“Hay una corriente política que rechaza el pensamiento crítico: el desacuerdo es traición y el que no piense igual es un mal patriota que debe ser silenciado”
La librería La Vorágine de Santander acogerá el próximo 29 de diciembre la presentación del libro 'Cantabria. Voces de la República y la Guerra Civil', un volumen que da un repaso a la Guerra Civil en Cantabria desde el punto de vista y la investigación de su autor, Esteban Ruiz (Torrelavega, 1962), quien ha hecho acopio durante años de más de 300 documentos textuales y 500 gráficos, en buena parte inéditos. Ruiz, también director de la Editorial Contenidos que ha publicado la obra, indica que con el proyecto ha intentado explorar los 'significados' profundos que los 'hechos' de la Guerra Civil acostumbran a ocultar en su interior, para lo cual ha seguido un camino lleno de lecturas, documentos, imágenes, nombres y lugares que han ido saliéndole al paso a medida que investigaba. Entre el verano de 1936 y el de 1937 Cantabria vivió el traumático conflicto civil, lo que está plenamente detallado en los manuales de Historia, pero que en pocas ocasiones cuenta con las voces de aquellos que vivieron la victoria o la derrota. Es un libro de vivencias, por lo tanto, pero también una reivindicación de la mirada histórica, ajena a ajustes de cuentas ideológicos, pero también de equidistancias históricas que, a juicio del autor, buscan a veces perpetuar un discurso hasta hace años hegemónico y de paso hacer política en la España de 2020.
Acaba de aparecer 'Cantabria. Voces de la República y la Guerra Civil'. ¿Qué aporta este libro que no se haya publicado ya antes?
Esta publicación trata, a partir de una selección amplia y plural de fuentes documentales, de rehacer una parte del puzle vital y emocional de quienes vivieron en primera persona aquella etapa acelerada y convulsa: qué pensaban, qué hacían y dónde estaban cuando sucedieron determinados hechos. Con este trabajo no pretendo reescribir nada. Tampoco producir o revelar verdades ocultas; más bien apuesto por mirar lo que no se quería o no se sabía ver, para reproducir el disenso y la pluralidad de voces que coexistían en Cantabria de aquel tiempo y que, en muchas ocasiones, han permanecido celosamente guardadas, tal y como siempre se ha hecho con los 'fantasmas familiares' que se vuelven incómodos y poco manejables.
¿Cuál fue la génesis del libro y el proceso de elaboración que ha seguido?
Cualquier investigación social no es más que una red de preguntas y respuestas, tejida a través de los testimonios de numerosos cómplices, protagonistas y colaboradores. En la génesis de este trabajo están las biografías silenciadas de algunos miembros de mi familia. Los espesos silencios con los que me respondían mis mayores cuando, siendo aun adolescente, me interesaba por algunos aspectos del pasado familiar. Ello me impulsó a iniciar un pequeño itinerario personal por un mapa incierto, repleto de caminos e interrogantes de diversa longitud y dificultad. Un camino lleno de lecturas, documentos, imágenes, nombres y lugares que iban apareciendo poco a poco ante mí y que empezaron a cobrar forma. Con todos estos materiales he tratado de explorar los 'significados' profundos que los 'hechos' acostumbran a ocultar en su interior. Por eso la geografía que propone esta publicación está construida a base de fragmentos hallados en múltiples fuentes que han ido dejando un rastro de marcas y huellas de lo acontecido en aquel breve, ilusionante y dramático tiempo.
El aparato documental, sobre todo las imágenes, ¿es inédito?
Siempre he creído que para una construcción histórica sincera es necesario crear dispositivos horizontales que aseguren la mayor pluralidad y, para ello, la hibridación de la memoria oral y documental con los archivos visuales, generan resultados muy potentes. Efectivamente, hemos cuidado con mimo todo el aparato visual y el libro aporta numerosas imágenes no vistas hasta el momento. He tratado de unir rigor documental y textura dramática con el fin de dotar de interés divulgativo a los acontecimientos que sucedieron; y he procurado hacerlo enlazando hitos políticos, sociales, económicos y culturales, con memorias, escritos, e imágenes. El resultado es una selección de más de 300 textos, noticias de prensa y documentos históricos, en diálogo con unas 550 fotografías e ilustraciones de la época; muchas de ellas inéditas y rescatadas de archivos y colecciones privadas para ser mostradas por vez primera en esta crónica que he intentado dotar de un ritmo trepidante.
¿Qué conclusiones ofrece tras el examen de la documentación de lo que supuso la República y la Guerra Civil en Cantabria?
La gestación de la Cantabria republicana supuso un periodo de cambios acelerados y proyectos disruptivos que acabaron en una dolorosa fractura social. Uno de los rasgos definitorios de la Segunda República fue el acceso de las masas a la esfera pública y política. Al inicio de la década de los 30 en Cantabria se habían puesto en evidencia las fuertes contradicciones y tensiones que el proceso de desarrollo -industrialización, urbanización, proletarización- provocaba en una región mayoritariamente tradicional. Todo ello supuso una progresiva toma de conciencia social de las clases trabajadoras, que defenderán unas condiciones dignas de trabajo y de vida, unas retribuciones más justas y una mayor dignidad personal. Está dinámica tensionará socialmente una región pequeña y periférica como Cantabria.
Las expectativas de cambios políticos, económicos y sociales que traía la Republica eran enormes. La nueva Constitución dio paso a un régimen de carácter democrático, parlamentario y laico, con un amplio conjunto de nuevos derechos sociales (salario mínimo, limitación de la jornada laboral, sufragio universal masculino y femenino, derecho al divorcio…). Además, supuso el recorte de los tradicionales privilegios eclesiásticos y el fomento de la educación como una palanca imprescindible para el desarrollo personal, el cambio de valores, y la modernización del país. Los tímidos avances alcanzados por la República en sus primeros años generaron impaciencia y frustración. Las clases populares entendieron que debían presionar con más determinación para profundizar en las conquistas sociales prometidas, mientras que la población más conservadora de la región se impregnó de un corpus básico de ideas autoritarias y marcadamente hostiles a los cambios promovidos por el régimen republicano. Muchos de los cuales fueron considerados como insoportables. El combustible para el incendio se fue derramando con rapidez. Solo faltaba la mecha para iniciar la hoguera.
De esas voces de las que habla el título, ¿son las voces silenciadas o las que no tuvieron problemas en hacerse oír durante la dictadura?
Desmontar la plantilla del relato tradicional, y realizar una construcción más horizontal, necesita contar con el máximo número de actores implicados. En el libro se escuchan las voces de todas las diversas Españas que en aquel momento existían. Todas ellas, con sus posiciones e intereses, construyen un mapa más nítido y veraz. Aseguraba T.S. Eliot que “si uno puede realmente penetrar en la vida de otra época, está penetrando en la propia vida”, por eso, más allá del hegemónico discurso 'circulante', me parece muy saludable desentrañar los relatos y las contra-historias que siguen emergiendo desde nuestro pasado, y que necesitan de un contexto plural para su comprensión. Memorias subalternas, secundarias, olvidadas, filtradas, cuando no manipuladas o, directamente despreciadas.
Voces de los dos bandos y también de una 'tercera España' que en Cantabria podían representar personas como Jesús Cancio o Manuel Llano, trataron de hacer oír sus argumentos cargados de sensatez a través de escritos y conferencias en medio de una polarización que alcanzará su punto de no retorno con el asesinato del periodista Luciano Malumbres a manos de un pistolero fascista, pocos días antes del golpe de estado. Fueron muchas las biografías truncadas en una región que se dividió prácticamente por la mitad entre vencedores y perdedores. La derrota de estos últimos se consolidó bajo capas de un sólido silencio que hizo, de su dolor y de su pérdida, un ejercicio íntimo de dignidad y resistencia, en un contexto social tremendo, y de una permanente hostilidad cotidiana.
¿Pudo haber otro fin distinto a la caída del Frente del Norte en 1937?
La República hubiera podido resistir en el norte algo más tiempo si el bloqueo y el aislamiento lo hubieran posibilitado. Su falta de capacidad tecnológica, la acción del quintacolumnismo entre la oficialidad republicana, y el pacto del gobierno vasco con los fascistas italianos, echaron por tierra los cálculos que se hacía el gobierno republicano desde Valencia sobre la resistencia que se podía realizar. La implicación internacional en la campaña del Norte fue determinante para los intereses de Franco. Euskadi, Cantabria y Asturias fueron un inmenso campo de pruebas para las tropas alemanas, el ejercito fascista de Mussolini, y para las tácticas de guerra y de organización política de los soviéticos.
El Ejército del Norte estaba formado en su mayor parte por reclutas con poca instrucción, que apenas habían sobrepasado la fase miliciana y habían sido enviados al frente mediante la movilización forzosa. Eran tropas armadas con fusiles y artillería de diferentes calibres, las ametralladoras y los blindados escaseaban, al igual que la fuerza aérea, precaria y compuesta por aparatos de muy diversa capacidad de combate. Sus mandos superiores eran militares profesionales, pero los intermedios se habían improvisado a partir de líderes políticos y sindicales, y necesitan mucha voluntad y firmeza para impulsar a sus tropas. La falta de conocimientos militares más elementales, y la tibieza ideológica de gran parte de ellos, llevaron en muchas ocasiones al abandono de posiciones sin apenas combate. Una y otra vez los batallones y columnas efectuaban ataques absurdos, mal sincronizados, despliegues en campo abierto sin la mínima protección, repliegues sin apenas cobertura, por lo que sufrieron enormes pérdidas humanas y materiales, incluso en aquellos combates que logran ganar.
Enfrente tenían un ejército muy superior, táctica y tecnológicamente hablando. Las tropas franquistas en el Frente del Norte contaban con las potentes Brigadas Navarras del general Solchaga, las Brigadas de Castilla, los batallones falangistas, la Brigada Flechas Negras, el Corpo Truppe Volontaire (CTV) del general Bastico, y los aviones, blindados y artillería de la Legión Cóndor alemana. Eran tropas fogueadas, bregadas, bien armadas, perfectamente coordinadas y sometidas a una disciplina estricta. La maniobrabilidad de sus blindados, su superioridad aérea y artillera, y la claridad y precisión de sus planes ofensivos, le concedieron una ventaja abrumadora sobre las tropas republicanas desde el primer momento. Las autoridades republicanas tardaron varios días en reconocer la caída de Santander. Pese a ello, la noticia recibió un inusitado eco en la prensa nacional de los sublevados y en los medios internacionales. Suponía la mayor derrota republicana sufrida hasta aquel momento, y la pérdida en hombres, material militar y recursos mineros e industriales fue enorme para la República.
¿Los estragos de la guerra en Cantabria fueron socialmente homogéneos? ¿Sufrió más la ciudad o el campo, las mujeres o los hombres, todos los valles por igual?
La composición social de la región mostraba, por una parte, un pequeño sector de familias acomodadas, propietarias y de mentalidad conservadora, que disponían de una vida material holgada. Por otra existía una sociedad rural temerosa de los cambios sociales, conformada por pequeños propietarios y arrendatarios humildes, unidos por relaciones de clientelismo, dependencia y sumisión a los notables locales. Finalmente existía una creciente clase trabajadora, con un bajo nivel formativo y una ocupación precaria en la periferia urbana industrial, que mantenía unas condiciones de vida difíciles y una escasa capacidad de participación en la vida pública de Cantabria.
El domingo 12 abril de 1931 la población de Cantabria votó de forma masiva. En las comarcas industriales las candidaturas republicanas obtuvieron un respaldo mayoritario. Por el contrario, las zonas rurales manifestaron su lealtad monárquica. Los comicios de febrero del 36 supusieron la confirmación de la hegemonía conservadora en las áreas rurales, aunque con una creciente penetración de la izquierda, mientras que el Frente Popular se impuso las zonas urbanas más industrializadas, incluida la capital. Existió una fractura campo/ciudad que se ensanchó durante todo el periodo.
Cuando estalló la guerra civil, las escaramuzas sostenidas en los límites provinciales de Burgos y Palencia con las pequeñas unidades de sublevados (convenientemente magnificadas por la prensa leal), daban una idea liviana de la guerra y distanciaban su trágica realidad de la vida en la retaguardia santanderina. La cartelera de cine, los espectáculos deportivos y teatrales marcan el calendario de una extraña e ilusoria normalidad. Solo la amenaza creciente de los bombardeos aéreos, y los primeros efectos del racionamiento alimenticio perturbaron la vida cotidiana de Cantabria durante el otoño y el invierno del 36.
A partir de junio de 1937 la población civil de Cantabria experimentó lo que realmente suponía estar en el frente de guerra. Para esas fechas casi 200.000 vascos se refugiaron en una provincia cuya población apenas sobrepasa los 400.000 habitantes. La acción de gobierno del Consejo Interprovincial se complicó de una manera extrema. Si difícil era proporcionar techo y cama para tanta gente, mucho más complicado resultaba darles de comer cuando ya todo estaba racionado. Las semanas siguientes hicieron de aquel verano un periodo dramático y difícil de olvidar para quienes los vivieron. A partir de entonces los acontecimientos se precipitaron a gran velocidad. Tras el triunfo de los sublevados, la represión se ensañará con las comarcas industrializadas y con fuerte presencia sindical y Cantabria se transformará en un inmenso campo de concentración donde decenas de miles de españoles purgarán durante años su lealtad a la Republica.
¿Qué opina de la equidistancia historicista que pone a la misma altura a defensores de la legitimidad que a los sublevados?
La asepsia y la equidistancia a veces me parecen una forma de construir una falsa neutralidad que tiene que ver con intereses y posiciones apenas confesables relacionados con el actual escenario político español. La intención de blanquear la dictadura, y de legitimar los mecanismos de represión que acompañarán la caída de la República, son formas de revisionismo que tratan de justificar una estrategia de oposición sin concesiones al actual gobierno de coalición, y de impedir que el 'relato hegemónico' de los vencedores continúe resquebrajándose.
Defensores y detractores hacen bastante hincapié en el número de crímenes y represaliados del rival. La barbarie del rival, ¿es un argumento legitimador?
Nunca puede serlo. En el caso de Cantabria, está claro que la circunstancia territorial fue decisiva para el destino de muchas personas. Por todo el país se produjo una especie de 'lealtad geográfica' que forzó a la población a decantarse por uno u otro bando, dependiendo únicamente del lugar donde les sorprendió la sublevación. Más allá de adscripciones ideológicas y de los grandes principios, en nuestra región la población generó mecanismos de supervivencia personal que no pasaban precisamente por el mantenimiento de actitudes heroicas.
Tras el estallido de la sublevación, las autoridades republicanas de Cantabria movilizaron a miles de jóvenes. Muchos de ellos no tenían una especial lealtad a la República y aprovechaban cualquier oportunidad para pasarse a las filas nacionales, si estaban en el frente de Burgos o Palencia, o bien se volvían a sus casas aprovechando los permisos y, protegidos por sus familiares, pasaban a la clandestinidad y se escondían. La población más conservadora aguardaba una 'liberación inminente', tal y como prometía desde las ondas Queipo de Llano con sus inflamadas charlas patrióticas, escuchadas de manera clandestina desde los receptores de radio que no habían sido incautados por los milicianos. Dada la proximidad del frente, la esperanza y el ánimo de muchos permaneció intacto durante toda la guerra.
En los propios informes internos de los mandos republicanos se resaltaba constantemente el trabajo de provocadores y quintacolumnistas que sembraban el desconcierto y la desmoralización, tanto en el frente como en la retaguardia; incluso desde puestos de decisión en la administración civil y en la militar. Tras la caída de Bilbao las deserciones aumentaron, paralelamente a la disminución de la confianza en la victoria por parte de los leales a la República. El panorama nunca fue muy alentador para los intereses de supervivencia del gobierno legítimo.
Hablando de barbaries, ¿cuál fue el saldo de unos y otros?
Terrible en vidas, pero también en biografías truncadas, humillación, frustración. Me gustaría resaltar el hecho de que, en los actos violentos de uno y otro signo, intervinieron mucho más allá de las razones ideológicas, las envidias, los rencores y los resentimientos familiares y personales. En Cantabria el golpe militar no triunfó, pero tampoco fue derrotado. Las autoridades republicanas se vieron desbordadas por los partidos, las milicias y los sindicatos, que ejercían el poder real en la calle, y tardaron varios meses en hacerse con el control de la situación.
El verano y el otoño de 1936 supusieron para Cantabria un tiempo turbulento y convulso. En la confusión reinante, bandas de incontrolados se infiltraron en partidos y sindicatos e iniciaron un itinerario de purgas y actos criminales revestidos de acciones revolucionarias en defensa de la República. Las personas identificadas con los sublevados, o simplemente sospechosas de serlo, sufrieron una represión cuyo rastro de sangre y dolor dejará profundas huellas en todas las capas sociales. Se asesinó sin juicio en los descampados, en los puertos de montaña y en las cunetas de las carreteras ante la absoluta impotencia de las autoridades republicanas. Después de estos episodios, algunas personas empezarán a disimular su lealtad a la Republica; otras se esconderán a la espera de mejores tiempos, y los más comprometidos intentan 'pasarse' al territorio ocupado por los militares rebeldes. El daño a la imagen de la República entre amplias capas sociales fue inmenso e irreparable.
En cualquier caso, lo peor estaba por llegar. El colapso republicano en agosto de 1937, y la represión franquista posterior, desarticularán al efímero Consejo Interprovincial de Santander, Palencia y Burgos, quebrando al movimiento obrero de Cantabria, y forzando al exilio a centenares de dirigentes y profesionales republicanos. Miles de funcionarios, afiliados y seguidores serán encarcelados y juzgados por tribunales militares que, en muchos casos, los condenará a muerte por 'rebelión' a causa de su defensa de la legalidad.
Mientras que la represión republicana en Cantabria fue incontrolada y esporádica (intensa en los primeros compases del golpe de estado, con especial incidencia en el mundo rural, y luego mucho más vinculada a momentos concretos como la reacción a los bombardeos sobre Santander, o antes del colapso final), la represión franquista será legitimada institucionalmente, siendo el propio Estado el que marque las pautas de un sistema represor diseñado para implantar el miedo y la inseguridad permanente en la sociedad cántabra.
La equidistancia me parece una forma de construir una falsa neutralidad que tiene que ver con intereses apenas confesables del actual escenario político español
Para lograrlo el aparato franquista exhortará a los 'montañeses corrientes' y a las 'gentes de bien' a delatar a sus vecinos; denuncias para las que no se requería ninguna prueba consistente, y que suponía el marco social para el desahogo y la expresión pública de la ira reprimida entre aquellos que habían permanecido callados durante el periodo republicano, debido a su ideología conservadora.
Con la práctica de la 'justicia vengadora' el régimen franquista se legitimó a sí mismo a través de la movilización de una enorme base social de acusadores, cuyos miedos sociales, rencores y pérdidas personales durante la guerra, alimentarán un gigantesco y perverso aparato de represión ciudadana.
Si se trata de hablar de un saldo de víctimas mortales, los cálculos varían mucho. Gutiérrez Flores cifra en 3.679 las víctimas cántabras de la Guerra Civil. El historiador Enrique Menéndez eleva la cifra hasta las 7.440 víctimas. En cualquiera de los casos, resulta evidente que el número de ejecutados, 'paseados' y fusilados en los años que siguieron a la toma de Cantabria por el ejército franquista, en agosto de 1937, es muy superior al de víctimas de la etapa republicana (aproximadamente un 65-68% del total).
En los años posteriores al final de la Guerra Civil, Cantabria seguirá contabilizando muertos: más de 75 guerrilleros que prosiguen la lucha en nuestras montañas serán perseguidos y ejecutados. A ellos se deben añadir otros 400 muertos que no lograron sobrevivir a las penosas condiciones de vida de los campos de concentración y trabajo que existieron por toda Cantabria y otros 65 republicanos cántabros que perdieron la vida en el campo de concentración de Mauthausen.
¿Considera que el franquismo sobrevivió a Franco y goza de buena salud en Cantabria?
Nuestra historia regional ha estado dominada por las justificaciones y 'acomodos narrativos' de quienes vencieron. Mucha gente sufrió y murió en cada bando para que nosotros, hoy, podamos construir un relato poliédrico, más verosímil y alejado de las explicaciones rotundas y cerradas que no admiten dudas o debates, y cuyo propósito fue, siempre, la adhesión acrítica y la emoción ignorante. Creo que si algo ha pervivido en Cantabria, y fundamentalmente en Santander, son determinadas actitudes y poses estéticas y discursivas que tienen más que ver con la etapa de tardofranquismo de los sesenta; más tecnocrático y pragmático y mucho menos ideológico, perfectamente ajustado a los parámetros de una clase conservadora, aspiracional, y tenuemente exhibicionista de sus rasgos sociales distintivos.
¿Qué le sugiere la expresión '26 millones de hijos de puta'?
La memoria histórica ha removido la mala conciencia con nuevas voces y aportaciones que ensanchan el conocimiento de lo que sucedió, y que dan espacio a biografías escondidas y posiciones divergentes. Esto ha dado como resultado exabruptos de aquellos que ven amenazado su 'relato unívoco' y que tratan de reconstruir las 'dos Españas', un país partido en dos mitades que se ajusta a sus imaginarios ahora amenazados. Este 'ruido de sables mediáticos' que oímos ahora tiene el perfume de aquellos años oscuros de las conspiraciones golpistas que se gestaron durante nuestra imperfecta Transición, cuyo 'relato canónico' también está siendo afortunadamente cuestionado.
¿Cree que 80 años después de la Guerra Civil hay un sector de la población que sigue considerando la violencia política como una opción válida?
La mezcla de miedo, hartazgo y fragilidad personal, suponen un cóctel inquietante en una Europa que no acaba de tener un rumbo claro. Hay amplias capas populares que vuelven a sentir atracción por actitudes que creíamos superadas. Recuerdo que Umberto Eco definía tres formas de culto que están presentes en los rasgos psicológicos del extremista violento, y que podemos ver y escuchar hoy en día. El primero de ellos es el culto a la tradición, el cual va acompañado de referencias a los saberes arcaicos y a postulados que ya han sido superados. En segundo lugar, está el culto al heroísmo, la violencia y la muerte. Exaltan mucho las acciones osadas e inculcan la idea de que la muerte es poca cosa, frente a esas gestas heroicas. Ponen más énfasis en justificar la muerte que en dar sentido a la vida. En tercer y último lugar rinden culto a la acción por la acción. Por eso promueven la idea de la movilización permanente y desprecian la reflexión y el pensamiento, a la que califican como pérdida de tiempo. Desde su punto de vista, los intelectuales son unos cobardes, los artistas y los creadores también, y por extensión todos aquellos colectivos que no suscriben sus postulados: feministas, ecologistas, ONG sociales, colectivos de la tercera edad...
¿Sembrar odio sigue siendo rentable a la hora de alcanzar el poder?
Bueno. Espero que no sea así. Es evidente que hay una corriente política que rechaza el pensamiento crítico. Para ellos el desacuerdo es traición y todo aquel que no piense igual que ellos es un mal patriota que debe ser silenciado. Uno de los rasgos psicológicos del nuevo populismo es la intolerancia a lo diferente. Las sociedades abiertas, plurales y complejas, generan miedo, y el miedo es el mayor aliado de la violencia de quienes reclaman respuestas simples e inmediatas a problemas cada vez más complejos y multicausales. De todos modos, cuando han llegado a los gobiernos y tratan de aplicar sus programas, estas formaciones se han encontrado con una fuerte contestación social que ha contribuido a limitar su crecimiento electoral posterior.
¿Para cuándo un libro de Contenidos sobre la posguerra?
Sería una derivada coherente con este primer trabajo que solo abarca la década de los 30. Los materiales empiezan a acumularse y hay información abundante que necesita ser organizada y estructurada. En todo caso vamos a ver primero la respuesta que el mercado da a esta primera apuesta.
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