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Los colegios rurales se imponen a los urbanos en garantías para una vuelta segura a las aulas en pandemia: “Tenemos todas las ventajas del mundo”

Un profesor coloca una mascarilla a una alumna de Infantil. Archivo.

Blanca Sáinz

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Después de años viendo cómo quedaban relegados a un segundo plano, les parece mentira que una pandemia haya conseguido ponerles en el foco de lo que facilitaría una vuelta a las aulas modélica (teniendo en cuenta que nos encontramos en mitad de una pandemia). Hablamos de los colegios rurales, esos centros escolares que parecen condenados a la desaparición pero que siguen luchando por mantenerse firmes mientras las ciudades se masifican día a día.

Sin embargo, en un momento en el que todo el mundo prefiere no estar muy cerca del resto, estos han vuelto a adquirir cierta notoriedad, o al menos eso es lo que ha ocurrido en Cantabria, donde este tipo de colegios abundan y son reconocidos por todos como auténticos ejemplos de la lucha contra la despoblación.

Ellos, al igual que todos en este momento también se están preparando para una vuelta al cole diferente, aunque en su caso, todo pinta a que no será tan caótica como la de otros lugares. “Somos conscientes de que tenemos todas las ventajas del mundo respecto al resto de colegios, nosotros tenemos ocho alumnos en todo el cole, lo que nos deja formar una unidad de convivencia estable entre todos”, explica Ramón, director del Colegio Unitario de Bielva.

Por su parte, Sonia es la directora del Colegio Rural Agrupado de Liébana (CRA), del que forman parte los colegios de Espinama (con siete alumnos) y de La Hermida (con ocho). Allí, cada colegio será un grupo burbuja “porque todos van al mismo aula independientemente de su edad”, explica la maestra. “Nuestra ventaja es que somos tan pocos y las personas que entran y salen están tan controladas que no va a haber problema”, indica.

Pero además de los CRA y de los colegios unitarios, los colegios rurales también engloban a centros con más alumnos, como ocurre con el Santiago Galas de Ruiloba, donde hay 52 niños y niñas que se dividen en cuatro aulas (una de infantil y otras tres agrupadas por ciclos). En su caso sí que tendrán que hacer grupos burbuja pero su directora, Isabel, se muestra muy tranquila ante la llegada del curso: “Las aulas aquí son muy grandes y solo el patio tiene 5.000 metros cuadrados, por lo que cada grupo burbuja tendrá su propio espacio en el recreo”, indica la docente.

Y precisamente en Ruiloba, el Ayuntamiento decidió hace unos días enviar a una persona encargada de limpiar y desinfectar tanto en horario de mañana como de tarde. “No lo tuvimos ni que pedir, nos lo ofrecieron directamente. Es increíble la relación de afecto que tiene la gente del pueblo con este colegio”, relata Isabel.

Sobre la posibilidad de que no todos los niños acudan a las aulas por el miedo de los padres, el director del colegio de Bielva, Ramón, espeta que él no tiene “constancia” de que haya alguien que no se haya planteado llevar a los niños a su colegio. “Aquí nos conocemos todos, llevo en esta escuela 28 años y además aquí tampoco se dan las circunstancias para que se tejiera una red de contactos en caso de contagio así que no tendría mucho sentido que no les mandasen”, se sincera el maestro. Un pensamiento que comparten Isabel y Sonia, quienes tampoco creen que los niños dejen de acudir a las aulas: “Después de seis meses sin vernos nos echamos de menos”, afirma Sonia emocionada.

Sin embargo, los tres directores son conscientes de que el hecho de que sean más seguros, no les garantiza que vayan a estar libres de COVID, por lo que cumplirán las medidas estrictamente y sin miramientos: “Las circunstancias son favorables para nosotros, pero tenemos que tener sentido común”, concluye Ramón. De la misma forma, Isabel apuesta por transmitir tranquilidad y seguridad a todos los padres “porque vamos a cumplir todas las instrucciones de la Consejería y además vamos a seguir teniendo esa atención tan personalizada que nos caracteriza, tanto con los niños como con las familias”.

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