pienso esterilizador en el año 2017. Lamentablemente, la matanza masiva de palomas ha continuado. En efecto, se exterminaron miles de palomas para algo tan trivial como la instalación de un mercado navideño en Plaza Cataluña.

Por lo tanto, cuando un interés humano -por más frívolo que sea- se enfrenta a los intereses de seres sintientes, predominará el interés humano. En el caso mencionado, es lamentable que justamente se eligiera instalar un mercado en uno de los lugares con más concentración de palomas en Barcelona, sabiendo que esto iba a traer como consecuencia su exterminio. ¿Acaso no era más ético y coherente con el programa de esterilización instalar el mercado navideño en otro lugar de Barcelona? Sin lugar a dudas, pero como las palomas son considerados animales nocivos a pocos importa su bienestar y protección.

Cambio de paradigma respecto a las palomas

Como hemos explicado, las palomas fueron animales queridos y valorados por los seres humanos. No son fuentes de infección ni pestes ambulantes. Por eso, proponemos un cambio de paradigma basándose en lo siguiente:

  1. El control de la población de palomas debe hacerse a través de métodos que reconozcan su sintiencia. Por lo tanto, deben abandonarse aquellas políticas públicas que recurren al exterminio masivo y optar por la esterilización a través de pienso. Está comprobado que el exterminio masivo no es efectivo en el control de la población de palomas, y que es costoso. En consecuencia, no hay razón alguna para seguir optando por este método.
  2. La construcción de nuestras ciudades debe tener en cuenta a los animales que conviven con nosotros. No podemos continuar construyendo edificios y casas pensando sólo en el beneficio y la convivencia entre humanos, puesto que esto no es sostenible y causa graves daños a otros seres. Las palomas hacen sus nidos en los edificios porque no tienen otro lugar pero, como hemos visto, esto es perjudicial para ellas. Por lo tanto, se pueden instalar rejas en los recovecos de los edificios y al mismo tiempo, instalar palomares públicos para promover que las palomas hagan sus nidos ahí.
  3. Las leyes de protección animal deben ser utilizadas como instrumentos para proteger a todos los animales, no solo a aquellos que nos producen más empatía, nos parecen más bellos o consideramos miembros de nuestras familias. Las palomas como seres sintientes -al igual que el resto de los animales- deben ser protegidas y respetadas, y recibir cuidados adecuados. El hecho de que la población de palomas se deba controlar no es un impedimento para esto. Recordemos que las poblaciones de perros y gatos también deben ser controladas y en muchas ciudades existe una política de sacrificio cero. ¿Qué se hace en estos casos? Se esteriliza y promueve la tenencia responsable de estos animales. No hay ningún impedimento para promover una “convivencia responsable” con los animales que viven en nuestras ciudades, como las palomas. En definitiva, instamos a la promoción de la convivencia responsable: esterilización y educación sobre la convivencia con los animales urbanos que no son domésticos ni silvestres, como las palomas.
  4. Es necesario educar a la población respecto de que las palomas no son fuentes de infección. Asimismo, se debe educar respecto de sus necesidades y características. Años atrás, las palomas eran muy apreciadas por los seres humanos. Como también hemos visto, antiguamente existían palomares en las casas y parques. Son las compañeras de muchos ancianos que las alimentan en los parques, y aquellos activistas que han acogido palomas y no las han podido liberar dan cuenta de que son excelentes animales de familia, dóciles e inteligentes. ¿Por qué no devolver su pasado glorioso a las palomas? Sólo se requiere un poco de educación y de difusión. En este sentido, distintas asociaciones civiles y grupos de ciudadanes están empezando a organizarse para asistir y rescatar a palomas en estado de necesidad. Por ejemplo, en Argentina, Pájaros Caídos asiste on line a todas las personas que levantan aves en situación de emergencia. Por su presencia mayoritaria, las Columba livia son las aves con mayor presencia entre las asistidas. En España, por ejemplo, Corazón de PalomaMis Amigas las Palomas alientan el respeto y el rescate y participan en cambiar la opinión pública y en que se implementen medidas para el control poblacional ético.

En razón de todo lo expuesto, es injusto seguir discriminando a las palomas y seguir difundiendo que son fuentes de enfermedades. Son seres sintientes, que conviven con nosotros igual que otros animales y cuyo sufrimiento es nuestra culpa al haberlas domesticado hace miles de años. Por lo tanto, debemos responsabilizarnos de ellas. Las palomas merecen la misma consideración moral y legal que los demás animales. Actualmente, todos los animales son considerados como cosas por el Derecho pero, como hemos visto, las palomas y los demás animales mal denominados “dañinos” son considerados inferiores o incluso como no-animales, encontrándose más desamparados que los demás animales. Sin embargo, esto no impide que las palomas también sean consideradas en los deberes de protección y cuidado asegurados por las leyes de bienestar y protección animal. De hecho, es necesario usar estas normas en su beneficio. Asimismo, hemos propuesto cuatro maneras de cambiar el paradigma que actualmente existe respecto a las palomas y que creemos pueden lograr un cambio importante. Finalmente, quisiéramos enfatizar que las palomas deben ser incluidas, junto a los demás animales, en la lucha por la protección y los derechos de los animales, puesto que incluso han sido invisibles para gran parte del mismo movimiento animalista.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

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