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Polonia, escalando entre bosques

El impresionante monolito de Sokolica, donde existen vías deportivas de varios largos.

Anxo Rial / ArteXPhoto

Para comenzar debe quedar claro que, a pesar de hallarse en las llanuras centrales de Europa, Polonia cuenta con un paisaje de lo mas variado; ríos, lagos, montañas y bosques se encuentran por doquier. No en vano, casi un 30% de su superficie está ocupada por árboles. Estas maravillas naturales forman parte del paisaje habitual y cotidiano del país. Todo ello adornado mediante una arquitectura tradicional muy peculiar, y eso pese a que se ha perdido gran parte de su patrimonio debido a largos años de confrontaciones fronterizas que se han mantenido a través de los siglos. Estos conflictos han dado al traste con gran parte del patrimonio cultural, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial.

Lo cierto es que viajar a Polonia es toda una experiencia. Para comenzar, el ritmo del país es mucho más lento que en España. Solo las grandes ciudades muestran algo de ajetreo, pero nunca en demasía. Eso sí, las estrechas y escasas carreteras soportan un tráfico infernal y saturado. La paciencia será, sin duda, nuestra mejor aliada en estas circunstancias.

Nuestro viaje comienza en la mismísima capital, en Varsovia. Hasta allí habíamos volado desde España para, una vez en el país, recoger nuestro coche de alquiler y desplazarnos hasta el extremo sur del país, hasta Cracovia. Es en los alrededores de esta tranquila y pintoresca ciudad polaca, a escasos kilómetros del nucleo urbano, donde se concentran la mayoría de zonas deportivas para escalar.

Arte y cultura en Cracovia

Cracovia es una de las ciudades más bonitas de Europa, y creedme que no exagero al ahcer esta afirmación tan abiertamente. En su construcción trabajaron famosos artistas y arquitectos durante muchos años, entre ellos, el alemán Veit Stoss, los italianos Bartolomeo Berrecci y Giovanni Maria Padovano, así como el holandés Tylman Van Gañeren. Todos ellos han ido dotando a esta villa de una arquitectura y una personalidad difícil de igualar. La UNESCO decidió en 1978 declarar su casco histórico patrimonio de la humanidad y dicen que quien busque el verdadero espíritu de Polonia debe buscarlo aquí, en Cracovia. Afortunadamente, la ciudad no sufrió muchos daños durante las dos guerras mundiales y la mayoría de sus edificaciones más emblemáticas y singulares se conservan intactas. Pasear por sus calles es un verdadero placer, y más aun si nos dejamos caer por la Plaza Mayor del Mercado o Rynek Glowny. Esta plaza recuerda a la Gran Plaza de Bruselas o la Piazza San Marco en Venecia. En un día cualquiera, el visitante encontrará cracovianos dando un paseo, músicos ambulantes o estudiantes universitarios, además de los asombrados turistas, que no damos crédito a semejante bullicio.

El Sukiennice, o Mercado de las Pañerías, domina la plaza. Aquí era donde antiguamente los comerciantes vendían sus mercancías. Hoy en día, los visitantes pueden admirar y adquirir arte local, comprar souvenirs o simplemente disfrutar de un café en cualquiera de las curiosas terrazas. Tal y como alguna vez lo hizo la realeza, aún es posible recorrer el mercado medieval más grande de Europa y tomar algo en el mítico restaurante Wierzynek. Esta institución polaca es el restaurante más antiguo en funcionamiento de Europa. Hay que remontarse hasta 1364 cuando Mikolaj Wierzynek preparó un famoso banquete de bodas para la nieta del Rey Casimiro el Grande. En su interior podéis comer en los salones decorados con antiguos candelabros, viejas armaduras de guerra y vetustos relojes. Así es la historia en Polonia.

La Torre del Ayuntamiento, donde también hay un museo y se puede disfrutar de unas espléndidas vistas, o la Iglesia de Santa Maria, ayudan a enmarcar las dimensiones de la plaza.

La primera mención de la villa hay que buscarla a mediados del siglo X. Antes del año 992 ya se había incorporado al Reino de Polonia, en el 1000 era sede del obispado y en el 1038 ya era capital. Es por lo tanto lógico la cantidad de edificios y fortalezas que vemos a nuestro alrededor. Es muy recomendable visitar su museo, así como la puerta de Florián con su mercado de pintura. Lo que alguna vez fue la principal entrada de la ciudad, ahora es la sede de un floreciente espectáculo de arte al aire libre. Además, el distrito Kazimierz, uno de los principales centros de la cultura, aprendizaje y religión judía desde el siglo XV, ahora se vanagloria de poseer un gran complejo de arquitectura histórica restaurada. La colina Wawel reúne diversas fortalezas y fortificaciones, desde cuyas murallas se contemplan unas vistas espectaculares de toda la ciudad. Para terminar el día, nada mejor que hacerlo junto a muchos polacos, en el parque de las orillas del río Vístula.

Entre bosques

Tras este fantástico recorrido por el corazón de Cracovia, y solamente después de haber visto, disfrutado y conocido la ciudad, nos ponemos en marcha hacia las primeras zonas de escalada. Desde la villa nos desplazamos con dirección hacía Olkusz. En torno a la mitad del trayecto que nos separa con esta población se localizan los diferentes sectores. Estos hay que buscarlos, cual tesoro de piratas, ya que se encuentran encerrados en distintos valles que no son visibles desde la carretera principal. Además, por si no fuese suficiente, los diferentes sectores están camuflados entre los bosques de hayas. Sin embargo, esto también tiene sus ventajas, y es que cuando el calor aprieta se está estupendamente en medio de estos mágicos bosques.

De los seis valles que forman este gran sector de escalada, uno de los más interesantes, y visitados, es Dolina Bedkowska. Aquí existen multitud de sub-sectores, todos ellos camuflados dentro del bosque. A veces hay bloques que constan de un par de vías solamente, aunque se podrían abrir muchas más. La escalada todavía esta en expansión. Eso si, en prácticamente todos podréis encontrar una escalada muy explosiva sobre roca caliza. Los bloques de color más blanquecino son los de roca más resbaladiza y lavada, pero nada que no se pueda solventar con una buena técnica y resistencia. Prácticamente están todos los grados, eso si, previa conversión pues en Polonia no utilizan el grado francés. Pero a cambio no existen restricciones tradicionales de equipamiento, ni en el uso de magnesio. Tampoco encontraremos distancias terroríficas entre seguros, como en la vecina Chequia. La escalada aquí es más deportiva, y por así decirlo, asequible a nuestras costumbres y hábitos de escalada.

La entrada al valle es como traspasar el umbral de un cuento fantástico. Una pista de tierra serpentea paralela a un pequeño río entre prados verdes y casas de madera, las viviendas típicas del rural polaco, con bosques de hayas y avellanos a ambos los lados del camino. Lo más llamativo por su espectacularidad es la impresionante pared de Sokolica. En ella encontraremos rutas de varios largos que se acercan hasta los 80 metros, con un ambiente espectacular, y perfectamente equipadas para la práctica deportiva. Aunque sin duda el sector más popular y deportivo es Dupa Slonia. La prácticamente nula aproximación hacen de este sector uno de los más visitados, con un prado a pie de vía y sombra en los alrededores. También en él se concentran las vías más difíciles y explosivas de la zona. Aquí es fácil encontrar a algún “máquina” local en los octavos, o a las chicas, y digo chicas por que hay muchas, peleando en los 7c.

Precisamente este fue el lugar de nuestro bautismo en las rocas polacas. Un poco de sufrimiento en los primero compases y enseguida llegan los amables consejos de los escaladores locales que nos ayudan a orientarnos en esta peculiar escalada.

Nuestro recorrido por los diferentes sectores de escalada nos va llevando poco a poco por la llamada Ruta de los Nidos de Águila. Zonas rocosas entre Cracovia y Czestochowa, una verdadera cordillera caliza del periodo Jurasico. Allí, encaramados a los promontorios rocosos, no solo hay escaladores, sino una serie de castillos como el de Olsztyn, Mirów, Bobolice o Ogrodzieniec, fortalezas en su mayoría medievales que fueron arrasados durante el diluvio sueco. Hoy el paraje es realmente espectacular. Imaginaos fortalezas en precario equilibrio, unas más ruinosas que otras, sobre torres de caliza y por encima, sobre ellas se escala… ¿qué más se puede pedir?

En medio de este recorrido se encuentra el Parque Nacional de Ojców. Aquí os recomendaría que dejaseis los aparejos de escalada e hicieseis un alto para poder disfrutar de este impresionante bosque. Esperad al anochecer y veréis lo que es un verdadero bosque tenebroso. Para rematar la visión, dentro del parque está el castillo de Pieskowa Skala, antigua propiedad Real que a finales de la Edad Media cayó en manos de dos bandidos comerciantes. Sin embargo, hoy todo esto es un remanso de paz. En el parque se encuentra además uno de sus mayores y curiosos atractivos, una roca llamada Pica de Hércules. Es una espectacular formación rocosa aunque sin vías de escalada. Además, aquí no está permitida la escalada.

Entramos poco a poco en una nueva zona de escalada, Jura, ocho sectores en 190 kilómetros de recorrido, alternando llanuras, bosques, castillos y un desierto, eso si, en miniatura. La zona de Bledowski y su desierto solo tiene 320 kilómetros cuadrados y es un caso único en Europa Central. Más llamativo si cabe por que en las proximidades, las colinas verdes, los campos de margaritas y los bosques son el paisaje dominante.

Dentro de este recorrido Mirów y su altivo castillo es lo más popular y pintoresco. En lo que queda de la fortaleza se organizan mercados medievales y actos culturales. La aproximación a los sectores de escalada es fácil y evidente. Éstos están muy concentrados, con diferentes orientaciones y una tranquilidad increíble. Las vías no pasan de los 15 metros como término medio, con movimientos muy a bloque en la mayoría de los casos, y con agujeros, pinzas y placas, todas de un solo largo. Algunas todavía conservan equipamiento antiguo, casi medieval, a base de argollas dignas de amarrar al más temible dragón y distanciados a prueba de rudos caballeros de pesada armadura. Afortunadamente son las menos, la mayoría están equipadas con químicos o material inoxidable. Solo en los alrededores del suntuoso castillo de Mirów hay 18 sectores con todo tipo de vías. Difícil aburrirse, antes, con casi toda seguridad, saturamos los antebrazos.

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